Wednesday, March 27, 2013

¿Qué pretende hacer el Papa jesuita Francisco con la Iglesia?



Su personalidad jesuita pinta mucho


Su análisis es ignaciano


(Ángel Manuel Sánchez).- En algunas palabras, según cuenta el cardenal de La Habana: "Pretende inspirar mayor celo apostólico en una Iglesia, que durante muchos años vive excesivamente centrada en sí misma, satisfecha de sí , envuelta en una espiral de narcisismo teológico, que le ha llevado a perder frescura evangélica y audacia evangelizadora".
Así he tratado de sintetizar el pensamiento confesado por el cardenal Bergoglio con ocasión del pre-cónclave.
Pues bien, pues si tuviera que valorar este análisis del Papa Francisco, diría como digo, que ha dado en la diana.
En mi anterior artículo donde trataba sobre lo que se podía esperar de un Papa que es jesuita, citaba, que este aspecto no era fundamental en la personalidad del nuevo Papa. Estaba equivocado, pinta y mucho.
Su análisis es ignaciano. A los jesuitas les encanta Erich Fromm. Pues bien, observemos la realidad como hace la psico-sociología: si cogiéramos a la Iglesia (sujeto social) y sobre ella, aplicáramos las reglas de la psicología del sujeto individual, podríamos observar sin temor a equivocarnos que la Iglesia, manifiesta visiblemente eso que bien llama narcisismo teológico, que no es más que una forma eufemística de decir lo encantados que estamos de conocernos los que conocemos a Dios.
Y claro, el cardenal Bergoglio exclama:
En el Apocalipsis Jesús dice que está a la puerta y llama. Evidentemente el texto se refiere a que golpea desde fuera la puerta para entrar... Pero pienso en las veces en que Jesús golpea desde dentro para que le dejemos salir. La Iglesia autorreferencial pretende a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir.
Agudo sí, un Papa agudo y... realista.
Puedo decir de mí que soy un católico "sin comunidad". No pertenezco a ningún grupo sin por ello faltar a la comunidad que participa de la Eucaristía. Soy un católico anónimo para mi Iglesia, pero no para Dios. Soy así fruto de mi experiencia. He vivido en dos países, Austria y España, y he conocido a multitud de grupos de Fe, y si tuviera que razonar mi dificultad para agregarme, sería: No concibo un grupo cristiano, ni tan sólo un cristiano, que ande por el mundo satisfecho de sí y encantado de conocerse. No sigo más que a ese Cristo que puja por salir de mí y no por entrar, y me invita a remar mar adentro -del mundo-, porque soy laico, no cura.
El problema del grupo cristiano es su narcisismo, y algo peor, que explica la mayor tragedia que ha vivido la Iglesia durante veinte siglos. La Iglesia lleva situándose durante dos siglos ante el mundo con natural hostilidad pero con imperdonable miedo, y se ha perdido la Cristiandad.
Es el miedo lo que la ha llevado a recluirse dentro de sí, dentro de muros donde se educa a cristianos laicos a pensar como lo hacen los religiosos (triste paradoja de quienes son la auténtica vanguardia de la Iglesia: seglares convertidos en nuevo clero, seglares de sacristía).
¿Dónde están los cristianos en mi lugar de trabajo, en mi comunidad de vecinos, en el colegio de mis hijos, en las plazas, en los medios de comunicación, en la política y en la economía? Sencillamente, no están. Al calor de la protección comunitaria y de una neurótica doble vida, no es de extrañar, que este Papa crea que Jesús puje por salir, quizás unas veces asfixiado, y otras escandalizado.
Hemos perdido el mayor tesoro legado por nuestros antepasados, la CRISTIANDAD, que no puede tolerar un mundo con una minoría cristiana en medio de una realidad sufriente por falta de Justicia y por falta de Evangelio.
Si el Sumo Pontífice pretende que los cristianos perdamos el miedo al mundo, su elección por el Espíritu Santo, para mí queda más que clarificada. Hemos de correr con la suerte de perder nuestras seguridades, que falsas, nos presentan un espejismo: el de vivir nuestra vocación católica universal, dentro del universo muro de nuestras comunidades.
Asistimos al ocaso de una cultura que agoniza víctima de su autosatisfacción. Aprendamos de esta experiencia, y tengamos la audacia de invadir todos los ambientes de este mundo con el sabor de lo cristiano.
Es ese Cristo que escapa de nuestras hedomanías y busca ocupar su sitio en las cruces de quienes no le conocen y sufren por ello, ó sufren porque le rechazan. No toleremos que la vida sin sentido, tenga para muchos sentido, pues ésta ha sido la puerta por la que el Mal penetra en el mundo. Una cultura sin Dios ha sido la causa primera y última del actual estado deprimente de cosas. Que los cristianos prefiramos recibir a salir al encuentro, es motivo de escándalo para nuestros predecesores en la Fe.
Confieso que en una etapa de mi vida tuve miedo del mundo. Quince años después, soy testigo de aquello que adivinó el Padre Ramón Cue S.J.: Todos los hombres y mujeres de este mundo llevan dos tipos de cruces, pues aquí todos e iguales, cargamos con nuestra cruz. Unos la llevan con Cristo, otros sin ella. Éstos, unas veces porque no conocen a Cristo ó porque le rechazan ó quieren escapar de su cruz, son la razón de nuestra misión comunitaria.
Falta una fundamentación de moral-social basada en Decálogo y en el Evangelio, porque a occidente le falta su Cristo secular, a la Iglesia, el Cristo seglar.
Donde hay Amor no hay miedo, y en este mundo existe miedo porque falta Amor.
RD

No comments: