Tuesday, July 27, 2010

Los católicos ante la realidad del suicidio en Japón


El 51% de los cristianos sufren este drama en su círculo cercano


(Alejandra Peñalver) Resulta evidente que algo no funciona cuando una nación que abandera el progreso, la innovación y la riqueza económica desde hace décadas figura también en los primerísimos puestos de otro ránking menos deseable. Por duodécimo año consecutivo, el número de suicidios en Japón superó las 30.000 personas en 2009, en concreto, 32.845 japoneses. Una escalofriante cifra que supone un aumento de 504 personas con respecto a 2008 y un promedio de una muerte cada 16 minutos, es decir, 80 personas al día, 2.500 al mes.


Estos datos, que han sido recientemente publicados por la Agencia Nacional de Policía, coinciden con los de un estudio realizado por Cáritas Japón y difundido el pasado mes de mayo, según el cual “el 51% de los católicos japoneses se sienten afectados por el suicidio de alguna persona de su círculo más cercano”. Este gran drama nacional se ha convertido en un auténtico reto para Iglesia católica en Asia.


Comentando estas cifras, el obispo auxiliar de Tokio y vicepresidente de Cáritas Japón, Jacob Kazuo Kohda, hace hincapié en el mensaje que la Conferencia de Obispos Católicos de Japón (CBCJ) lanzó en 2001 con respecto al suicidio. En aquel texto, titulado Reverencia por la Vida, la CBCJ aseguraba: “Lamentablemente, la posición de la Iglesia de considerar el suicidio como un pecado mortal contra Dios es fría, crítica y discriminatoria. Admitimos esto y nos arrepentimos”.


En este sentido, el obispo apela a toda la comunidad de católicos japoneses “para ofrecer servicios funerarios y oración por los fallecidos, que necesitan la misericordia y el perdón de Dios, así como para los familiares, que necesitan ayuda y ánimo”. Algunos participantes en el sondeo de Cáritas, sin embargo, aseguran que fueron incapaces de conseguir funerales católicos para sus seres queridos que habían cometido suicidio.



Ayudas de la Iglesia

No obstante, la Iglesia ha implementado en los últimos años numerosas medidas para intentar disminuir el número creciente de casos. Las ayudas son variadas, aunque casi todas ellas están encauzadas a través de la Doctrina Social de la Iglesia, en forma de conferencias, por ejemplo, pero no sólo: en el teléfono-consulta (shoudan, en japonés) se produce un continuo flujo de llamadas que son atendidas día y noche por sacerdotes, monjas y laicos. A través de estos cauces se ayuda a las familias tanto espiritual como materialmente.


Más allá de la impunidad sociocultural, existen otras causas, como la creciente tasa de desempleo, la depresión consiguiente o la elevada presión social a la que se enfrentan los ciudadanos de una sociedad considerablemente hermética, exigente, jerarquizada. Y donde no es extraño conocer el caso de alguna persona que muere exhausta debido a la excesiva sobrecarga de trabajo (karoshi). Entre los métodos más utilizados, el más habitual es el de arrojarse a las vías del metro.


“Desapareció por completo mi deseo de vivir”


Akiyama (prefiere preservar su identidad bajo un pseudónimo) es un hombre de 46 años que, tras ser despedido de su trabajo en una fábrica de manufacturas, pensó que nada más en la vida tenía sentido. “Desapareció por completo mi deseo de vivir”, asegura. Un año después de su desesperado intento, Akiyama está realizando una labor de voluntariado que poco a poco le está ayudando a recuperar la confianza en sí mismo.

Vida Nueva

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