Thursday, September 29, 2011

Que cuando llegue el dolor…



Hoy estoy triste, me llega y me toca el dolor de los otros, aunque deseo acogerlo en la esperanza del que ama eternamente:

Mi amiga, la mujer vitalista, la madre cuidadosa y la esposa de la complicidad, esa persona luchadora, la empresaria creativa y novedosa, la cristiana convencida del amor permanente y absoluto del Padre, ahora tiene que enfrentarse al dolor de la ultimidad que se le presenta radical en un tumor en su espalda que será intervenido el Jueves por otro amigo, Jesús, que desea que Dios esté en sus manos para ser ágil, en su ojos para verlo todo bien, y en su inteligencia para decidir y hacer lo que será mejor y más saludable para la vida y el amor de la paciente. Desde ella he recordado y sentido el pasaje evangélico cuando vienen unos conocidos a decirle a Jesús: “tu amigo Lázaro, a quien tu quieres está enfermo”.

Nuestra enfermera, la mujer atenta, la que sana y toca con cuidados tiernos a sus enfermos, incluida mi madre anciana, mañana será intervenida, de un tumor detectado, en una revisión atenta de aquel otro que fue curado hace seis años. La enfermera enferma, el sanador herido. Desde ella, y el ejercicio amoroso de su profesión, he recordado el texto de Mateo “lo que hayáis hecho con uno de los más pequeños a mí me lo hicisteis”.

Y mañana mismo, me toca hablar con una mujer que está dolida y rota por la muerte de un hijo, que decidió marcharse de la vida, y que ella encontró muerto y tuvo que abrazar como la madre dolorosa que desclava al hijo de la cruz y lo pone en su seno para ser descanso en su paso al Padre. Y no he podido menos de recordar a Jesús cuando se acercó a la viuda que iba a enterrar a su hijo único y lo despertó para la vida.

Dolor presente y permanente en la humanidad, el límite de lo tocado y lo sufrido, de aquello que hace eterno el instante e instantáneo lo que parece ser eterno.

Hoy mi oración no puede ser otra que la del himno de la liturgia, que tantas veces he repetido casi con rutina atisbando el fondo, pero que hoy tiene un sabor tan cercano, al rezarlo desde estas personas a las que me unen cosas distintas pero humanas y profundas:

Que cuando llegue el dolor,

que yo sé que llegará,

no se me enturbie el amor

ni se me nuble la paz.

Estrofa que necesito repetir más de una vez para que me entre dentro y no se me escape, el deseo de lo absoluto encarnado en el dolor de lo relativo, hoy presente con radicalidad, que me sabe a ultimidad querida, y sentido de vida deseado mirando al crucificado que ha resucitado y vive para siempre.

Pepe Losada
En medio del mundo
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