La espiritualidad al servicio de la militancia obrera cristiana

(Vida Nueva) La teología de Tomás Malagón, que él llamaba “teología social”, es un intento de hacer de la experiencia espiritual cristiana el corazón y el motor de la militancia obrera cristiana en sus implicaciones sociales, políticas, económicas, culturales y eclesiales, en el que se armoniza lo evangélico y lo obrero, lo místico y lo secular, la vida política y la vida eclesial… Desde muy joven percibió el dualismo que a tantos atenazaba: por un lado, oración, vida sacramental, vida espiritual; y, por otro, militancia y lucha por la justicia.

Por eso, su intento es un esfuerzo teológico por lograr que el encuentro con el Dios de Jesucristo se convirtiera en la dimensión unificadora de la conciencia cristiana y en el corazón de la actividad política del cristiano. En el año del 25º aniversario de su muerte, este ‘Pliego’, realizado por José García Caro, es una síntesis de las enseñanzas de Malagón.

(José García Caro) Una de las fuentes de las que bebió la teología de la espiritualidad de Tomás Malagón fue su experiencia cristiana. Fue un hombre de profunda y larga oración. Los que le conocimos y compartimos vida con él, vimos cómo, tratando de cuestiones sociales o políticas, teológicas o eclesiales, su boca, o más bien su corazón, expresaba ese Espíritu cristiano que le poseía y cultivaba con esmero, expresando palabras sentidas, cautivadoras. Sólo desde aquí se puede explicar su pensamiento teológico. Todo para él era, en el fondo, la manera de expresar histórica y socialmente la politicidad de la fe cristiana.

La otra gran fuente de la teología de Malagón fue su encuentro con la experiencia obrera. A los 19 años, Malagón, acabados los estudios de Filosofía en la Universidad de Comillas, es movilizado por el ejército republicano y enviado al frente de la Rábita y Motril. Allí se plantea Malagón, por primera vez, la cuestión de las relaciones entre la fe cristiana y la militancia obrera. Y allí, en medio de un denso bombardeo, se plantea que, al acabar la guerra, se haría sacerdote y se dedicaría al mundo obrero. En la HOAC, años más tarde, desarrollará aquel compromiso contraído con Dios de servir al mundo obrero.