Sunday, December 30, 2007

Comentario del Evangelio de hoy


UNA FAMILIA COMO LA NUESTRA


1.- Nos hemos hecho una Sagrada Familia tan idílica, tan lejana de la realidad humana, que no extraña la respuesta de aquella mujeruca de pueblo cuando la preguntó el párroco: “doña Eladia, quién es la Santísima Trinidad? Pues San José, la Virgen y el Niño”.


El ambiente en que vivieron José, María y Jesús, no era nada tranquilizador: Palestina era un país ocupado. Los zelotes eran los terroristas de turno que asesinaban en los recovecos de la misma Jerusalén, y la represión sangrienta de las legiones romanas no se dejaba esperar. Herodes era un Rey injusto, asesino de sus propios familiares. Los dirigentes religiosos formaban un clan familiar muy apegado al dinero. Y la misma religión se había convertido, en mero cumplimiento de normas externas.



2.- Dentro de la mismo santa familia hubo sus penas y problemas. La honda pena de María, madre jovencita, que espera su primer hijo y no encuentra dónde dar a luz, y al fin lo tiene que hacer en un establo. Luego el miedo a la persecución, la huída de la noche, el destierro, el regreso al país, la búsqueda de una aldea perdida apenas conocida por los gobernantes. Cuántos días de paro forzoso para José, en una aldea de unos cuantos cientos de personas, un carpintero o más bien un hombre hábil para toda clase de chapuzas.


Y el mismo Jesús, hijo ideal, sobrino muy querido por tías como Santa Isabel, primo que se lo rifarían esos primos y primas de que nos habla el evangelio, ese Jesús que crecía en simpatía, sabiduría y gracia, fue problema para sus padres, que no le entendían. Su Madre le regañó en el Templo “¿por qué te has portado así con tu padre y conmigo?” Y no digamos el día que les dijera que se iba al desierto con su primo Juan, el Bautista.


--Una familia así no está tan lejana de las nuestras.
--¿Qué mantuvo unida a esa familia en penas y problemas?:


Fe ciega en un Padre Dios, siempre providente, que nunca vino a regalarles cestas navideñas, sino a enseñarles su voluntad y a darles fuerzas para llevarla adelante. Cómo todos tenemos experiencia que ha hecho con nuestras familias en los momentos de crisis y necesidad. Un gran amor y comprensión que les mantuvo formando una apretada piña en los momentos de crisis.


Amor que cuando salta el problema interno o externo, no acusa, no se emperra en buscar quién tiene la culpa, no se echan en cara viejas cosas que se han ido guardando en el corazón. Amor que trata de salvar lo salvable.



3.- Cuántas veces un amor comprensivo de los padres salva la crisis de un hijo y al contrario cuántas veces el amor de los hijos salva la crisis entre los padres.


--Amor que es en los hijos inmenso agradecimiento por ese sacrificio día a día de una madre y un padre que tienen que vivir pendientes de los hijos hasta que pueden vivir por si mismos. Un amor que comenzó en el mismo amor entre los padres, pero que no se reduce a la unión de células humanas, sino que es un amor libremente elegido, y realizado minuto a minuto durante días, meses y años.


--Amor que es en los padres además de ese cuidado sin límites, un amor comprensivo, sabiendo que la familia está abierta y llamada a la dispersión, porque cada hijo tiene su vocación y su camino. Todos han de salir del hogar y vivir usando bien de las alas de su libertad, y para ello hay que enseñarlos a volar como hacen las aves con las crías, aunque al aprender se rompan algún hueso contra el suelo.


--Amor que no es querer tener atados, sino querer enseñar que cada uno tiene que atarse a si mismo y manejarse con sus alas. Y esto deben saberlo los padres, y deben comprenderlo los hijos.


**Y si habéis procedido así, vosotros padres, no os inculpéis si algún hijo usa mal su libertad. Lo sentiréis naturalmente, pero no olvidéis la propia responsabilidad de los hijos.


**Y que los hijos cuando por querer volar antes de tiempo han roto un hueso cayéndose del nido, que sepan tomar su responsabilidad. No tener la cobardía de acusar a los padres, ni cargar sobre ellos responsabilidades económicas que son ellos los que deben soportar. ¡A lo hecho pecho!


José María Maruri, SJ

De Betania.es

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