Sunday, March 24, 2013

MISA DOMINGO DE RAMOS: "No os dejéis vencer por el desánimo. Y, por favor, no os dejéis robar la esperanza"



Francisco: "No seáis nunca mujeres, hombres tristes: un cristiano jamás puede serlo"


El Papa reivindica la alegría de la fe en su 

homilía del Domingo de Ramos



(Jesús Bastante).- "No seáis nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serloNunca os dejéis vencer por el desánimo". Una llamada a la "alegría de caminar con jesús, de estar con él, llevando su cruz, con amor, con un espíritu siempre joven". El Papa Francisco presidió su primer Domingo de Ramos en la plaza de San Pedro. Entró en la plaza poco antes de las nueve y media de la mañana, en un jeep blanco descubierto. Sin saludar. En silencio y con los ojos cerrados.Preparándose para la liturgia de bendición de Ramos y su primera homilía ante el pueblo, tras la misa de inicio de Pontificado.
Fue un discurso breve, de apenas siete minutos, y dos páginas enviadas por el servicio informativo vaticano que, una vez más, el Papa se saltó. Intenso, como nos viene acostumbrando últimamente. Arrancó Francisco recordando que "Jesús entra en Jerusalén. La muchedumbre de los discípulos lo acompañan festivamente". "Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuent a los ojos del mundo", apuntó el Papa, rememorando la última entrada de Jesús en la ciudad santa, la misma que días después asistiría a su muerte en la Cruz.
"También nosotros hemos acogido al Señor, también nosotros hemos expresado la alegría de acompañarlo, de saber que nos es cercano, presente en nosotros y en medio de nosotros como un amigo, como un hermano, también como rey", añadió el Papa. "Y aquí nos viene la primera palabra: alegría. No seáis nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo". Y por favor, "no os dejéis robar la esperanza", dijo, improvisando en el discurso enviado a los medios.
"Nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables... ¡y hay tantos!", apuntó Bergoglio, quien recordó que nosotros "acompañamos y seguimos a Jesús", pero "sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro.llevemos a todos la alegría de la fe".
Un rey que entra en Jerusalén. "¿Pero qué tipo de Rey es Jesús?". "No tiene una corte que lo sigue, no está rodeado por un ejército, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde sencilla". Jesús "entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura (...) entra para subir al Calvario cargando un madero". "Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz", apuntó el Papa. "Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, y lo salva con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios".
"Miremos a nuestro alrededor -clamó Bergoglio, quien recordó a los cardenales, como su antecesor, que "el trono de Jesús es la Cruz"-: "¡cuántas heridas infige el mal a la humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, de poder, la corrupción, las divisiones contra la vida humana y contra la creación. Y nuestros pecados personales: la faltas de amor y de respeto". Jesús "siente todo ese peso, y con el amor de Dios lo vence con la Resurrección", volvió a improvisar.
Pese a todo, "todos podemos vencer el mal que hay en nosotros y en el mundo". Dios "no busca medios potentes, es con la cruz con la que ha vencido el mal". "Aprendamos a mirar hacia lo alto, hacia Dios, pero también hacia abajo, hacia los demás, hacia los últimos. Y no tenemos que tener miedo del sacrificio (...). Con alegría, porque son por las personas que aman".
Dirigiéndose a los jóvenes, afirmó que "con Cristo el corazón nunca envejece, da igual que tengas 20, 60, 70 u 80 años", rescatando una ovación entre la multitud. "Vosotros tenéis una parte importante en la celebración de la fe. Nos tréis la alegría de la fe y nos decís que tenemos que vivir la fe con corazón joven, siemrpe"
"No os avergonzáis de la cruz", proclamó el Papa. "Jesús ha derribado el muro de la enemistad que separa a los hombres y a los pueblos, y ha traído la reconciliación y la paz. Queridos amigos, también yo me pongo en camino con vosotros", tras las huellas de Juan Pablo II y Benedicto XVI, indicó Francisco, quien se animó a acompañar a los jóvenes para acudir, con ellos, a la Jornada Mundial de la Juventud de Río. "Preparaos bien para que este encuentro sea un símbolo de fe para el mundo entero. Los jóvenes tienen que decir que el mensaje de Jesús es bueno", gritó, volvendo a recibir aplausos de los fieles.
Tres palabras: "Alegría, cruz y jóvenes", culminó el Papa. "Vivamos la alegría de caminar con Jesús, de estar con él, llevando su cruz, con un espíritu siempre joven". Y otro aplauso recorrió la plaza de San Pedro.
La primera Semana Santa de Francisco arrancó esta mañana en una abarrotada y fría plaza de San Pedro. Bergoglio llegó al recinto en un jeep blanco, que se prevée su automóvil en lugar del famoso "papamóvil". En actitud de silencio y oración, con los ojos cerrados, envuelto en el misterio de estos días en los que conmemoramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.
Domingo de Ramos, bendición de palmas, entrada de Jesús en Jerusalén. Miles de personas asisten en la plaza de San Pedro del Vaticano a la procesión de las Palmas del Domingo de Ramos, que por primera vez preside el Papa Francisco y que abre los ritos litúrgicos de la Semana Santa.
Francisco, revestido con ornamentos rojos y portando el báculo, preside la procesión, que salió de los palacios pontificios y se dirigió hacia el obelisco de Sixto V instalado en el centro de la plaza vaticana.
Tras la procesión, la bendición de los ramos, la incesación del altar y las lecturas -por primera vez en estos días se procedió a la lectura de la Pasión, a tres voces-, Francisco se dirigió a los fieles congregados en la plaza mayor de la Cristiandad y, a través de los medios de comunicación, reunidos en todo el mundo. La que ustedes acaban de escuchar.
Texto completo de la homilía del Papa
1. Jesús entra en Jerusalén. La muchedumbre de los discípulos lo acompañan festivamente, se extienden los mantos ante él, se habla de los prodigios que ha hecho, se eleva un grito de alabanza: «¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto» (Lc 19,38).
Gentío, fiesta, alabanza, bendición, paz. Se respira un clima de alegría. Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios, se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma. Y ahora entra en la Ciudad Santa.
Es una bella escena, llena de luz, de alegría, de fiesta.
Al comienzo de la Misa, también nosotros la hemos repetido. Hemos agitado nuestras palmas, nuestros ramos de olivo, y hemos cantado: «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!» (Antífona); también nosotros hemos acogido al Señor; también nosotros hemos expresado la alegría de acompañarlo, de saber que nos es cercano, presente en nosotros y en medio de nosotros como un amigo, como un hermano, también como rey, es decir, como faro luminoso de nuestra vida.
Y aquí nos viene la primera palabra: alegría. No sean nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca se dejen dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; de saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables..., y ¡hay tantos! Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro. Llevemos a todos la alegría de la fe.
2. Pero nos preguntamos: ¿Por qué Jesús entra en Jerusalén? O, tal vez mejor, ¿cómo entra Jesús en Jerusalén? La multitud lo aclama como rey. Y él no se opone, no la hace callar (cf. Lc 19,39-40). Pero, ¿qué tipo de rey es Jesús? Mirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte que lo sigue, no está rodeado por un ejército, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde, sencilla. Jesús no entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quien tiene poder, a quien domina; entra para ser azotado, insultado y ultrajado, como anuncia Isaías en la Primera Lectura (cf. Is 50,6); entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero.
Y, entonces, he aquí la segunda palabra: cruz. Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz. Recordemos la elección del rey David: Dios no elige al más fuerte, al más valiente; elige al último, al más joven, uno con el que nadie había contado. Lo que cuenta no es el poder terrenal. Ante Pilato, Jesús dice: «Yo soy Rey», pero el suyo es el poder de Dios, que afronta el mal del mundo, el pecado que desfigura el rostro del hombre. Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios. Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, de poder, la corrupción, las divisiones, los crímenes contra la vida humana y contra la creación. Y nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo y a toda la creación. Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección. Queridos amigos, con Cristo, con el Bien, todos podemos vencer el mal que hay en nosotros y en el mundo. ¿Nos sentimos débiles, inadecuados, incapaces? Pero Dios no busca medios potentes: es con la cruz con la que ha vencido el mal. No debemos creer al Maligno, que nos dice: No puedes hacer nada contra la violencia, la corrupción, la injusticia, contra tus pecados. Jamás hemos de acostumbrarnos al mal. Con Cristo, podemos transformarnos a nosotros mismos y al mundo. Debemos llevar la victoria de la cruz de Cristo a todos y por doquier; llevar este amor grande de Dios. Y esto requiere de todos nosotros que no tengamos miedo de salir de nosotros mismos, de ir hacia los demás. En la Segunda Lectura, san Pablo nos dice que Jesús se despojó de sí mismo, asumiendo nuestra condición, y ha salido a nuestro encuentro (cf. Flp 2,7). Aprendamos a mirar hacia lo alto, hacia Dios, pero también hacia abajo, hacia los demás, hacia los últimos. Y no hemos de tener miedo del sacrificio. Piensen en una mamá o un papá: ¡cuántos sacrificios! Pero, ¿por qué lo hacen? Por amor. Y ¿cómo los afrontan? Con alegría, porque son por las personas que aman. La cruz de Cristo, abrazada con amor, no conduce a la tristeza, sino a la alegría.
3. Hoy están en esta plaza tantos jóvenes: desde hace 28 años, el Domingo de Ramos es la Jornada de la Juventud. Y esta es la tercera palabra: jóvenes. Queridos jóvenes, los imagino haciendo fiesta en torno a Jesús, agitando ramos de olivo; los imagino mientras aclaman su nombre y expresan la alegría de estar con él. Ustedes tienen una parte importante en la celebración de la fe. Nos traen la alegría de la fe y nos dicen que tenemos que vivir la fe con un corazón joven, siempre, incluso a los setenta, ochenta años. Con Cristo el corazón nunca envejece. Pero todos sabemos, y ustedes lo saben bien, que el Rey a quien seguimos y nos acompaña es un Rey muy especial: es un Rey que ama hasta la cruz y que nos enseña a servir, a amar. Y ustedes no se avergüenzan de su cruz. Más aún, la abrazan porque han comprendido que la verdadera alegría está en el don de sí mismo y que Dios ha triunfado sobre el mal precisamente con el amor. Llevan la cruz peregrina a través de todos los continentes, por las vías del mundo. La llevan respondiendo a la invitación de Jesús: «Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos» (Mt 28,19), que es el tema de la Jornada Mundial de la Juventud de este año. La llevan para decir a todos que, en la cruz, Jesús ha derribado el muro de la enemistad, que separa a los hombres y a los pueblos, y ha traído la reconciliación y la paz. Queridos amigos, también yo me pongo en camino con ustedes, sobre las huellas del beato Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora estamos ya cerca de la próxima etapa de esta gran peregrinación de la cruz de Cristo. Aguardo con alegría el próximo mes de julio, en Río de Janeiro. Les doy cita en aquella gran ciudad de Brasil. Prepárense bien, sobre todo espiritualmente en sus comunidades, para que este encuentro sea un signo de fe para el mundo entero.
Vivamos la alegría de caminar con Jesús, de estar con él, llevando su cruz, con amor, con un espíritu siempre joven.
Pidamos la intercesión de la Virgen María. Ella nos enseña el gozo del encuentro con Cristo, el amor con el que debemos mirarlo al pie de la cruz, el entusiasmo del corazón joven con el que hemos de seguirlo en esta Semana Santa y durante toda nuestra vida. Amén.


El papa Francisco preside la Misa del Domingo de Ramos, con la bendición de las palmas




24 de marzo, 2013. (Romereports.com) (- SÓLO VÍDEO -) El papa Francisco ha presidido la primera celebración de la Semana Santa, la Misa del Domingo de Ramos. En el centro de la plaza de San Pedro, en el obelisco, ha bendecido las ramas de olivo que recuerdan la entrada de Jesús en Jerusalén.    




24 de marzo, 2013 (Romereports.com) (- SÓLO VÍDEO -) Durante la homilía, el Papa Francisco ha explicado el significado del Domingo de Ramos, que recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén antes de la Pasión. El Papa dijo que los cristianos deben transmitir la alegría de haber encontrado a Dios en sus vidas. “No seáis nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús”, dijo el Papa en la primera celebración de la primera Semana Santa de su pontificado. 



El Papa Francisco en el Domingo de Ramos: "No os dejéis robar la esperanza"




24 de marzo, 2013. (Romereports.com) Montado en el papamóvil, el papa Francisco entró en la plaza de San Pedro para presidir la Misa del Domingo de Ramos, que da inicio a la Semana Santa. La primera de su pontificado. 

Tras un pequeño recorrido por la plaza de San Pedro, el Papa bendijo junto al obelisco las palmas y las ramas de olivo que recuerdan la entrada de Jesús en Jerusalén.   


El papa Francisco habló en su homilía de tres puntos importantes en la vida de los cristianos. El primero la alegría de haber encontrado a Jesús. 

FRANCISCO 
“No seáis nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús”.“No os dejéis robar la esperanza”.
Con esta celebración comienza la Semana Santa, en la que se recuerda la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Por eso, el segundo punto de la homilía del papa Francisco fue explicar el sentido de la cruz. 

FRANCISCO 
“Pienso en lo que Benedicto XVI decía a los cardenales. Sois príncipes de un rey crucificado". "Esto es el bien que Jesús nos hace a todos nosotros en el trono de la cruz. La cruz de Cristo, abrazada con amor, no lleva nunca a la tristeza sino a la alegría, a la alegría de ser salvados y de hacer un poquito, como él hizo el día de su muerte”. 
Desde hace 28 años, el Domingo de Ramos es también una Jornada de la Juventud en Roma. Por eso el tercer punto de la homilía del Papa fue para los jóvenes a quienes les dijo que les espera en Río de Janerio, donde este julio tendrá lugar la Jornada Mundial de la Juventud. 

FRANCISCO 
“Queridos amigos, también yo me pongo en camino con vosotros, sobre las huellas del beato Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora estamos ya cerca de la próxima etapa de esta gran peregrinación de la cruz de Cristo. Aguardo con alegría el próximo mes de julio, en Río de Janeiro. Os doy cita en aquella gran ciudad de Brasil. Preparaos bien, sobre todo espiritualmente en vuestras comunidades, para que este encuentro sea un signo de fe para el mundo entero”.
Con fuerza, el nuevo Papa habló de manera improvisada a los jóvenes y les dijo que tienen un papel muy importante dentro de la Iglesia y también en el mundo. 

FRANCISCO 
“Los jóvenes deben decir al mundo entero que es bueno seguir a Jesús, que es bueno caminar junto Jesús, que es bueno el mensaje de Jesús, que es bueno salir de uno mismo e ir a los confines del mundo y de la existencia para llevar a Jesús. Tres palabras: alegría, cruz, y jóvenes”. 
Antes de terminar la Misa del Domingo de Ramos, el Papa rezó en latín el ángelus, ante unas 250.000 personas presentes en la celebración que da inicio a la Semana Santa. 

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