Sunday, January 25, 2009

La homilía de Betania: ¿PERO A QUE NOS EMPUJA ESTA URGENCIA DEL SEÑOR?

Por José María Maruri, SJ

1.- Estas tres lecturas nos agobian a los que no nos gusta que nos metan prisas. A Nínive se le dan 40 días. Para San Pablo el momento es apremiante. Y aun Jesús que es más paciente nos avisa que ya se ha cerrado la ventanilla porque el plazo de Hacienda ya se ha cumplido


Todo son prisas, todo es urgencia… ¿por qué? Dejando aparte las eruditas explicaciones de si San Pablo esperaba que el fin del mundo estaba cerca o no y demás zarandajas, nuestra propia experiencia –la de todos—nos dice que el Señor Jesús tiene razón en meternos prisa.


A los aquí presentes en la Eucaristías, ¿cuánto nos queda de vida? ¿40 años? ¿40 meses, o sea 3 o 4 años? ¿O 40 días


El poema de Jorque Manrique nos puede decir algo


Recuerde el alma dormida.
Avive el seso y despierte
contemplando
cómo pasa la vida
cómo llega la muerte
tan callando.

Urgente si es; si queremos hacer algo. ¿Pero a que nos empuja esta urgencia del Señor? El evangelio nos habla una vez más de conversión. Cambio de dirección porque nos hemos metido por una carretera cortada que acaba en precipicio.


No se excluye esta clase de conversión. No está el Señor tras nosotros hace tiempo para que salgamos de un mal paso en que andamos. Arreglemos una situación que sabemos que de sobra que no es recta. ¿No nos sentimos llamados como Andrés y Pedro a deshacernos de unas redes que más que enredar a los peces nos tienen a nosotros enredados y atados de pies y manos?

Pero tomando conversión más positivamente, ¿no nos llama el Señor a empezar a vivir nuestra fe con ilusión? ¿A creer activamente en nuestra fe?



2.- Jesús nos dice hoy lo mismo que nos dirá más tarde, que esta es la gran ocasión que no podemos dejar de escapar, como el que encontró la perla preciosa y se apresuró a venderlo todo para comprarla. O aquel que descubrió el tesoro y convirtió en dinero cuanto tenía para adquirir aquel campo. Es la gran ocasión, quizá la única, para algunos de nosotros tal vez la última.
Andrés, Pedro, Juan y Santiago lo dejan todo para irse con el Señor que les llama, fue la ocasión de sus vidas y la aprovecharon… Sintieron la honda ilusión del encuentro on alguien que valía más que todo lo demás. Alguien incomparable por quien se puede dejar todo, vender todo, dar todo.



3.- Acostumbrados a leer el evangelio no nos llama la atención de esos “ven”… o “venid” de lo que está lleno. Pero hay que mirarlos a la luz de su tiempo. Los rabinos no buscaban ellos sus discípulos, los discípulos buscaban a los rabinos. Y no convivían los rabinos con sus discípulos, ni seguían su vida errante e itinerante. Y cuando ya habían aprendido lo que el rabino sabía ellos mismos se hacían rabinos.


Jesús no lleva el libro de texto bajo el brazo, ni unas malas fotocopias. No toma exámenes a sus alumnos, ni da un diploma. El Señor, Ciencia de Dios, no imparte lecciones magistrales cada vez que habla.


El Señor imparte y comparte su vida con los que le siguen, su vivienda (¿dónde vives? ¿venid y veréis?), su pan, sus caminos, sus amistades

--no es el aprender lo que el Él valora, es el vivir

--no es el credo lo importante, es el padrenuestro hecho en la vida diaria


Por eso no elige discípulos entre los monjes esenios, ni entre los doctores de Jerusalén, elige gente del pueblo, pegada al terruño, al lago, a las tempestades del mar, a la vida.


Ha venido a dar vida y vida abundante, no ha venido a añadir notas eruditas a hombres apergaminados en su ciencia. Creed en Mí, dirá al final de su vida, en Mí que he pasado haciendo el bien, creed en el amor, creed en la vida, vivid con ilusión.


Y termino con otros versos de Jorge Manrique:

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar20
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

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