Saturday, May 15, 2010

Recordando a Monseñor Enrique Alvear, Obispo de los pobres


“No andemos temerosos porque hay signos de violencia, anhelos revolucionarios, fuertes movimientos juveniles que buscan un mundo más justo. Sintamos la alegría de saber que todo eso es el signo que nos manifiesta que Dios está impulsando en el mundo un gran cambio. El quiere una comunidad humana donde el hombre sea más persona y las personas más solidarias…” escribía Monseñor Enrique Alvear en carta al director de El Mercurio en 1969.

(De Fundación Enrique Alvear UrrutiaUI)



El Cristo solidario. 1974-1982

Durante los últimos ocho años de su vida, y de su vida episcopal, don Enrique logró llevar a una expresión sublime la unión mística de Jesús y los pobres al acentuar la figura positiva del Cristo solidario. En los tiempos más violentos de la administración militar, afrontando las consecuencias trágicas de un mundo que no supo ser solidario, don Enrique Alvear logró hacer patente la cálida intimidad de Jesús con las víctimas del nuevo orden liberal autoritario.


En 1974, el obispo titular de San Felipe renunció a su diócesis para ser obispo auxiliar de Santiago y estar más cerca del card. Silva Henríquez y de los pobres de la capital.


Los presos y perseguidos, los muertos y desaparecidos, los obreros y los pobladores sin casa -todas las víctimas del gobierno militar- fueron el centro de su atención. Desde ellos renacía la Iglesia, la evangelización, el amor de Dios. él mismo quiso ser testimonio de ello. Personalmente fue a rescatar a una joven detenida en Villa Grimaldi en 1974. Personalmente descubrió a los desaparecidos de Lonquén en 1978. Personalmente respaldó una toma de terrenos en Pudahuel Sur en 1981...


La solidaridad en todos estos casos, y en muchos más, no era sólo una actitud humanista. Era la señal preciosa de la intimidad espléndida de Jesús con los pobres. En 1979 le dijo orgulloso al Papa Juan Pablo II que su principal logro como obispo había sido incorporar la solidaridad como parte de la evangelización. Como lo percibió muy bien tras su apoyo a la gran huelga de hambre por los desaparecidos en 1978, era indispensable vivir su cristianismo en una intimidad amorosa y liberadora de los pobres.


El testamento pastoral de don Enrique Alvear fue su carta 'Desde Cristo solidario construimos una Iglesia solidaria', de marzo de 1982. Sistematizando la experiencia de múltiples iniciativas cristianas de base, y de organizaciones populares en general, don Enrique recogió los momentos del único proceso histórico que dinamizaría a la Iglesia y al mundo: la solidaridad espontánea, organizada y amplia con los pobres de Chile.


Cuando en 1979 se realizaron los funerales de las víctimas de Lonquén, el obispo auxiliar de Santiago logró sacudir a un pueblo indignado y dolorido con estas palabras: 'Vuestra tristeza se convertirá en gozo... (Cristo) no viene a eternizar la muerte y el dolor. Viene a vencerlos. él es Vida y viene a dar vida...' Días antes de su 'pascua' le escribió la Agrupación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos: 'Tan solo con decir su nombre nuestro corazón palpita de alegría y se nos llena de una cálida dulzura... Gracias, monseñor, por lo que nos ha entregado, por lo que nos ha enseñado, gracias por ser tan maravillosamente terrenal.' ('Mensaje' n. 421)


(De Umbrales)

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