Sunday, July 08, 2012

Comentario al Evangelio de hoy por José María Maruri SJ: ESE MALOLIENTE MENDIGO…



ESE MALOLIENTE MENDIGO…

Por José María Maruri, SJ

1.- Dicen los exégetas –y creámosles al menos por una vez siquiera—que el Señor Jesús fue a Nazaret al menos tres veces: dos evangelistas dicen que fue a su patria y San Lucas, más delicado siempre, dice a Nazaret, donde se había criado, donde tenía sus raíces, donde había pasado su niñez, su adolescencia y donde se había hecho adulto… toda una historia de sucesos de cada día, toda un gama de parientes, primos, primas, tíos y tías, un pequeño pueblo lleno de buenos recuerdos para Jesús. ¡Cuántos amigos de infancia! Tres veces volvió a su patria chica esperando acogida y comprensión y al final tuvo que alejarse de ella para siempre.

Nadie es profeta en su propia casa. Y en castellano tenemos otra expresión que dice: “nadie es grande para su ayuda de cámara”. Yo he tenido la suerte de largos años junto a un hombre grande: el Padre Arrupe, pero, realmente, el hacerle la maleta no me ayudaba nada para considerarlo grande, los mismos calcetines de todos, los mismos pañuelos, las mismas aspirinas, la misma bufanda y otros muchos etcéteras… ¡Si siquiera hubiera tenido yo que meter en la maleta una mitra o un báculo!

Pues esa fue la tragedia de los vecinos de Nazaret: no encontraron ni un báculo, ni una mitra, ni un cetro, ni armiños. Todo el equipaje del Señor Jesús era el mismo de todos ellos, de todos nosotros. Una familia corriente, unos parientes, un oficio bastante vulgar, ninguna formación escriturística. Y eso, con los pañuelos y calcetines, con las aspirinas y las bufandas, no cuadraba con sus milagros (que reconocen), ni con su maravillosa doctrina y prefieren cerrar la maleta y no creer en Él.


2.- Pensamos que nos gustaría tener a Dios visible y palpable y sin embargo, en realidad, le preferimos lejos, allá en los Cielos. Creer en un Dios Padre con barba blanca como un Santa Claus nos gusta. 
Tener un Hijo Dios sentado a la diestra del Padre, bien; aunque no sepamos que es eso de la diestra, y admitir una paloma que sobrevuela sobre la Iglesia, pase, aunque no nos gusten las palomas…
Pero creer en un Dios que, aunque no le vemos, nos dejó dicho que está con nosotros hasta el fin de los tiempos, que si damos de comer y beber es a Él al que lo hacemos. Total, un Dios, sentado junto a mi, ante la televisión verduzca y sospechosa… ¡eso no!

No nos gusta sentarnos junto a Dios, encontrarnos en la entrada de El Corte Inglés, en la caja del supermercado o en la cola de Banesto o del BBVA, o pidiendo en el atrio de la Iglesia. Como aquellos convecinos, un Yahvé, tronando en el Sinaí, pero un Dios carpintero, sudoroso, con alguna que otra viruta colgada de la barba… ¡eso no!

Un Dios por cuyas venas corra sangre vulgar, que si se investigaran sus antepasados se encontrarían seres poco honorables, como nos insinúa San Mateo con aquellas 72 generaciones que narra como antepasados del Dios Mesías… ¡eso es demasiado para nosotros!


3.- Ni los de Nazaret ni nosotros creemos en un Dios que se ha hecho hombre, un Dios sentado a mi lado y si lo viera daría yo un respingo y me alejaría como si tuviera junto a mí a un maloliente mendigo.

Nos hemos fabricado a nuestro dios, somos idolatras y adoramos a un dios inventado por nosotros, que ama a los que amamos, odia a los que odiamos, castiga a los malos (que siempre son los otros) y está con el palo en alto para coger en falta a quienes nos han engañado.

Cuántos ateos a nuestro alrededor no creen en nuestro dios, son ateos de nuestro dios, no del Dios Verdadero… son ateos gracias a Dios. Claro que ateos de conveniencia.


4.- Y sin embargo, entre tanta gente falta de fe, hubo quien a contra corriente de todos creyó en el Señor, convecinos, testigos de su bondad de corazón, y de la bondad de su madre y creyeron en el Él, y Él correspondió imponiéndoles las manos y curándolos.

Un poquito de bálsamo para el corazón del Señor, pues en medio de nuestro ateísmo, admitamos un Dios cercano, en el niño, en el compañero de trabajo, en el marido, en la esposa, en el conductor del autobús, en la mujer de la limpieza, en el pobre que nos tiende su mano…

Betania

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