Tuesday, January 06, 2009

Los Reyes Magos

El Evangelio de san Mateo refiere: “cuando Jesús nació en Belén de Judá, unos magos procedentes de Oriente, guiados por una estrella, entran en una casa, ven al niño con María, su madre, y postrándose le adoran, abren luego sus cofres y le ofrecen oro, incienso y mirra”( Mt.2, 1 y 9-11). ¡Precioso y encantador relato!. Ciertos críticos racionalistas niegan su historicidad considerándolo un mito, sin embargo, la Iglesia afirma y sostiene que fue un hecho real.


La palabra “mago” proviene del término persa “magu” dado a los sacerdotes persas, consultores de los reyes, dedicados a la astrología y astronomía de la religión de Zoroastro, quienes creían en la existencia beligerante del doble principio del bien y del mal. Los judíos en su destierro en Persia tomaron este término de los sacerdotes babilónicos


El texto evangélico de Mateo habla de “magos de Oriente” sin el término de reyes y sin concretar su país, nacionalidad y número. Lo más probable es que eran sacerdotes y astrólogos de Arabia, dada la calidad de los regalos, incienso, oro y mirra, propios de esta nación. Sin embargo, las catacumbas romanas de los primeros tiempos de cristianismo contienen en sus paredes las imágenes de los Reyes Magos; y en el siglo III, Tertuliano utiliza la expresión “Reyes Magos”, que hizo fortuna siendo aceptada por todos.


Primitivamente, su número osciló entre dos, cuatro, seis y doce. En el siglo III, Orígenes los fija en tres, atendiendo a los tres tipos de regalos, quedando de este modo establecido su número. En el siglo VIII, unos escritos atribuidos a san Beda dan sus nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar, considerando al primero como representante de Europa, al segundo de Asía y al tercero de África. Un mosaico del siglo XI de Ravena contiene sus nombres.


Una leyenda tradicional enseña que, en siglo IV, Santa Elena, madre del emperador Constantino, encontró las reliquias de los tres Reyes Magos en Belén, y las llevó a Constantinopla (Estambul). Posteriormente, en el siglo XII, pasan a Milán, y de aquí a la catedral de la ciudad alemana de Colonia, donde actualmente se veneran.


Los Reyes Magos reconocen y adoran al niño de Belén, hijo de María y de José, como Dios, Rey y Hombre, regalándole incienso, oro y mirra. Los cristianos, a partir del siglo V, comienzan a celebrar la fiesta de los Reyes Magos, como la epifanía o manifestación del Niño Jesús, salvador del mundo.


Sobre la “estrella” hay varias hipótesis, unos dicen era un cometa, otros afirman fue la conjunción de los planetas Saturno, Júpiter y Marte, acaecida en el año 447 después de la fundación de Roma, y otros enseñan que fue un meteorito luminoso próximo a la Tierra, dispuesto o creado por Dios para señalizar el nacimiento de su Hijo.


El 6 de enero, la Iglesia recuerda y conmemora la adoración de Niño Jesús de Belén por los Reyes Magos, y las familias cristianas celebran esta fiesta con alegría y regalos. De víspera, los niños dirigen sus cartas a los Reyes Magos, y los mayores los homenajean con cabalgatas, villancicos, estampas y aguinaldos. Llegado el día, los niños ilusionados reciben ansiosos y emocionados sus regalos y toda la familia y amigos lo celebran compartiendo exquisitas tartas.


Me viene a mi memoria, los recuerdos de mi niñez, las cartas escritas a los Reyes Magos, los cantos de los villancicos por las casas de los vecinos de mi pueblo recibiendo aguinaldos, y la ilusión con que me dormía y despertaba para conocer sus regalos. Pienso, también, en aquellos niños que ilusionados escribieron y escriben sus cartas a los Reyes Magos, y no reciben regalo alguno porque sus padres son pobres y necesitados. ¡ Qué tristeza y qué desilusión!.


Conocí un niño pobre y necesitado que le había pedido a los Reyes Magos, por medio de su madrina, el regalo de una cartera de colegio para guardar sus libros. Todos los años, por estas fechas, vivía ilusionado esperándolo, pero llegaba el día de los Reyes Magos y el regalo no aparecía. Triste, creía, mi madrina no le habrá escrito o se habrá olvidado. Se consolaba pensando que el próximo año llegaría. Pero, llegado el día de Reyes Magos del nuevo año, tampoco, llegaba. El niño, más triste y más contrariado, siguió esperando, año tras año, pero el regalo que nunca llegaría.


La causa no eran los Reyes Magos, sino que su madre viuda, pobre y necesitada no podía donárselo, y su madrina, que se lo había prometido, era una egoísta y una tacaña. ¡ Cuantos casos de estos hay en la vida!. ¡ Que pena!.


José Barros Guede.
A Coruña, enero del 2009


Ecclesia


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