Wednesday, June 24, 2009

Joshua se quiere llamar Cristiano


Sé que los que miramos el así llamado “Primer Mundo” desde el Sur podemos llegar a ser demasiado cáusticos con actitudes y eventos que allí tienen lugar y que por sus características o su recurrencia son considerados prácticamente normales. Incluso dentro de estas circunstancias de normalidad, hay situaciones excepcionales que incluso alteran la monotonía de un mundo que parece que no se sorprende por nada.

Como si de una nueva competición para romper el libro Guinness de los Records se tratara, el Real Madrid y su presidente han decidido apuntar a lo más alto y contratar para la casa a dos superfiguras del balón: Kaká y Cristiano Ronaldo. Hasta ahí nada nuevo, si exceptuamos el “dineral” (creo que aquí la acepción de la palabra se queda pequeña para tamaña cantidad de dinero) que el presidente del equipo blanco ha tenido que desembolsar.

Yo reconozco que la única afición futbolística que tengo (y que alimento siempre y cuando tengo conexión a internet) es revisar los resultados de 2ª B - grupo IV y ver qué hizo el Real Jaén el domingo anterior. Pero mi pasión por el balón es tan modesta que ni siquiera sé el nombre de la plantilla de tan heroico equipo, pero eso es otro tema. A lo que iba, sin entrar en las polémicas de equipos y aficiones, creo que hay cosas en nuestro mundo que comienzan a clamar al cielo, máxime en tiempos donde hay crisis económica, regulaciones de empleo, millones de parados y colas interminables en las oficinas de Cáritas.
¿Cuánto vale un ser humano? ¿Cuál es su verdadero valor y su precio? ¿Vale todo para conseguir un jugador? Preguntas como estas han supuesto verdaderos ríos de tinta en estos días y ojalá que continúen sacudiendo nuestras conciencias porque creo que en un mundo donde parece que “todo vale” con tal que siga el espectáculo también hay que poner ciertos límites. Que haya alguien dispuesto a pagar tal burrada de dinero no significa que la cosa sea lícita, nunca está de mar decirlo. Es una de las muchas “burradas” que se permite nuestro civilizado e insolidario mundo.
Para más inri, en el rincón de Uganda donde me encuentro un pequeño llamado Joshua Okello, estudiante de 7º de primaria ha pedido oficialmente a sus padres cambiarse el nombre por el de Cristiano. No sé cuánto dinero vale el futbolista, pero por lo pronto su fama y su ascendencia sobre los seguidores más jóvenes es tanta como para que un niño de marras decida que su nombre no es lo suficientemente bueno y quiera tener el de la estrella futbolística – por el momento - más cara del mundo. Me da pena, porque me gustaría que el hoy Joshua Okello, estudiante de 7º de primaria en un rincón perdido de la selva africana fuera un día famoso en todo el mundo por ser un físico nuclear, un medallista de fondo, un revolucionario investigador, un inventor o un escritor de inigualable estilo... eso y más sería posible si Joshua tuviera las oportunidades y los medios que se podrían crear si nuestro mundo fuera algo más solidario y si en vez de adorar con oros y prebendas a sus ídolos modernos dedicara parte de sus medios financieros a tantas causas dignas que hoy gritan al cielo. Para mí, una de ellas sería que Joshua se sintiera contento, orgulloso y satisfecho de ser Joshua.
Alberto Eisman
En clave de África

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