Wednesday, April 29, 2009

Trabajar en el Far West


Estoy de nuevo en Sudán, un país que acaba de salir de un prolongado periodo de guerra civil. Toda una generación (20 años) que no ha conocido ni paz ni estabilidad social alguna. Es curioso ver cómo una situación marcada por la violencia y la ausencia de una cultura del diálogo puede marcar tanto a toda una sociedad y permanecer impreso en la mentalidad de la gente por años y años.

A pesar de haberse firmado la paz, en Sudán se vive en una situación de conflicto de baja intensidad y lo peor es que la proliferación de pequeñas armas supone que cualquier problema que podríamos calificar de "doméstico" (un desacuerdo entre vecinos, por ejemplo) puede terminar en una balacera ya que aquí hasta el más tonto tiene un arma debajo de la cama o en algún escondrijo. Los argumentos orales aquí duran poco, se pasa rápidamente de las palabras a los hechos (y dado el caso se obvia el trámite de los puños o las tortas en toda regla)... y esto es consecuencia de haber vivido largos años bajo la influencia de un enfrentamiento armado que todavía subsiste en la mente de las personas
Las personas que trabajan aquí, sean cooperantes, misioneros, voluntarios o simples comerciantes, deben tener buenos dotes de resistencia y aguante, ya que antes o después se verán enfrentados a situaciones cuando menos intimidantes. Un simple soldado o ciudadano borracho en posesión de un arma es un peligro público que, por desgracia, abunda bastante por estos lares. En muchas ciudades y pueblos, los disparos sobre todo por la noche son algo casi cotidiano. Hace pocos días recogía yo estadísticas de un hospital perdido en un rincón de Sudán, donde se han llevado a cabo importantes operaciones de cirugía. Mientras ha habido 600 operaciones "normales", al mismo tiempo se llevaron a cabo 293 intervenciones quirúrgicas a heridos de bala. Más claro, el agua: las cifras cantan y no creo exagerar si comparo esta situación con un Far West violento y rudo, donde hay una policía con pocos recursos y menos formación, con un judicial que parece inventado por John Wayne y donde sólo salen adelante los más duros y los que pueden hacerse valer por razón de las armas.

Un líder rebelde sudanés dijo una vez que se podía destruir una ciudad en pocas horas, pero reconstruirla era cuestión de años (o de decenas). Lo mismo creo que pasa con la confianza y con la atmósfera de paz y de estabilidad de un lugar. Son microclimas que si se echan a perder tardarán muchos años en rehabilitarse, ya que el daño que se les hace es inestimable: se pierde la capacidad de diferir sin enfrentarse, la de dialogar sin crispación, se pierde la confianza en la ley, en las fuerzas de seguridad, en el respeto a la vida... y después no queda otra cosa que confiar en la propio instinto de supervivencia y tirar para adelante como sea ya que la vida termina por no valer nada.

Una de las cosas que no se aprecian en Occidente (porque la hay en abundancia) es el sentimiento de seguridad. Es cierto que hay criminalidad, bandas organizadas y zumbados que de vez en cuando empuñan un arma y hacen estragos... pero estadísticamente podemos decir que como promedio se vive relativamente seguro en la gran mayoría de los pueblos y ciudades por lo menos de Europa. Esto falta y mucho en África. Incluso régimenes democráticos establecidos (como puede ser el caso de Suráfrica), tienen que lidiar con índices altísimos de criminalidad y de posesión ilegal de armas. Son reductos de situaciones de inseguridad y de opresión que han marcado profundamente a la gente.

El camino para salir de la pobreza pasa también por ese proceso tan importante pero tan desesperadamente lento de superar el trauma de la violencia y pasar de la guerra a la paz en las mentes, los corazones y las actitudes vitales de los ciudadanos de a pie. Ni que decir tiene que este proceso es ya de por sí una labor titánica.
Alberto Eisman
Jaén, 1966. Licenciado en Teología y máster en Políticas de Desarrollo. Ha sido director de país de Intermón Oxfam para Sudán donde se ha encargado de la coordinación de proyectos en Nairobi y Wau.
Muzungu

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