Sunday, July 17, 2011

El Concilio Vaticano II y la Teología Latinoamericana. 50 años después

Mensaje Final

“Apostando por un presente que tenga futuro”


Mientras terminamos tres días de búsqueda en espíritu de hermandad, quienes participamos de las Jornadas Teológicas del Cono Sur y Brasil en Santiago de Chile, deseamos dirigir a nuestras Iglesias y sociedades este mensaje, para compartir sencillamente lo que hemos escuchado, vivido y celebrado.

Casi trescientas personas, laicas y laicos, religiosas y religiosos, sacerdotes y
obispos, provenientes de Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, México, España, Ecuador, Bolivia y Chile, hemos construido una hermosa experiencia de escucha fecunda del Espíritu de Jesús, escuchándonos mutuamente y prestando un oído atento a las voces de nuestros pueblos y comunidades.

Hoy decimos que hemos salido fortalecidos en nuestra esperanza. En una esperanza que nos impulsa a poner nuestras vidas al servicio del Reino de Dios que está en medio nuestro, impaciente por fecundar nuestra realidad colectiva y personal si nos hacemos disponibles a la humilde fuerza de su levadura.

En Santiago nos hemos encontrado con las manifestaciones estudiantiles que cuestionan una sociedad que multiplica las inequidades, junto a comunidades cristianas que ante desafíos complejos y vivencias traumáticas, han recibido con gran apertura y generosidad a sus hermanas y hermanos de esta parte de América Latina.

Hemos compartido desde nuestras diferencias y diversidades históricas, geográficas, culturales, de procesos sociales y eclesiales. Nos enriquecimos con ellas, muy especialmente cuando hicimos memoria y celebramos el testimonio de quienes en décadas recientes han dado muestras extraordinarias de fidelidad al Dios de la vida, en el seno de nuestro pueblo, sobre todo entre los más empobrecidos y excluidos.

Queremos recordar especialmente la figura luminosa y entrañable de ese discípulo de Jesucristo y por eso mismo, teólogo siempre riguroso e inspirador que fue Ronaldo Muñoz, de quien reciben el nombre estas jornadas. En este compartir, experimentamos una vez más que en lo más hondo, lo que nos une haciendo complementarias nuestras diversidades, es el seguimiento de Jesús bajo la guía de su Espíritu.

Mientras les dirigimos estas palabras, hoy mismo, 15 de julio, celebramos los 50 años de la publicación de la Mater et Magistra de Juan XXIII, a quien recordamos agradecidas y agradecidos, el gesto de abrir puertas y ventanas para que la Iglesia católica aprendiera que para ser madre y maestra, necesitaba volverse cada día hija y discípula. El quería que esta Iglesia no condenara a nadie, que fuera misericordiosa y que no tuviera miedo de enfrentar los desafíos del mundo moderno. Hoy queremos retomar esta herencia en tiempos en que la tentación de crisparnos sobre nuestros
temores y reaccionar dando lecciones a todos y sobre todo, es muy grande.

En esta escuela del papa Juan, y en vísperas del cincuentenario de la celebración del concilio Vaticano II, les transmitimos nuestra convicción, esperanza, pero también compromiso, de que ese camino luminoso, que en América Latina encarnamos a partir de Medellín, ha de seguir siendo nuestro camino en este tiempo, para nuestras comunidades, de cara a nuestros pueblos; con ellos, en ellos y para ellos desde sus búsquedas y compromisos a partir de las llamadas que hoy surgen desde los nuevos escenarios sociopolíticos y eclesiales que nos toca vivir.

Por eso, aunque tres días frente a cuatro largas sesiones conciliares no resisten comparación alguna, en estas jornadas nos animamos a reproducir en pequeño aquella experiencia sinodal recuperando también el aporte del camino de la teología de la liberación, nacida hace cuarenta años. Hemos dado pasos en conjunto, preguntándonos ante todo qué significa mantener viva la memoria del Vaticano II e identificando por dónde pasa hoy su vigencia y actualidad.

Conscientes de que la “Iglesia debe escrutar los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio” (GS 4), hemos querido hacer un proceso de construcción colectiva que articule nuestro pensar y sentir. En un esfuerzo que ha supuesto una escucha atenta de distintas experiencias y miradas, en un compartir en mesas de trabajo que han abordado temáticas nuevas que nos interpelan desde el hoy de nuestros contextos, “apostando por un presente que tenga futuro”.

En una búsqueda teológica que llamamos pastoral, como lo hicieron aquellos hermanos obispos conciliares, quisimos como ellos poner en el centro la Palabra de Dios, leída en comunidad, en una tradición ya consolidada en América Latina y compartida con nuestras Iglesias hermanas.

Como el Concilio nos enseñó, nos interrogamos, desde los movimientos sociales, acerca del proceso de integración que marca la realidad de los países del Cono Sur, y también aceptamos el desafío de aprender y confrontar nuestras búsquedas teológicas con las ciencias sociales, la economía, la política, las ciencias naturales y todas las expresiones culturales que forman parte de la realidad donde la voz de Dios siempre resuena.

Los tiempos han cambiado, lo que nos lleva a detenernos y poner en diálogo nuestra teología latinoamericana con realidades y saberes que no estuvieron presentes en los trabajos del Vaticano II, ni en los primeros momentos de la Teología de la Liberación. Para nosotros son nuevos clamores que no podemos dejar de escuchar, como la nueva cosmología y la espiritualidad ecológica, los migrantes, el protagonismo de las mujeres y la perspectiva de justicia de género, la sabiduría y filosofías de los pueblos originarios y afrodescendientes de nuestra América en su relación con Dios y todos los nuevos rostros de exclusión que emergen desde la invisibilidad.

En todo esto compartimos las preguntas contemporáneas sobre Dios, las que nos hacemos nosotros mismos y las que recibimos de los demás: “¿Quién dice la gente que soy?, ¿Quién dicen ustedes que soy?”. Entre todas esas preguntas, y providencialmente reunidos en la Universidad que lleva el nombre del Cardenal Raúl Silva Henríquez, quien aportó un sueño para Chile en el que nadie se sienta excluido, que no exista miseria, que cada niño y niña tenga una escuela, que cada familia pueda habitar una casa digna y en el que reine la solidaridad. El eco de estas palabras resuena en medio de las protestas estudiantiles, desde donde sentimos la inquietud acerca de la
formación religiosa sin pretender cerrar ninguna pregunta ni darnos respuestas tranquilizadoras.

La experiencia de estas jornadas, les decimos una vez más, ha sido sobre todo de esperanza, de avivamiento de nuestro deseo de revitalización, de apertura y aceptación de la paciencia histórica, mientras tratamos de identificar las manifestaciones del Reino de Dios entre nosotras y nosotros.

Con Pablo sentimos “que la creación entera gime y sufre dolores de parto. Y, aunque ya tengamos el Espíritu como un anticipo de lo que hemos de recibir, gemimos en nuestro interior […] Estamos salvados, pero todo es esperanza” (Rom 8, 22-24).

Estos gemidos son frutos del sufrimiento, el que buscamos compartir con quienes son privados de una vida como la que quiere Dios y que hemos tratado de evidenciar, para que nos cuestionara una vez más en estas jornadas. Pero así mismo, estos gemidos se nos presentan como voces de esperanza, esa que nos lleva a decirnos y decirles, que el mismo Espíritu que en los años 60 sopló en el Vaticano II, sigue hoy queriendo sacudir nuestras vidas, sigue abriéndonos al futuro. Lo hemos vivido en estos días.

La Iglesia del Concilio, de Medellín, de la teología de la liberación, de las comunidades eclesiales de base, los recientes impulsos de Aparecida, no son nostalgia, es realidad, es presente interpelador y futuro que no quiere perder su horizonte utópico, pero que todavía necesita de nuestro esfuerzo paciente para mostrar todo lo que el Espíritu quiere hacer de ella en nuestro continente, el mundo y la realidad cósmica que nos embarga.

A partir de esta experiencia queremos entrar en una etapa marcada por una fructífera creatividad. Queremos conseguir este objetivo rescatando elementos importantes del Concilio y con la experiencia de estos cuarenta años de teología de la liberación, proyectar el quehacer teológico asumiendo los nuevos desafíos.

Recordamos que esta jornada es parte de la preparación del próximo Congreso Teológico Continental que se efectuará en Brasil en octubre del próximo año. En este caminar nos acompaña y alienta el Señor ya que “todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo” (DA 393).

Santiago de Chile, 15 de julio de 2011.

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