Friday, February 02, 2007

Un momento para la oración



Lucas 2,22-33
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor", y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones." Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres, para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel." Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.

¿Qué me estás diciendo, Señor?

Pensamientos sobre el pasaje de hoy

Simeón era uno de los que se conocían como "Los Silenciosos de la Tierra", judíos que no esperaban a un Mesías militar y no soñaban con ejércitos ni poder; creían en una vida de constante vigilia y oración, hasta que llegara el Señor. Aquí encontramos una sorpresa doble: la felicidad de Simeón al poder dar la bienvenida al Prometido, y el asombro de María y José al escuchar lo que se decía de su hijo.

Señor, que yo también pueda abrir mis ojos con asombro, al reconocer tus intervenciones en mi vida.
De Espacio Sagrado

No comments: