Saturday, March 30, 2013

Alarma entre los conservadores por los cambios de Francisco


La austera actitud del Papa es motivo de preocupación entre los sectores más integristas de la Iglesia católica


ROMA.- Las cuatro expresiones subrayadas en esa hoja blanca, manuscrita en español con una letra segura y pequeña, fueron como cuatro pequeñas bombas de fragmentación que estallaron hace 15 días en el jardín del egoísmo, la codicia, la ceguera y la soberbia. Desde entonces, su onda expansiva provoca cada vez más zozobra e inquietud en cada uno de sus blancos potenciales.
"Evangelización". "Periferia existencial". "Peligro de autorreferencialidad" y combate contra la "mundanidad espiritual". En su intervención durante las congregaciones generales ante sus homólogos cardenales -que pocos días después lo eligieron Papa-, Jorge Bergoglio identificó esos cuatro puntos como las bases de una Iglesia renovada.
Ese discurso, revelado por el arzobispo de La Habana, monseñor Jaime Lucas Ortega, puede ser considerado sin dudas como el programa de gobierno del flamante pontífice. Pero sumado a los gestos realizados por Francisco desde que se sentó en el trono de Pedro, se ha transformado sobre todo en un motivo de preocupación para aquellos que, dentro de la curia, se habían aferrado al poder, el lujo y las prebendas, así como para los representantes de las corrientes integristas.
"El cardenal Bergoglio quiere ser un pobre entre los pobres. Cultiva una humildad militante, que puede, sin embargo, mostrarse humillante para la Iglesia. Su aparición en el balcón de las bendiciones de San Pedro en simple sotana, sin otro atributo de Papa, es la perfecta ilustración", declaró el abate Christian Bouchacourt, superior del distrito América del Sur de la ultraintegrista Comunidad San Pío X (Fsspx), fundada en Suiza por el desaparecido obispo cismático Marcel Lefebvre.
En abril de 2012, por decisión de Benedicto XVI, la Iglesia firmó un acuerdo con la Fraternidad San Pío X, que le acordó amplia autonomía a una parte de los disidentes que habían seguido a monseñor Lefebvre en el cisma para que pudieran regresar a la Iglesia. Ese acontecimiento planteó en su momento serias dudas a los católicos y desató una ola de críticas al predecesor de Francisco.
No obstante, cuando se mira con distancia histórica, hay más peligro en dejar instalar un cisma que en tratar de reabsorberlo en su primera generación. Por la simple razón de que los obispos tienden a multiplicarse con el tiempo y que dejar cantidad de purpurados disidentes actuar como les parece es extremadamente peligroso.
El problema fue -y sigue siendo- la imagen de una Iglesia complaciente con sus extremistas, a riesgo de dar un golpe terrible a la evangelización y desalentar a muchos sacerdotes, obispos y fieles.
En ese sentido, los primeros gestos de Francisco han sido suficientemente claros como para arriesgarse a adivinar lo que será su actitud futura. Y la prueba más contundente de esa alarma son los temores expresados por el abate Bouchacourt cuando tiene que definir la evolución de la Iglesia argentina en general.
"Es un desastre, como también lo fue la liturgia presidida por el cardenal de los pobres. Con él corremos el riesgo de volver a ver las misas del pontificado de Paulo VI, muy lejos de los esfuerzos de Benedicto XVI por devolver dignidad a las ceremonias litúrgicas", afirmó.

DOS MODELOS

Pero la alarma no se limita a los integristas. También se extiende a los católicos conservadores, muchos de ellos residentes de la curia romana. En aquel documento que presentó en las congregaciones generales, Bergoglio condenó cuatro veces la actitud de "autorreferencialidad". Para él, hay dos modelos de Iglesia: "La Iglesia evangelizadora, que sale al exterior, y la Iglesia mundana, que vive encerrada en sí misma, para ella misma y por ella misma".
Bergoglio decía allí claramente que la institución necesitaba un papa que, partiendo de la contemplación de Jesucristo, ayudara a la Iglesia a vivir ese proceso de apertura "para dirigirse hacia las periferias existenciales". Y eso es exactamente lo que no ha dejado de hacer desde el día que sumió su pesada carga.
Esa actitud, que provoca el beneplácito de muchos hombres de Iglesia y la devoción incondicional de los fieles, no es del todo bien recibida por aquellos que nunca practicaron esa forma de humildad.
"La persistente esencialidad y el estilo pobre del sucesor de Benedicto XVI se está transformando en una campana de alarma para aquellos que, en el Vaticano, se libraron a esa «mundanidad» de consumo que Francisco no tolera", escribió el especialista italiano Marco Politi.
También se sienten extremadamente intranquilos aquellos que se dedican a tráficos económicos poco claros o aceptan relaciones íntimas indebidas.
Mientras tanto, Francisco sigue su camino, predicando con el ejemplo bajo la mirada inquieta de quienes temen abrir las ventanas para que entre el aire fresco.

UN JUEVES SANTO CON VIDA SOCIAL

Entre la misa crismal y el lavado de pies, Francisco tuvo una intensa agenda social
Primero una "larga e intensa" conversación telefónica con el papa emérito Benedicto XVI; luego un almuerzo con un grupo de sacerdotes romanos en el departamento del sustituto de la Secretaría de Estados, monseñor Giovanni Angelo Becciu.
Éstos fueron los momentos "sociales" del Jueves Santo del papa Francisco, entre la misa crismal de la mañana y la visita a la cárcel de menores de Casal de Marmo, en la cual Bergoglio, arrodillado, lavó y besó los pies a doce jóvenes detenidos, incluidas dos chicas. Luego de la celebración de la misa, Francisco llamó a Benedicto XVI e "hizo una conversación larga e intensa con el sentido de la comunión con su predecesor, luego del momento de la gran celebración comunitaria de todos los sacerdotes".
Luego el Papa almorzó con siete sacerdotes, como señal de comunión y fraternidad sacerdotal
Luisa Corradini
La Nación

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