Saturday, January 29, 2011

Asesinados dos sacerdotes diocesanos en Bogotá



El secretario general del Episcopado colombiano, Juan Vicente Córdoba


La Policía investiga los posibles móviles del crimen, que tuvo lugar el pasado miércoles


(Jimmy Escobar G. – Vida Nueva Colombia) La Policía Metropolitana de Bogotá matiene comunicación constante con la Secretaría General del Episcopado colombiano, luego de la violenta muerte en el sur de la capital colombiana de los sacerdotes Rafael Reatiga Rojas y Richard Armando Piffano Laguado, de 36 y 35 años de edad, respectivamente. Ambos murieron tiroteados en la noche del miércoles 26 de enero.


Los dos sacerdotes se encontraba a bordo del vehículo del P. Reatiga Rojas, en las inmediaciones de la localidad de Kennedy (sureste de Bogotá), en compañía de un tercer hombre, quien, desde la parte de atrás del vehículo, habría disparado en repetidas ocasiones contra los dos religiosos para luego huir del lugar.


La reacción de rechazo y estupor por este hecho tuvo su primera expresión el secretario general de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), Juan Vicente Córdoba, quien conoció a los dos sacerdotes fallecidos en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, cuando hacían un postgrado en Bioética en el año 2002.


En declaraciones a Vida Nueva Colombia, Córdoba ha expresado su pesar, al tiempo que informó sobre los detalles y circunstancias que se conocen hasta el momento alrededor del hecho que ha conmovido tanto a la Arquidiócesis de Bogotá como al episcopado en general, y a las comunidades en las que trabajaban cada uno de estos pastores.



“Eran muy pacíficos”

“En lo que pude conocerlos y compartir con ellos, puedo decir que eran muy pacíficos, tranquilos, muy pastorales, nunca advertí una posición extrema en su carácter, ninguno de los dos era ese tipo de sacerdote bélico o extremo so pretexto de las causas sociales, y, por el contrario, siempre se interesaron por los temas de ética de la vida, ellos se ayudaban mucho mutuamente. Compartí con ellos muchas sesiones de estudio y trabajos universitarios”, destaca el secretario general.


El sacerdote diocesano Rafael Reatiga pertenecía a la diócesis de Soacha y era párroco de Jesucristo Nuestra Paz, parroquia ubicada en la localidad de Bosa en el suroeste de Bogotá. El también diocesano Richard Armando Piffano Laguado era párroco en San Juan de la Cruz, parroquia ubicada en la localidad Kennedy, cercana a Bosa.


“Hace apenas un año me había encontrado nuevamente con el padre Rafael, quien, muy feliz, me contó en ese momento que había logrado levantar un templo muy bonito en su parroquia con ayuda del exterior y de la propia comunidad, incluso me invitó a conocer la obra”, dijo monseñor Córdoba, quien igualmente expresó su tristeza y extrañeza ante el trágico hecho, cuyos móviles aún se desconocen.


“No tenemos idea de quién o porqué pudo haber hecho algo así… Sólo sabemos que no hubo robo de ninguna clase, sus pertenencias y su vehículo quedaron allí, y que el sujeto escapó en moto. Yo recibí la llamada de la Policía a las seis de la mañana”, añade el secretario general.



Solidaridad de los obispos diocesanos

Entre tanto, las diócesis de Soacha y Fontibón, en las personas de sus obispos, Daniel Caro Borda y Enrique Sarmiento Angulo, expresaron en un comunicado su sentimiento de consternación frente al caso así: “El rechazo a toda expresión de violencia e irrespeto por la vida de todos los ciudadanos. La expresión de dolor de las diócesis, obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos y laicos, por el crimen a manos de la delincuencia común de estos sacerdotes que prestaron valiosos servicios a las diócesis, pastores buenos, apostólicos y entregados a sus comunidades”.


“Acompañamos en estos momentos a las familias y a las comunidades parroquiales de Jesucristo Nuestra Paz y San Juan de la Cruz, unidos en la suplica por la vida y el don del sacerdocio, que fomenta siempre el perdón, la paz y la reconciliación”, reza, entre sus apartes principales, el comunicado emitido recientemente y de manera conjunta por las diócesis a las que pertenecían los sacerdotes asesinados.


Hasta el momento, la Policía está a la caza de información sobre las características del autor del crimen, así como de información clave en torno a las actividades y contactos que mantuvieran los sacerdotes en común y con qué clase de personas.

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