Saturday, December 29, 2012

Familia, cajón de sastre


Tal vez la única definición de familia sería la de unidad mínima de convivencia humana; o también célula del organismo llamado género humano. Menos válida y unívoca sería la de unidad de convivencia basada en el afecto y el sex-appel o tendencia sexual, que partiendo de dos personas de sexo diferente o del mismo sexo adquiere una cierta estabilidad en el tiempo y puede multiplicarse en un número indeterminado de hijos, y pueden agregársele parejas de la generación anterior.
Si es verdad que en muchos casos, tal vez en la mayoría de los casos, la convivencia de sexo se produce entre uno y una (uno y uno, una y una si se trata de parejas no hetero), sin embargo, en función del status económico y social del varón,  se repiten a lo largo de diferentes culturas las convivencias entre uno y varias o muchas, hasta llegar a la fórmula super del harén.
La familia, las diferentes fórmulas de familia, son a la vez la unidad mínima de trabajo en común y consumo colectivo; y aquí las fórmulas de distribución del trabajo y del consumo se multiplican por millares; porque hay familias en las que el trabajo compete exclusivamente a la mujer, y al hombre la holganza; hay familias donde las labores del hogar competen en exclusiva a la mujer, así como el cuidado de los hijos. Y en versión ultramoderna hay familias en las que la mujer realiza los trabajos del hogar y el cuidado de los hijos y además trabaja fuera.
Y si nos referimos al consumo, hay familias en las que las decisiones económicas y el uso de los recursos económicos competen en exclusiva al varón, otras en las que las decisiones se comparten; familias en las que el varón se lleva en el reparto la parte del león y la mujer la parte del cordero.
Y luego, en general, hay familias patriarcales, y familias matriarcales, en las que la autoridad es patrimonio de la esposa o del esposo. Hay familias en las que la vida sexual es controlada hasta el cien por cien por el macho. Y cualquier infidelidad es castigada con la lapidación, la horca y otras formas de asesinato.
Ocurre también que la función o derechos de los hijos se ven sometidos a regímenes contradictorios: o bien se casa a los hijos según el mandato de los padres, o bien son ellos los que eligen su pareja; o bien se les da estudios y oportunidades, o bien se los vende como mercancía y propiedad de los padres…Y si se trata de las hijas, se las alquila para el comercio sexual en lupanares del mundo entero.
De hecho a a lo largo y ancho del universo hay tendida toda una red de prostíbulos para negociar con los cuerpos y el sexo de niñas y niños. Los cuales, arrancados de su familia por unos céntimos o violentamente, no tendrán derecho a formar su propia familia.
También hay familias que se desentienden del cuidado de los hijos, algo que estuvo muy de moda en la sociedad europea del siglo XVIII, y se las da a cuidar a mujeres por un salario…
La sexualidad como disfrute y actividad creadora de nuevos seres está también expuesta a interpretaciones y prácticas muy variadas.
Porque hay fórmulas de contrato entre la pareja que se une en matrimonio para toda la vida. Y hay también, cada vez más, parejas que se forman “hasta que encuentre o me encapriche por otra pareja, en cuyo caso nos divorciaremos”
Hay familias que engendran hijos sin límite, hay familias que recurren al aborto, en plan salvaje o en plan clínica, y hay familias que se valen de métodos reconocidos para el control de la natalidad.
Porque ocurre otro fenómeno con la familia. Bajo el pretexto piadoso de protegerla, el estado, los estados, y lo mismo que los estados las religiones, se empeñan en legislar y decidir lo que pueden o no pueden hacer las parejas y las familias, en legislar sobre el disfrute del sexo y la fecunidad…En decidir si se amputa el clítoris a las mujeres o no.
Y entonces ocurre que algunos estados efectivamente protegen y tutelan la libertad de las familias para vivir a su aire, les proporcionan los medios necesarios para cumplir sus funciones con los hijos. Pero lo más frecuente es que los estados avasallen a las familias y les hagan cada día más difícil su desarrollo y su bienestar.
Es decir, que en el reino de los hombres se reproduce de alguna manera la variopinta vida sexual y actividad reproductora del mundo animal. Hay parejas de uno con una, como las cigüeñas, hay harenes del macho dominante que aniquila a todos sus competidores, o bien matándolos o bien venciéndolos, y se declara dueño de un inmenso harén, como los ciervos o los leones, o el gallo de mi gallinero…
Hay cruces de machos y hembras a la buena de dios, a salto de mata, aquí te pillo aquí te violo.
Nadie tiene derecho de legislar en absoluto nada que limite la libertad de la persona en la forma de organizar su vida en pareja, de elegir su pareja, de poner límites a su fecundidad, o a la duración de su contrato matrimonial. La misión de las sociedades superiores a la célula de la familia es asegurar a la familia un nivel de bienestar, el disfrute de toda la felicidad posible, el ejercicio de sus funciones.
En este terreno, tanto los estados como las instituciones religiosas han ejercido unas dictaduras inhumanas, y las siguen ejerciendo.
La Navidad, fiesta de la familia por antonomasia en casi todos los calendarios del mundo, es la mejor ocasión para que todos esos estados e instituciones, la ONU, las Iglesias y todos los grupos religiosos, se pongan al día en el tratamiento que se debe dar a la institución familiar. Bueno sería recurrir aquí al principio de subsidiariedad, que reza que lo que pueda hacer por sí misma una sociedad inferior no lo debe asumir como función propia y exclusiva una sociedad superior.
Atrio

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