Wednesday, December 26, 2012

CONCILIO VATICANO II: Siete mensajes para hoy



A gobernantes, jóvenes, mujeres, pobres, artistas, trabajadores...


"La Iglesia es amiga vuestra. Tened confianza en ella"





Cincuenta años han pasado desde el Concilio Vaticano II, un acontecimiento eclesial que ha ido dejando huella, a lo largo de esos años, y despertando muchas esperanzas. Documentos que han aportado una riqueza a la vida eclesial, y que continúan siendo una invitación a la relectura, a la reflexión y a vivirlos.
Pero de entre todos los Documentos conciliares merece también, tenerse muy en cuenta 7 Mensajes que al final lanzaron al mundo los Padres conciliares. Siete Mensajes preciosos, de los cuales recojo un manojo de ideas y los pongo a vuestra consideración.
A los gobernantes.
Honramos vuestra autoridad y vuestra soberanía, reconocemos vuestras leyes justas. Tenemos una palabra sacrosanta que deciros: Solo Dios es grande. Sólo Dios es el principio y el fin. Sólo Dios es la fuente de vuestra autoridad y el fundamento de vuestras leyes.
A vosotros toca ser sobre la tierra los promotores del orden y de la paz entre los hombres. Pero no olvidéis que él es el Padre de todos los hombres, que es él quien conduce la historia y el único que puede inclinar el corazón a renunciar a las malas pasiones que engendran la guerra y la desgracia. Él bendice el pan de la humanidad, santifica el trabajo, quien da las alegrías que vosotros no podéis dar.
La Iglesia no os pide más que libertad: la libertad de creer y de predicar su fe, de llevar a los hombres su mensaje de vida. Dejad que Cristo ejerza su acción purificante sobre la sociedad. No lo crucifiquéis de nuevo….
A los hombres del pensamiento y de la ciencia
A vosotros buscadores de la verdad, exploradores del hombre del pensamiento y de la ciencia, peregrinos en marcha hacia la luz, y a quienes han quedado en el camino fatigados por una vana búsqueda.
Vuestros senderos no son nunca extraños a los nuestros. Somos amigos de vuestra vocación de investigadores, admiradores de vuestras conquistas, consoladores de vuestros fracasos.
Nuestro mensaje es éste: continuad buscando sin cansaros, sin desesperar jamás de la verdad.
Pensar es una gran cosa, pensar es ante todo un deber; desgraciado aquel que cierra sus ojos a la luz. Pensar es también una responsabilidad.
Os ofrecemos la luz de nuestra lámpara misteriosa: La fe. Nos la confió el único que dijo y pudo decir: Yo soy la luz del mundo, yo soy el camino, la verdad y la vida.
A los artistas
A vosotros, que estáis prendados de la belleza y que trabajáis por ella. Poetas, hombres de letras, pintores, escultores, arquitectos, músicos, hombres del cine y del teatro…
La Iglesia está aliada desde hace mucho tiempo con vosotros: habéis construido y decorado sus templos, enriquecido su liturgia… No rehuséis poner vuestro talento al servicio de la verdad divina
Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, es quien pone la alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste la usura del tiempo, que une las generaciones.
Sois los guardianes de la belleza en el mundo
A las mujeres
Las mujeres, sois la mitad de la inmensa familia humana… Vosotras, las mujeres, tenéis siempre como misión la guardia del hogar, el amor a las fuentes de la vida, el sentido de la cuna. Estáis presentes en el misterio de la cuna. Estáis presentes en el misterio de la vida que comienza. Consoláis en la partida de la muerte. Nuestra técnica corre el peligro de convertirse en inhumana. Reconciliad a los hombres con la vida. Y sobre todo, velad, os lo suplicamos por el porvenir de nuestra especie. Detened la mano del hombre que en un momento de locura puede destruir la civilización humana…
Vosotras que sabéis hacer la verdad dulce, tierna, accesible, dedicaos a hacer penetrar el espíritu de este Concilio en las instituciones, las escuelas, los hogares, en la vida de cada día.
Mujeres del universo todo, cristianas o no creyentes, a quienes está confiada la vida en este momento tan grave de la historia, a vosotras toca salvar la paz del mundo.
A los trabajadores
La Iglesia conoce vuestros sufrimientos, vuestras luchas, vuestras esperanzas; aprecia las virtudes que ennoblecen vuestras alamas: el valor, la dedicación, la conciencia profesional, el amor a la justicia; reconoce los inmensos servicios que hacéis al conjunto de la sociedad.
La Iglesia es amiga vuestra. Tened confianza en ella. Largo tiempo dominó la desconfianza, la incomprensión. Hoy ha sonado la hora de la reconciliación.
A los pobres, a los enfermos, a todos los que sufren
Cristo no suprimió el sufrimiento y tampoco ha querido desvelar enteramente su misterio. Él lo tomó sobre sí, y eso es bastante para que comprendamos todo su valor.
Tened ánimo, sois los preferidos del reino de Dios, el reino de la esperanza, de la bondad y de la vida; sois los hermanos del Cristo paciente, y con él, si queréis , salváis el mundo.
A los jóvenes
Es para vosotros los jóvenes, sobre todo para vosotros, por lo que la Iglesia acaba de alumbrar en su Concilio una luz, luz que alumbra el porvenir.
La Iglesia está preocupada por esta sociedad, para que respete la dignidad, la libertad, el derecho de las personas, y esas personas son las vuestras.
En el nombre de Dios os exhortamos a ensanchar vuestros corazones a las dimensiones del mundo, a escuchar la llamada de vuestros hermanos y a poner a su servicio vuestras energías. Luchad contra todo egoísmo. Negaos a dar libre curso a los instintos de violencia y de odio, que engendran guerras y todo su cortejo de males. Sed generosos, puros, respetuosos, sinceros…
Cuando tanto se habla de la actualidad de este Concilio. De retroceso o de progreso en su aplicación, de involución… creo que aquí tenemos una buena oportunidad de hacer una reflexión eclesial, acerca de cómo estamos viviendo hoy estos Mensajes, que siguen teniendo muy fresco y vivo su mensaje. Teniendo en cuenta que hacer esa reflexión institucional, me exige también una reflexión personal, como miembro de la Iglesia, acerca de cómo me identifico con dichos mensajes, cómo los vivo…

José Alegre, abad de Poblet
Cartas y relatos
RD

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