Friday, June 19, 2009

Mirada al Mundo: A veces es mejor perderse



Por Javier Troyas Alfaro
¿Te acuerdas cuando en medio de aquel viaje o aquella escapada acabaste perdiéndote por un instante?

Son momentos en los que se nos obliga a arriesgar, en los que conoces los lugares y la gente más auténtica de tu travesía, saboreas platos que nunca hubieses probado, disfrutas lugares que nunca hubieses descubierto, vives situaciones a las que no estabas acostumbrado, te conoces un poquito más, sientes cosas que nunca hubieses sentido y acaba siendo siempre una buena anécdota para contar y recordar, algo que te unirá siempre a aquellas personas con las que lo compartiste.
Cuando el trigo comienza a amarillear, la maíz verdea, las bicicletas se multiplican en la calle, los días se van alargando, se escucha el bullicio de los niños jugando con globos de agua en las plazas, cuando el sol sale más decidido y los girasoles tienen más claro hacia donde mirar; entonces, no hay duda, eso significa que se acerca el verano.
Un buen momento para hacer un pequeño desvío en nuestro camino y perdernos; un buen momento para arriesgar y vivir una experiencia trasformadora acercándonos al que lo necesita. Abrir puertas de mundos que desconocemos, a pesar de convivir con ellos; muchas veces, más cerca de lo que creemos.
En ocasiones, uno se siente como un explorador, nunca sabe lo que va a encontrar; a veces, ni lo que esta buscando. Pero el que busca acaba encontrando. En este caso el objeto, el protagonista de nuestra búsqueda, esta vivo y eso cambia las cosas y nos cambia a nosotros.
Todos sabemos que existe la desigualdad, ya sea a través de los periódicos, las noticias, la revista de esa asociación a la que estamos inscritos, porque vamos con los ojos abiertos cuando vamos por la calle, algún amigo o amiga que lo ha vivido…
Pobreza, injusticia, hambre, soledad… son palabras con las que estamos familiarizados, realidades de las que, de alguna manera, somos conscientes. Sin embargo, cuando uno se acerca a compartirlas, cuando le pone caras, sonrisas, lágrimas, anécdotas, silencios, momentos compartidos… Entonces, todo es muy distinto, en ese momento estás un poco jodido, pero eres mucho más feliz, más rico humanamente y de criterio, mucho más libre; consciente de que será imposible vivir el resto de tu vida indiferente a lo vivido y con necesidad de hacer uso coherente y comprometido de tu libertad.
Esos lugares y aquella gente terminan por hacerse un hueco en tu corazón, te van transformando, dando forma y acaban por ser un poco culpables de tu forma de leer, entender y actuar en el mundo.
pastoralsj

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