Sunday, June 07, 2009

La homilía de Betania: EL SECRETO DE DIOS

Por Javier Leoz

--Como los pies de los paseantes, que al borde la playa, son acariciados una y otra vez por las olas del mar.

--Como los rostros de los montañeros que, en su ascensión a las cumbres, son lisonjeados por el sol desparramado en millones de rayos solares

--Como los peregrinos que, en su peregrinar, son zarandeados por la presencia de las ráfagas del viento…..así es el amor trinitario: un Dios que se desborda.

--Un Dios que se acerca al hombre sin perder su naturaleza pero como Padre, Hijo y Espíritu.


1.- La vida de la humanidad, es distinta desde que Dios se encarnó. Desde entonces, los pasos del hombre, han sido seguidos muy de cerca por un Dios que, siendo desconocido, adquiere la hechura de hombre para que entendamos que –su objetivo- no es otro que recuperarnos y rescatarnos definitivamente.


La Santísima Trinidad, más que Misterio –que lo es- es una llamada a reconocer al Dios que nos salva. A caer en la cuenta de un mal endémico que nos asola: hablamos muy poco de Dios y, cuando lo hacemos, lo manifestamos tímidamente ¿Dónde hemos dejado a Dios? Estamos en un momento muy apropiado para recuperar espacios para un Dios que, lejos de encerrarse en sí mismo, nos mostró un camino –el de la Encarnación- para encontrarle y para hacerse el encontradizo con nosotros. Flaco favor haríamos a nuestra fe, a nuestra vida cristiana, si la presencia trinitaria la dejásemos envuelta en un gran Misterio pero sin relevancia social, deportiva, económica, política, eclesial o familiar.


--Felicito, a esos deportistas, que cuando saltan al terreno de juego, miran hacia el cielo y se santiguan. Significa, entre otras cosas, que en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, esperan llegar con éxito al final del encuentro.

--Felicito a esas familias, que cuando se trasladan o adquieren una nueva vivienda, recurren a la presencia del sacerdote para que, con el agua bendita, se haga presente la gloria de la Trinidad que sostiene el amor y la fidelidad en el matrimonio.

--Felicito a esas personas que, al salir de casa, tomar un avión, montarse en un coche o trasladarse en un tren, rezan y hacen la señal de la cruz. Porque, en definitiva, creen y esperan que el amor de Dios, que está presente en el Hijo y en el Espíritu, será garantía de un futuro o de un viaje feliz.



2.- Sí, amigos. Desde el día de nuestro bautismo fuimos marcados con el “sello” de la Santísima Trinidad. Y, precisamente por ello, porque somos sellos de la Santísima Trinidad hemos de estampar con palabras y con obras, en gestos y con la vida, lo que sentimos, creemos y profesamos: DIOS ES AMOR, DIOS ES FAMILIA, DIOS ES TRES EN UNO.


Nunca podremos acceder a ese secreto íntimo, lo más interno de Dios, que es la Santísima Trinidad. Pero, si que es verdad, que hay rasgos que nos hacen deducir como es la vida de esa familia, cómo viven dentro, desde dónde, por qué y para qué: la vida de la Trinidad es una vida de comunión, en el amor y desde el amor, por y para la humanidad.


Un día, Dios, quiso aventurarse y –abriendo una ventana del cielo- quiso hacerse hombre. Otro buen día, el Padre –descendiendo en llamas de fuego- se hizo Espíritu, soplo que anima nuestra vida cristiana, que nos lleva a conocerle más y mejor, a amarle con todas nuestras capacidades y desarrollo de nuestros talentos.


La Santísima Trinidad, su UNIDAD indivisa, es una gran lección para este mundo nuestro; para nuestras sociedades, familias, parroquias, diócesis, pueblos o ciudades… empeñados en ser tan diferentes, los unos de los otros, que olvidamos que la comunión es un factor integrador y que nos lleva a la felicidad. ¡Ese es el secreto de la Santísima Trinidad! ¡Amor de Dios!



3.- ESTÁS AQUÍ, SEÑOR
No te vemos pero, en Belén,
te hiciste hombre, te dejaste tocar,
adorar, amar y ofrendar.
No te escuchamos, pero en el Espíritu
tu voz habla con fuerza.
Fuiste, Cristo, la última palabra
que pronunciaste, la que se mantiene viva
perenne con el transcurso
de los años y de los siglos.
No te alcanzamos con la mano
pero en la Eucaristía vives y nos fortaleces
nos haces sentir tu cercanía y tu compromiso
tu poder y tu auxilio, tu Gracia y tu bondad.
ESTÁS AQUÍ, SEÑOR
Que no te dejemos más allá del sol y de la luna
pues bien sabemos, oh Dios,
Que eres sol de justicia
cuando te buscamos en las luchas de cada día
o te defendemos en los más necesitados
Cuando te anhelamos
en un mundo que necesita ser mejor
o te descubrimos en la común unión con los otros.
ESTÁS AQUÍ, SEÑOR
Tu secreto, un secreto a voces,
es el amor del Padre, con el Hijo y en el Espíritu.
Una familia que, estando sentada en el cielo,
camina con los pies de Cristo en la tierra.
Una conversación que, dándose en el cielo,
se escucha con nitidez a través del Espíritu Santo
Una mesa que, asentándose en el cielo,
se prolonga en la casa de todos aquellos
que cantan, creen, viven y se asombran
ante el Misterio Trinitario.
ESTÁS AQUÍ, SEÑOR
En el amor que se comparte
En la libertad que nos hace libres
En los lazos que unen
En el despliegue de ternura y de comprensión
En la personalidad de cada uno
En el afán de buscar puentes y no divisiones
ESTÁS AQUÍ, SEÑOR

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