Wednesday, January 21, 2009

Terror en el Hipermercado….

…horror en el ultramarinos.- Así sonaba una cancion de mi adolescencia. Quizás de tanto escucharla y cantarla venga ahora mi preocupacion por dnode compramos, como compramos, cuanto y que compramos. Dice Galeano que los hipermercados son las actuales catedrales del consumo.


El reinado del dinero y el individualismo posesivo son los rasgos que mejor caracterizan a esta civilización” escribe Rafael Díaz-Salazar. Somos ciudadanos en tanto que consumidores, perdiendo cada vez más otras características que nos definen y nos explican. Existimos en tanto en cuanto consumimos y somos consumidos.


Por eso, desde que somos pequeños nos educan en el consumo, en la simbología, los lugares, las etiquetas, marcas y los tiempos de compra. Somos capaces de valorar rápidamente la relación calidad-precio de un producto y podríamos citar decenas de marcas y nombres de tiendas. Sin embargo, apenas se nos educa en las consecuencias de este tipo de comportamientos y hacia un consumo responsable. Podemos estar comprando en contra de nuestros principios, pero lo desconocemos; no sabemos dónde encontrar ciertos productos o es muy difícil conocer su origen; tampoco nos enseñan a protegernos de una publicidad abusiva, ni sabemos qué hacen con nuestros ahorros cuando los dejamos en el banco. Cada vez que uno elige un producto determinado de una marca concreta, en un establecimiento específico, está optando (votando) por un modelo económico, social, de relaciones…


Desde siempre el hombre ha tenido que consumir bienes: el consumo se tiene que considerar como algo inherente y fundamentalmente necesario para la supervivencia humana. Los cambios a lo largo de la historia solamente han afectado en la manera y en el grado de elaboración de los productos, cada vez más alejados del propio individuo a lo largo del proceso de industrialización. La posibilidad de producir muchos más bienes en menos tiempo unido a los avances en investigación abre unas posibilidades aparentemente infinitas de consumo. Las consecuencias negativas, como pueden ser la contaminación del medio ambiente por la producción y los residuos generados en el proceso o el gasto excesivo de recursos, han llevado a poner cada vez más en duda si esto es el fin y el objetivo del sistema económico de hoy. A lo mejor es necesario “algo más” (o mejor dicho algo menos) para vivir bien en este planeta


Se hace pues imprescindible y urgente un cambio sustancial del comportamiento económico de la gran mayoría de los ciudadanos del Norte, para que no sigamos destruyendo sino que se restauren los ecosistemas y que se permita, por justicia y solidaridad, un bienestar básico suficiente para todas las personas del planeta. En un mundo globalizado en el cual la producción se descentraliza y se mundializa, los consumidores debemos tratar de seguir el rastro de lo que compramos y garantizar que no se están apoyando prácticas como la explotación laboral infantil, la destrucción del medioambiente, la remuneración injusta al productor, etc. Los ahorradores debemos ser conscientes de qué es lo que pasa con nuestro dinero cuando lo invertimos en tal o cual fondo de inversión…La reorientación de las prioridades de la sociedad hacia una mejora del bienestar de las personas, en vez de la mera acumulación de bienes, supondría la transformación del consumo en una herramienta para mejorar la calidad de vida de todos los habitantes del planeta.



Todo esto vien al hilo de una noticia publicada en el Diario EL PAIS de Ayer domingo 11/01/09 y titulada “Robin Hood con carrito de supermercado”. En ella se narra como en Franica, un llamado Movimiento de Parados y Precarios en Lucha han bloqueado las cajas de un gran hipermercado en una tarde de compras compulsivas por medio de una divertida y vistosa acción:

Si alguien quiere leer la nioticia completa aqui teneis el texto completo



Robin Hood con carrito de supermercado

No son terroristas. Pero tampoco respetan la ley. Pertenecen a un grupo de nombre complicado: Movimiento de Parados y Precarios en Lucha. Y últimamente han adquirido cierto renombre en Francia tras haber actuado estas navidades en los grandes almacenes Lafayette, en Rennes, y en dos Monoprix de Nantes y del centro de París.


Su método es simple: se citan un grupo (preferiblemente numeroso) en un supermercado grande (preferiblemente en hora punta, lleno de gente). Abarrotan los carritos o las cestas de productos básicos y a la hora de pagar acuden en masa a las cajeras y se niegan a soltar un euro. Discuten con el gerente del establecimiento, argumentan que la comida no es para ellos, sino para grupos de parados o de personas sin recursos. Mientras tanto, paralizan la cola, con lo que la clientela que aguarda se impacienta (y el gerente más, que ve peligrar el negocio). Al final, les dejan ir con el producto gratis para no complicar las cosas, sin llamar a la policía.


En París ocurrió el 31 de diciembre, en el Monoprix del Fauburg Saint-Honoré. Fue el golpe más audaz. Acudió una cincuentena de activistas. Llenaron 13 carritos de bolsas de arroz, de botellas de aceite, de leche, latas de atún y de tomate; pero también de foie-gras, de salmón ahumado y de botellas de champán, productos típicos de cualquier cena de Nochevieja en Francia. Después se presentaron de golpe todos en la zona de las cajas y las bloquearon al negarse a pagar. Discutieron con el encargado y los empleados durante unos minutos. Todo duró media hora. “El centro accedió para que la situación no degenerara en un día de fiesta”, explicó un portavoz de Monoprix al periódico Libération. Después, según asegura el colectivo, repartieron todos los productos, incluido el foie-gras y el champán entre personas paradas, inmigrantes sin papeles de un barrio de París.


“Las campañas de movilización por los derechos sociales ya no funcionan, y por eso hay que buscar formas de solidaridad más concretas, sobre todo ahora con la crisis y la degeneración de las condiciones de vida y de trabajo”, explicaba a ese mismo periódico francés uno de los participantes en la acción sin decir su nombre. Algunos los han bautizado como los Robin Hood de los supermercados. Ellos mismos utilizan palabras de muchas sílabas para describir sus acciones: “autodefensa social”, “autodistribución”…


Para Monoprix, que cifró en casi 5.000 euros el precio del producto escamoteado, el único calificativo que tienen es el de ladrones y su actuación, el de atraco.


Da la impresión de que no pararán aquí: en un comunicado colocado en su página web, este colectivo defiende su postura y añade: “La autodistribución es algo tradicional en los movimientos de lucha de parados y trabajadores precarios y pedimos que se desarrolle ahora, en este año que se anuncia rico en revueltas”.


Carlos Ballesteros
Del blog "Los jueves de siete a nueve"
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