Tuesday, March 05, 2013

La iglesia española realiza exorcismos a enfermos de esquizofrenia


Psiquiatras españoles documentan el caso de una enferma de esquizofrenia que abandonó la medicación tras someterse a exorcismos a manos de un sacerdote. Los expertos denuncian más casos de enfermos mentales ‘tratados’ por posesión demoniaca

La primera vez que María escuchó las voces estaba de vacaciones en Canarias y tenía 22 años. Algún tiempo después le contaría a sus médicos que alguien invisible le había empujado escaleras abajo. En otra ocasión, estando en un aeropuerto, las voces que solo ella escuchaba le dijeron que se suicidase y eso mismo intentó.  “El espíritu se metió dentro, me violó varias veces… comencé a sentir una presencia que me hacía retorcerme en la cama, vomitar y sentirme enferma”, relataba a sus médicos María, un nombre ficticio para un caso real descrito en la literatura médica.

Podría parecer el argumento de una película de terror religioso, pero era un caso de enfermedad mental. Los psiquiatras del Hospital Clínico San Carlos de Madrid que trataron a María hicieron un diagnóstico claro: esquizofrenia paranoide. Ese fue el comienzo de un caso casi único en España en el que las creencias y la incultura acabaron empeorando la enfermedad de María. A pesar de lo que le decían sus médicos, ella creía que tenía un demonio dentro. Su familia recurrió a un sacerdote español que salía por la televisión hablando de exorcismos para que le sacara al diablo del cuerpo. El sacerdote la reafirmó en su creencia de que estaba poseída y María se sometió a los ritos sin ningún fundamento científico de aquel exorcista español. Cada cierto tiempo, relatan sus médicos, la enferma volvía a aparecer por la consulta sin ningún signo de mejora.


“Se trataba de un caso de esquizofrenia resistente, no respondía a varios fármacos que se usan contra esta dolencia, ni siquiera a la prozapina, que se usa en este tipo de casos”, recuerda Marina Díaz-Marsá, una de las psiquiatras del Hospital Clínico que trataron a María. Esa no fue la única complicación que tuvo el caso. “La familia mostró dudas de que fuese una enfermedad psiquiátrica y acabó acudiendo a un exorcista”, recuerda Díaz-Marsá.
La especialista señala que es común que haya sacerdotes que deriven enfermos mentales a su consulta tras haber comprobado que pueden tener trastornos clínicos, pero, en casos excepcionales como el de María, sucede lo contrario: la enferma acude a un sacerdote porque se siente poseída y el sacerdote da crédito a esas creencias e incluso las potencia.
María pensaba que la mitad de su enfermedad se debía a un trastrono psiquiátrico y que la otra mitad se debía a un diablo, según explica Díaz-Marsá junto a otros seis colegas de su hospital en un estudio publicado en The British Medical Journal. La realidad era que todos sus síntomas encajaban con cuadros médicos bien definidos. “Sufría alucinaciones sinestésicas, es decir, sentía que se le movían las vísceras o que algo la tocaba”, recuerda Kazuhiro Tajima-Pozo, otro de los psiquiatras que vio a la enferma y que actualmente trabaja en el Hospital Universitario Fundación de Alcorcón. La familia de María contacó con un programa de televisión que a su vez le puso en contacto con un sacerdote que comenzó a practicar exorcismos con María.

La Archidiócesis no ayuda

“En estos casos, la buena comunicación con los sacerdotes es lo recomendado, pero nos sorprendió que en la Europa del siglo XXI  haya aún expertos y clérigos que piensan que algunos tipos de esquizofrenia se deben a una posesión demoniaca”, espeta el estudio.
“Llegamos a contactar con la Archidiócesis de La Almudena para contactar con un clérigo con un cargo oficial”, relata Tajima-Pozo. “Nuestra intención era pedir a un clérigo experto de la Archidiócesis de Madrid que intentase convencer al paciente de que sus síntomas se debían a una enfermedad mental”, relata el trabajo. “Para nuestra sorpresa, los clérigos asumieron que los síntomas psicóticos de la paciente se debían a una presencia maligna”, lamentan. El Arzobispado de Madrid no ha respondido a las preguntas de Materia sobre este caso.
La última vez que María apareció por la unidad de enfermedades mentales agudas había dejado la medicación, tal vez conminada por el cura o por su familia. También había comenzado a consumir drogas. Los médicos volvieron a tratarla y le dieron el alta con una medicación compuesta por varios fármacos.
“Cuando este tipo de enfermos deja la medicación su enfermedad se va agravando, su personalidad se va empobreciendo poco a poco”, comenta Díaz-Marsá sobre los efectos negativos para la salud de María de los ritos avalados por la Iglesia madrileña.
Aunque su caso fue muy extraño, comenta la psiquiatra, no es el único que ha pasado por su consulta recientemente. En otra ocasión, una niña de madre filipina y padre español fue tratada por un trastorno que parecía autismo o trastorno de la personalidad. La niña simplemente se negaba a hablar, y solo lo hacía cuando estaba en casa. “Su madre llevó a la niña a su diócesis y allí comenzaron a hacerle prácticas raras”, comenta  Díaz-Marsá. En este caso, un médico de la Unidad de Psiquiatría Infantil del Clínico acudió a la parroquia del sacerdote exorcista y, tras hablar con él y explicarle el caso, el sacerdote accedió a parar con sus conjuros.
Pero en ocasiones la familia de estos enfermos es contumaz. En este caso, relata Díaz-Marsá, la madre comenzó a enviar dinero a brujos de Filipinas para que allí hicieran “ritos de vudú” a distancia. “En muchos casos son las familias las que inducen a los enfermos, son familias con creencias muy primitivas e ideas mágicas”, comenta la psiquiatra. Pero lo peor llega cuando un sacerdote fomenta esas creencias sin fundamento.
Por eso, dice Díaz-Marsá, sería importante que los sacerdotes tuvieran más formación sobre enfermedades mentales para saber derivar estos casos a las manos de profesionales y evitar a los pacientes daños innecesarios. “Aquel sacerdote actuó mal”, resalta la psiquiatra sobre el cura exorcista que engañó a María. “En la esquizofrenia se ven muchos casos con delirios místicos y esta enfermedad es un trastorno que se identifica muy bien”, resalta. “Hay que formar bien a los sacerdotes y que sepan distinguir”, añade.
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