Sunday, June 14, 2009

Ser amado y amar - Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo


A veces se acusa a algunos cristianos de “ir a misa” y no reflejar después en la vida la fe que dicen profesar. Quienes acusan de esa forma a los cristianos pueden ser interesados y tratar de disculpar su abandono de la Eucaristía. Sincera o no, la acusación es dolorosa.
Pero no deberíamos ignorar esas críticas. Quienes así hablan tienen razón en denunciar una lamentable incoherencia. Han descubierto de algún modo que no se puede celebrar la eucaristía y olvidar después las necesidades del prójimo.

En la encíclica “Dios es amor” Benedicto XVI, afirma que “en el culto mismo, en la comunión eucarística, está incluido a la vez el ser amado y el amar a los otros. Una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma” (DC 14).
Es totalmente necesario recordar siempre esa dimensión amorosa de la Eucaristía. Pero más necesario es recordarla en este día en que se celebra la Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo. Un día dedicado a meditar en la vocación y la tarea de la caridad.

SIGNO DE LIBERACIÓN

El evangelio que hoy se proclama (Mc 14, 12-16.22-26) nos introduce en una “sala grande, en el piso de arriba, arreglada con divanes”. Los detalles son importantes. Todo indica que allí celebra Jesús la cena de Pascua con sus discípulos.
La escena nos lleva a recordar el sacrificio de los corderos de la Pascua. La fiesta había sido en otros tiempo un motivo para celebrar el despertar de la naturaleza después de los fríos del invierno. Pero un día se había convertido en el signo de la liberación del pueblo de Israel.
Jesús había ido recorriendo los caminos para anunciar la salvación y el amor de Dios. Ahora Jesús celebraba la entrega de su vida como el signo de la nueva y definitiva liberación. Él es el verdadero cordero de la nueva Pascua. Recordarlo es proclamar el amor.
En la exhortación “Sacramento de la caridad”, escribe también Benedicto XVI: “No podemos guardar para nosotros el amor que celebramos en el Sacramento. Éste exige por su naturaleza que sea comunicado a todos. Lo que el mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en Él” (SC 84).

SIGNO Y COMPROMISO

En cada celebración de la Eucaristía recordamos los gestos y las palabras de Jesús. Al partir el pan y al entregar el cáliz con el vino, Jesús no estaba solo recordando la historia de su pueblo. Estaba entregando su vida entera por amor.
• “Tomad, esto es mi cuerpo”. El Señor entregó libremente su existencia. Con esa inmolación se hacía evidente el amor de Dios a los hombres. Los que celebramos hoy la Eucaristía ofrecemos también nuestra vida a todos nuestros hermanos.
• Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”. El Señor entregó su sangre, que en su tiempo era entendida como fuente de la vida. Los que celebramos la Eucaristía participamos de su misma vida. Y nos comprometemos a ofrecer la nuestra en ayuda a los demás.
- Señor Jesús, ofrecido por nosotros, agradecemos tu sacrificio, te veneramos en el sacramento de la eucaristía y lo celebramos como signo del compromiso de la caridad más coherente. Amén.

José-Román Flecha Andrés
Ecclesia

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