Monday, September 26, 2011

El Papa en Alemania: Un viaje triunfante, diferente, esperanzador y decepcionante



Tirón de orejas a las "fuerzas vivas" de la Iglesia alemana

Los protestantes pedían pasos concretos de acercamiento. Y el Papa se quedó a medias



Siempre se anuncian difíciles los viajes del Papa. Sobre todo, los que realiza en la descreída Europa secularizada. Y a pesar de las dificultades, Benedicto XVI es capaz de cambiar el agobio de la vendimia en vino de solera, como él mismo dijo en su país natal. Por eso, el balance de la visita papal a Alemania puede calificarse de triunfante, diferente y esperanzador, pero también decepcionante en buena medida.

Triunfante : Primero, por ser el viaje de un Papa. La sotana blanca lo cambia todo y, en este mundo globalizado, se ha convertido en un icono planetario y en una referencia de autoridad moral. Sobre todo, ad extra. Segundo, por ser un Papa alemán que visitaba su país natal. El orgullo alemán se impuso incluso al ateísmo rebelde de Berlín. El Papa jugó en casa. Los alemanes, en estos momentos, dominan el mundo. Y no sólo económicamente, sino también espiritualmente. Un alemán en el trono de Pedro. Y, además de Papa y de alemán, Benedicto XVI es un intelectual. De los pocos que quedan. Y eso invita a escucharlo. Siempre se aprende de un Papa sabio y anciano y, por lo tanto, libre. Y si a eso se añade la dulzura que transmite y la humildad con la que se desenvuelve, el éxito está asegurado. El Papa de Roma no impone (ni siquiera por su porte externo), propone, ofrece y sonríe.

Diferente: Una visita sencilla, sobria, austera, pero siempre eficaz. Al estilo alemán. Algo que se notó especialmente en los escenarios que, de tan sencillos, invitaban a centrarse en el Papa. Sin árboles de la vida, como en Madrid, ni parafernalias adyacentes. Decorados, en la mayoría de los casos, con una simple cruz. Y alguna imagen de la Virgen. Cristo, la Virgen y el Papa. Y música, much amúsica clásica.

Una visita diferente sobre todo por el comportamiento de sus máximas autoridades políticas. Es verdad que también era una visita de Estado. Y los políticos, en estos casos, tiene que cumplir unos mínimos protocolarios. Lo que hizo Zapatero en la visita del Papa a Madrid, por ejemplo. Pero, en Alemania, tanto el presidente de la República como la canciller, Angela Merkel, fueron mucho más allá de lo protocolario. No sólo recibieron y despidieron al Papa, sino que asistieron a varias celebraciones religiosas. Entre ellas, una misa católica y una celebración ecuménica. Pase el encuentro ecuménico, pero llama poderosamente la atención que Angela Merkel, protestante e hija de pastor protestante, asistiese a la misa del Estadio Olímpico de Berlín. Y hasta participase y cantase los cánticos católicos. Ecumenismo en acción. Laicismo bien entendido. Reconocimiento político de la religión como factor social esencial de las sociedades democráticas. Orgullo de unas raíces cristianas compartidas.

Decepcionante: Los alemanes, sobre todo los protestantes pero también los católicos, esperaban más del Papa en el ámbito ecuménico. Pedían y querían pasos concretos de acercamiento. Y el Papa se quedó a medias. Por un lado, rehabilitó a Lutero, visitando su monasterio y proclamándolo un “apasionado de Dios”. Pero sin más. Sin ir más allá. Sin pasar del ecumenismo teórico al práxico. Y eso frustró y decepcionó a sus paisanos y a otros muchos creyentes de ambas confesiones hermanas. La unidad sigue siendo una asignatura pendiente. Y, al perecer, la Iglesia de Roma sigue pretendiendo imponer el ecumenismo del lobo que, para conseguir la unidad, se come a las ovejas que están fuera del redil.
Y decepcionante, porque su último discurso a las “fuerzas vivas” de la Iglesia alemana sonó a tirón de orejas, a reconvención clara. Una invitación a cerrar filas en el camino restauracionista marcado por el Papa Ratzinger. Todo muy bien explicado, como corresponde a un gran teólogo, pero con un mensaje claro: hay que desmundanizar la Iglesia. Lo que, en lenguaje clerical, quiere decir que hay que seguir el camino de la involución. Ni ventanas ni puertas abiertas. La Iglesia de Benedicto se enroca. ¿A la espera de un nuevo Papa? Cuando Benedicto XVI decía esto en Alemania, en Italia se publicaba que el Papa estaría pensando en presentar su renuncia en 2012, cuando cumpla los 85 años.

Esperanzador: Más pros que contras en el viaje, por supuesto. Y una conclusión esperanzadora: la fe tiene presente y futuro incluso en los países más ricos y secularizados de Occidente. Dios no ha muerto. Vuelve (quizás en alas de la crisis) la sed de Dios a las conciencias de la gente. La iglesia, que había vencido al comunismo y había sobrevivido al nazismo y a todas las demás ideologías de la Historia, parecía destinada a sucumbir ante el capitalismo consumista y el hedonismo más desaforado de las sociedades opulentas. Pero Roma, una vez más, termina ganando la batalla. La fe ya no será mayoritaria, pero seguirá siendo relevante. Una minoría influyente, cual levadura en la masa. Como quería el propio Cristo.

José Manuel Vidal

RD

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