Wednesday, May 30, 2012

Tu primera comunión


Zorionak, Aimar! Zorionak, Malen, Andoni, Ander, Libe, Ioritz… Hoy hacéis vuestra primera comunión, o la acabáis de hacer en estos domingos floridos de mayo. Veros juntos y mirar vuestras caras es como mirar el campo verde, lleno de cantos. ¡Cómo me alegro de veros contentos y de veros jugar en los tiempos que corren! ¡Cómo me alegro de veros recibir el pan de la vida en la mesa de Jesús!
¡Oh, el pan! Mira el pan, Aimar. El pan que hacen tu padre y tus tíos, como el pan de la abuela, en el horno del caserío. La hostia es pan, y el pan es tierra y agua, aire y fuego, electrones que danzan y estrellas de fuego formando galaxias. Cada pequeña hostia es el cosmos infinito, y cada hogaza redonda es santa como la hostia redonda de la primera comunión.
Mirad el pan. Cada trocito de pan es la historia del mundo desde el primer Big Bang, y desde mucho antes, aunque no sabemos nada de lo que hubo antes. Pero todo está en ese trocito de pan. Todas las tierras labradas, las mañanas frías, los días soleados, los brotes tiernos, las lluvias de la primavera, las espigas verdes y las amapolas rojas, el grano molido, la harina lisa como la piel o como la playa. Y todas las savias, todo los colores. Todo lleno de vida, lleno de Dios, desde siempre hasta siempre.
Mirad el pan con vuestros pequeños ojos tan limpios todavía. En un trocito de pan, en esa pequeña hostia se contiene la historia de toda la humanidad, tan bella y tan dura. Mirad el pan: así somos. Somos esa pequeña hostia de pan sagrado y sabroso, de pan sufrido y lleno de sueños.
Por eso a Jesús le gustaba tanto el pan, y también el vino: porque de eso vivía la pobre gente. Y comía y bebía alegremente con todos, pero sobre todo con la gente que los “justos” despreciaban como impuros, pecadores y herejes. Por eso le llamaron comilón y borracho, “amigo de pecadores” y hasta de prostitutas. Pero a él no le importaba. Y soñaba cada día que muy pronto, muy pronto, ya no habría más injusticia en la Tierra, ni deudas, ni hipotecas, ni gente sin casa y sin pan. Soñaba que habría pan y vino en abundancia para todos, y que todo el mundo se podría sentar en la misma mesa para un gran banquete. Y a los que se creían justos les decía: “Las prostitutas irán por delante de vosotros al banquete de Dios”.
Eso era otro mundo, pero en este mundo, y a los poderosos no les convenía. Jesús presintió que iban a por él, y no se le ocurrió cosa mejor que organizar una alegre cena de despedida con sus amigas y amigos, y con pan y vino. Y les dijo: “Cuando os reunáis para comer pan y beber vino, acordaos de mí y seguid brindando por mí y por la esperanza de otro mundo en este mundo”.
Pues eso es la primera comunión y todas las comuniones. Los amigos de Jesús nos reunimos para brindar con pan y vino por la esperanza de Jesús, que es nuestra esperanza. Y lo mismo da que sea pan de trigo o de mijo o de arroz o de maíz, y que sea vino de uva o manzana, cebada o arroz o caña de azúcar, cualquier licor que alegre y dé sabor a la vida de la pobre gente. Todo aquello que nutre y alegra es cuerpo de Jesús y cuerpo de Dios.
Zorionak, felicidades, Aimar, Malen, Andoni, Ioritz…! Disfrutad, jugad, creced. Sed alegres y buenos. Sed como Jesús, mejores que nosotros. Y prometednos que pondréis un granito de trigo para que este mundo sea como un pan grande, para que todos formemos el cuerpo de Dios, para que cada día sea la primera comunión.
Para orar
YO SOY EL PAN DE CADA UNA DE VUESTRAS ESTACIONES
Pan fresco de nuestras primaveras, ligero y crujiente,
que se come a mordiscos;
pan de las promesas, pan de nuestra juventud,
estallido de los brotes,
estación de las canciones;
pan fresco de nuestras primaveras.
Pan cocido de nuestros veranos,
el de la dura realidad,
hecho en el horno del duro trabajo de cada día;
pan seco de nuestros fracasos,
pan amargo de nuestros desiertos,
estaciones de nuestra madurez,
pan cocido de nuestros veranos.
Pan dorado de nuestros otoños
que masticamos lentamente,
último sabor, último placer;
pan amarillento de nuestros recuerdos,
espera en vano del cartero,
alegría de un ramo de flores,
estación de las horas monótanas,
pan dorado de nuestros otoños.
Pan duro de nuestros inviernos,
el tiempo se acelera de repente;
los visillos levantados en la ventana
para ver pasar la vida y a los seres;
la memoria ya nos traiciona,
nuestros amigos ya se han ido;
estación de las horas crepusculares,
duro pan de nuestros inviernos.
Yo soy el pan de vuestras primaveras,
la realidad de vuestros sueños de antaño;
yo soy el pan de vuestros veranos,
el camino de nuestra humanidad;
yo soy el pan de vuestros otoños,
la vida de cada hora que pasa;
yo soy el pan de vuestros inviernos,
la resurrección de vuestra tierra;
yo hago de cada estación de vuestra vida
una inmensa eucaristía,
una Pascua de libertad, una ruta de eternidad.
(Michel Hubaut)

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