Saturday, August 30, 2008

CAMINOS IRRASTREABLES por Ángela C. Ionescu de Buenafuente


¡Qué insondables son sus designios, qué irrastreables sus caminos!

(Rm 11,33)



Recuerdo una mañana en Trogyr. Soplaba un viento desabrido, más fuerte sobre el puente que cruzaba el río gris turbio. Hacía frío, había muchos charcos de la lluvia del día anterior, domingo opaco y desaliñado, y aun de la de aquella mañana. Ni el chaquetón con el cuello subido, ni el impermeable, ni las botas servían para mi frío interior. Antes de aparcar el coche había estado pensando en las escasas posibilidades de encontrar una iglesia con misa un lunes por la mañana, en una ciudad pequeña, en aquel país con tantas huellas de comunismo y de la guerra. El domingo no había podido ir a misa y me pesaba el doble.



Llegamos a la ciudad vieja, una maravilla vetusta, fría y húmeda. Oía a mi lado lento arrastrar de pies, vencidos los pasos por el desánimo. Al mismo tiempo, atravesaba la plaza un grupo de personas encogidas en sus impermeables y abrigos. Se cruzaron conmigo, yo iba en una dirección y ellos en otra. Entonces oí una voz femenina decir en español:



- Venid, vamos a ver si logramos aquí la misa…


Inmediatamente, dije con toda deliberación, muy fuerte hacia mis espaldas:


Oye, mira, mira qué portada más hermosa…


¿Hablan ustedes español?




¿Son españoles de España?


Sí, de España. ¿Van ustedes a misa?


Sí, el Padre va a decirnos la misa.


Pues vamos con ustedes



Eran de Panamá. En la iglesia que tenía trece siglos, con escasa luz, sólo la de las velas del altar, en el coro que lo rodeaba, celebramos la Eucaristía. Cantamos “Señor, me has mirado a los ojos”, cantamos “Qué alegría cuando me dijeron”…



Al día siguiente se iban a Madrid.



Yo había estado mirando por si había alguna iglesia que tuviera misa; me desalentaba la dificultad de preguntar a alguien, no por el idioma, sino por aquello que yo buscaba, tan ajeno a todos en aquellas tierras, y no sabía por dónde continuar. Pensaba usar mis métodos de búsqueda. Miraba hacia el camino por donde yo creía que tenía que venir la ayuda. Y cuando miro hacia la puerta, viene por la ventana, o por la chimenea, o abriendo un hueco en el tejado...



No por donde yo busco, sino por otro sitio, siempre por distinto camino.


Mis caminos no son vuestros caminos.


¡Qué irrastreables son sus caminos!



Ecclesia Digital

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