Monday, October 29, 2012

Evangelización, tarea permanente



El mensaje puede parecer generalista


No aporta grandes novedades. Quizás porque 

sobre este tema está casi todo dicho, 

aunque queda mucho por hacer


No es fácil resumir en pocas líneas el mensaje final del Sínodo sobre la nueva evangelización, pero sí es posible invitar a su lectura y destacar algunos aspectos del mensaje. Me imagino que los medios resaltarán lo que dice sobre la imposibilidad de acceso a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía de “las parejas que conviven sin el vínculo sacramental del matrimonio”. Evidentemente, el Sínodo no iba a resolver este problema pero, al haberlo nombrado, los Obispos se arriesgan a que se preste atención a un tema que probablemente no sea el más urgente ni el más importante de los desafíos que hoy se le presentan al anuncio del Evangelio. Más importante es, por ejemplo, la situación de precariedad humana y económica en la que viven muchas personas.

El mensaje puede parecer generalista. Trata un poco de todo y no quiere olvidarse de nadie. Aparecen referencias a la vida consagrada y contemplativa, a las parroquias, a los nuevos movimientos, a los políticos católicos, a la familia, a los jóvenes, y a los cristianos no católicos, con una precisión interesante: ellos también evangelizan. Por otra parte, el documento alude a todos o casi todos los campos de la evangelización: las religiones no cristianas (“si evangelizamos es porque estamos convencidos de la verdad de Cristo, y no porque estemos contra nadie”), el diálogo con la cultura y la ciencia, la alianza entre fe y razón, la pobreza, la justicia en el mundo, la vía de la belleza (arte), y la situación en los cinco continentes. No aporta grandes novedades. Quizás porque sobre este tema está casi todo dicho, aunque queda mucho por hacer, ya que la evangelización es la tarea permanente de la Iglesia, nunca terminada, que siempre hay que empezar con renovada ilusión.

Destaco dos cosas: 1) es necesario, dice el mensaje, “constituir comunidades acogedoras, en las cuales todos los marginados se encuentren como en su casa, con experiencias concretas de comunión”. ¡La Iglesia casa de los marginados! ¿Seguro? Entonces ocurrirá lo que dicen los Hechos de los Apóstoles que pasaba con la primera comunidad cristiana: suscitaban una preguntan en quienes les veían. Y 2) la necesidad de convertirnos primero nosotros para poder evangelizar; y en este contexto una autocrítica: “la miseria y las debilidades” (entiendo: los escándalos) de Obispos y clérigos repercuten negativamente en la credibilidad de la misión. De ellos siempre se espera un “plus” de excelencia, aunque sean tan débiles como el que más.

Martín Gelabert Ballester OP.

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