Wednesday, February 24, 2010

“No entiendo cómo se puede excomulgar a los políticos católicos socialistas"


21 entrevista al embajador de España ante la Santa Sede
En cuatro años como embajador de España ante la Santa Sede, Francisco Vázquez ha logrado que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y la Iglesia Católica suavizaran sus relaciones, ardua tarea y aún hoy día no exenta de dificultades. Se dice que los gallegos son ambiguos. No lo parece Vázquez, que habla sin tapujos y con grandes dotes de comunicador.

¿Cuál es su función ante la naturaleza de las relaciones Iglesia-Estado?
Las relaciones van más allá de lo estrictamente religioso. En España se tiene la tendencia a ver el Vaticano como la cabeza de la Iglesia, cuando la Santa Sede es un Estado con una dimensión universal, con un valor político inmenso porque aquí se tiene un nivel de conocimiento muy profundo de lo que pasa hoy en el mundo. A nivel internacional, algo que no consigue una superpotencia lo consigue el Vaticano a través de un nuncio gracias a la intervención de unas monjas misioneras. La Iglesia además tiene una magnífica capacidad de intermediación para buscar el consenso en grandes organismos y conferencias internacionales. Por ejemplo, el Vaticano es un gran mediador en el caso de secuestros de rehenes. La capacidad política del Vaticano es superior a la mayoría de los Estados, así como su gran liderazgo de opinión. El trabajo de un embajador es muy amplio, sobre todo en la medida en que su gobierno asuma esta realidad más compleja que el hecho puramente religioso.
¿En qué medida el Gobierno actual asume esta realidad más amplia?
Tengo que decir que el ministro Moratinos sí tiene esa intuición. Él, por ejemplo, habla con el Vaticano de Cuba. O de la apertura de China. Pero es algo excepcional en la historia de esta embajada. En España siempre hubo esa torpeza de entender las relaciones con el Vaticano a nivel estrictamente religioso, un craso error en el que otras potencias, como es el caso de Francia, de Italia, no incurren, al contrario.
Desde una perspectiva cristiana, ¿es necesario un aparato a nivel político para lograr esa capacidad de mediación y ese liderazgo de opinión del que hablaba?
El Vaticano es un Estado atípico, sus esfuerzos no corresponden a intereses materiales ni coyunturales, de hegemonía o expansión. Esta embajada no tiene agregado de defensa, ni comercial, ni di educación. La Iglesia sí que tiene que tener una protección institucional que le permita gozar de un espacio propio en el conjunto de los Estados, que le consienta ese reconocimiento a la hora de ser interlocutor y, sobre todo, a la hora de defender la libertad de la propia Iglesia, el derecho a la libertad religiosa, el ejercicio de la fe de los católicos en cualquier parte del mundo. Para eso necesita un Estado.
Cuando usted fue nombrado embajador las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia no eran muy halagüeñas...
Es cierto. Ahora la situación ha mejorado, hay un diálogo fluido. Eso no impide que haya malentendidos, tensiones derivadas más de las relaciones Iglesia española-gobierno de España que de las relaciones España-Santa Sede; en éstas hay mayor intercambio de visitas, mayor clima de confianza, eso es lo que reafirma ese nivel favorable que ha permitido acuerdos importantes. Yo llegué aquí en un momento, más que de desencuentro, de falta de diálogo. Le sugerí a Zapatero que la vicepresidenta De la Vega asumiera el papel de primera interlocutora con la Santa Sede, como ocurría en el primer gobierno Gonzalez, cuando el vicepresidente Alfonso Guerra era el canal preferente para las relaciones con el Vaticano. También ha ayudado mucho el número de visitas que ha realizado Moratinos. El compromiso de dialógo permite informar a la Iglesia aquí en Roma y allá en España sobre los proyectos de ley.
¿También con la ley del aborto?
En cuanto a la ley del aborto, ha habido un diálogo, y tanto en el Vaticano com en la Iglesia de España se habrá apreciado la mejora del texto de la ley. Eso no significa que la Iglesia vaya a aceptar la ley del aborto, pero es consciente del esfuerzo de quien se ha movilizado, dentro del partido socialista, para limitar los daños de esa ley, por ejemplo, por lo que concierne al derecho de objeción de conciencia, los plazos, etc. Por eso no entiendo cómo hay quien puede hablar de excomulgar a los políticos católicos socialistas... precisamente los que han trabajado para mejorar esa ley.
Recientemente el obispo de Oviedo hablaba de la “hostilidad” del Gobierno hacia la Iglesia.
Yo la palabra hostilidad no la acepto, no hay ningún tipo de hostilidad, lo que hay es una necesidad de ir adaptando la legislación a unos escenarios nuevos. No han cambiado tanto las costumbres, cuanto los estratos de población. El catolicismo ha dejado de ser la única religión en España. Esto no excluye una situación especial para la Iglesia católica –y esto no lo pone en duda nadie en el gobierno–. La Constitución señala que el Estado es aconfesional pero reconoce el carácter especial que siempre tendrá la Iglesia Católica, porque lo contrario sería negar lo evidente. En ese sentido se está trabajando en el borrador de la nueva ley de libertad religiosa. Pero sin la fe católica no se puede entender lo que es la España de hoy. Ante las declaraciones del nuevo obispo de Oviedo, tengo que decir que, tal como pasa en el mundo de la política, también en el mundo de la Iglesia hay pluralidad de opiniones y hay quien da a veces opiniones inoportunas.
¿Le parece que sigue habiendo en el Estado español un enfrentamiento entre las “dos Españas”?
Sí, por una parte está el anticlericalismo anacrónico y por otra el intervencionismo eclesial. Son dos lastres que hemos tenido en los últimos 200 años, ambos nefastos. Pero a mí lo que me gusta subrayar siempre es el pluralismo de la propia Iglesia: un pluralismo que tiene la propia jerarquía.
¿Pero esa imagen de las dos Españas corresponde a la realidad? ¿O más bien las dos gritan tanto que no dejan ver otras realidades? Porque siempre ha habido también una “tercera España”.
Sí, fue esa tercera España la que fue llevada por delante durante la guerra civil. Ha habido siempre una tercera España, incluso en el franquismo, por ejemplo el embajador Joaquín Ruiz-Giménez, que consiguió el concordato limitando el poder de la Iglesia española en el franquismo.
La Iglesia achaca a Zapatero un cierto neoliberalismo moral, esa primacía de la autonomía moral, de la libertad individual. Hace no mucho los jóvenes socialistas lanzaron el lema “la libertad os hará verdaderos”...
Pues para un partido socialdemocráta, más que para otros, la libertad tiene límites, especialmente cuando choca con los objetivos comunes, con intereses sociales y colectivos. La libertad, para los socialistas, está supeditada a la igualdad. Quizás los jóvenes socialistas carecen de una formación ideológica sólida sobre qué es el socialismo. De hecho, lo que se le imputa a las nuevas tendencias de la izquierda es la falta de pilares ideológicos, y eso se manifiesta en la crisis del socialismo europeo. Por ejemplo, el aborto no es un principio de izquierdas, todo lo contrario. Un ejemplo es Tabaré Vázquez, presidente de Uruguay, socialista y agnóstico, que ha vetado la ley del aborto. Y es que es una postura de izquierdas el defender al más débil, en este caso, el feto, y también lo es rechazar todo lo que se ejercite con la violencia. Desde la izquierda se puede ser contrario al aborto, no sólo desde el catolicismo.
En el partido socialista los católicos son una exigua minoría. Usted, desde su posición como político socialista católico, ¿cómo vive esta realidad?
No hay ninguna dicotomía entre ser católico y socialista. Vivimos en España una situación de crispación, de posturas preconcebidas, parece que si uno es católico no puede ser de izquierdas. Además mi partido es plural y recoge sensibilidades muy variadas, católicos, pero también algunos pseudoprogresistas anticlericales que se erigen en abanderados de lo más moderno.
¿Por qué no forma parte usted del grupo Cristianos para el socialismo?
Porque mi condición de católico me obliga en todos los aspectos de mi vida: familiar, política, social. Mi compromiso con la sociedad lo materializo con el partido socialista. Me llevo magníficamente con el grupo de cristianos socialistas pero yo soy militante del Partido Socialista Obrero Español sin más adjetivos. Yo soy católico tanto en el ejercicio político como tomándome copas con mis amigos. Reconozco que soy un mal católico a veces. Pienso que etiquetándose uno como “socialista cristiano” se puede caer en la tentación de ostentar el ser católico, lo cual después provoca contradicciones. •

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