Saturday, March 02, 2013

Ravasi y Scola, los "papables" de Joseph Ratzinger



Reflejan las "dos almas" de la Iglesia: la moderada y la conservadora. La progresista ha desaparecido


Georg Ganswein será la perfecta correa 

de transmisión entre los dos "Pedros"


(José Manuel Vidal).- Todos los Papas nombran (siempre indirectamente) a su delfín. Benedicto XVI no iba a ser menos. Y quizás con más razón que sus predecesores, porque pudo hacerlo en vida. Con gestos sutiles, con indicaciones subliminales y, sobre todo, subrayando, durante todo su pontificado y de un modo más acusado estos últimos días, la hoja de ruta del nuevo Papa.
El Papado es una monarquía especial, asentada en la ley básica de la continuidad. En la Iglesia y en el papado no se producen saltos. Apoyados en esta norma no escrita, todos los Papas de la edad moderna han intentado señalar a sus "papables preferidos". Porque, en algunos casos, pueden ser varios.
Pablo VI le entregó al cardenal Albino Luciani, en 1972, en su sede patriarcal de Venecia, su estola papal. Y Luciani se convirtió en Juan Pablo I, el Papa de los 33 días. Juan Pablo II no entregó estolas, pero hizo algo mejor: nombrar al cardenal Ratzinger decano del colegio cardenalicio. El Papa Wojtyla sabía perfectamente que ese puesto lo colocaba, de hecho, como Papa en funciones, eclipsando al propio camarlengo, el español Martínez Somalo, ya anciano, enfermo y sin apetencias de poder. Y Ratzinger se convirtió en Benedicto XVI.
El ya Papa emérito tuvo, durante su pontificado, dos gestos especiales con dos cardenales: Scola y Ravasi. El último en el tiempo, con el cardenal Gianfranco Ravasi. En efecto, el Papa le encomendó a su ministro de Cultura la predicación de sus últimos ejercicios espirituales, que hizo, con toda la Curia, del 17 al 24 de febrero.
Al finalizar los Ejercicios basados en los Salmos, el Papa no sólo agradeció las predicaciones de Ravasi, sino que subrayó aún más la capacidad de su ministro de Cultura: "Con la mediación del Ars orandi, antiguo y siempre nuevo del pueblo hebreo y de la Iglesia, hemos podido renovar el Ars credendi: una necesidad subrayada por el Año de la fe y aún más necesaria en el momento particular que yo, personalmente, y la Sede Apostólica estamos viviendo". Y concluyo: "Que Dios le recompense por este esfuerzo, que tan brillantemente ha logrado". Unos días antes, concretamente el 11 de febrero, había anunciado que renunciaba.
Si "señaló" a Ravasi una vez, con el cardenal Angelo Scola lo hizo al menos en tres ocasiones: Recibiéndolo pocos días antes de anunciar su renuncia; visitándolo en su sede de Venecia y, sobre todo, trasladándolo a Milán. Porque nadie va de Venecia a Milán, si no es por una razón muy especial: el ser señalado por el Papa reinante como su favorito a la sucesión. Y eso le pasó a Scola que dejó la sede patriarcal para hacerse cargo de la diócesis más grande y más influyente del mundo. La archidiócesis de Montini, Lercaro, Martini o Tettamanzi.
Los dados están echados y los favoritos señalados: los dos italianos, los dos amigos del Papa. Con algunas diferencias entre ambos. Con esquemas laicos, Scola pertenece al sector más conservador. Garantizaría la continuidad. Es un buen teólogo, con experiencia pastoral contrastada. Con 71 años y en buena forma física, en su contra juega el haber sido una de las máximas figuras del movimiento neoconservador Comunión y Liberación. ¿Está la Iglesia preparada para un Papa de un movimiento?
Ravasi pertenece al sector moderado. De 70 años, en buena forma y buen teólogo, está considerado uno de los mejores intelectuales de la Iglesia actual y un maestro consumado en el diálogo con el mundo moderno. Sería el ideal para reconquistar el universo de la cultura, tan alejado de la Iglesia católica desde hace casi un siglo. En su contra juega su falta de experiencia pastoral directa.
Dos candidatos que reflejan bien las dos "almas" clásicas de la Iglesia: la conservadora y la moderada, dado que hace años que ha desaparecido la progresista. Dos sensibilidades que siempre han existido. Es una constante en la historia de la Iglesia la confrontación entre movimientos de reforma y de restauración. El péndulo eclesial se mueve entre esos dos extremos. Y, después de casi 33 años de restauración (iniciada con Juan Pablo II y concluida con Benedicto XVI), toca cambio de tendencia. Se cierra un ciclo y el péndulo eclesial debería girar al centro. Lo exige la dinámica social y eclesial. Es una voz en grito tanto de los fieles como de muchos jerarcas.
Y esa dinámica apunta más a Ravasi, que puede verse favorecido por otra variable que va a ser sin duda determinante en la elección del nuevo Papa: la limpieza. El sucesor de Benedicto XVI tendrá que estar absolutamente limpio de cualquier episodio que lo vincule directa o indirectamente con la lacra de la pederastia. Y esa vinculación afecta, sin duda más, a los prelados que tienen cargo pastoral, como Scola. En cambio, mantiene a salvo a los curiales, como Ravasi.
Y es que también en eso el Papa Ratzinger ha hilado muy fino: limpió la Iglesia, impuso la tolerancia cero frente a los clérigos abusadores, y denunció, por activa y por pasiva, las intrigas por el poder y el carrerismo de la Curia, así como los oscuros tejemanejes del IOR, el banco vaticano. Tanto que su propio periódico lo bautizó como "un pastor en medio de lobos". Es decir, el Papa marca una clara hoja de ruta a su sucesor: continuar con la limpieza interna de la Curia y del banco vaticano. Acabar la obra que él no pudo concluir. O no le dejaron.
Pilotada la sucesión, a Benedicto XVI sólo le queda esperar a la fumata del cónclave, para ver si el "habemus Papam" le corresponde a alguno de sus dos preferidos. Sea Scola, sea Ravasi o sea cualquier otro, el nuevo Papa puede contar, por vez primera en la historia, con el inestimable apoyo de un Papa emérito. Un reposo para una tarea ingente. El monasterio Mater Ecclesiae convertido en la casa de Lázaro en Betania. Con un Papa emérito convertido en María, la dedicada a lo esencial, para ayudar a Marta, el Papa dedicado a regir los destinos de la Iglesia.
No es Benedicto XVI una persona para ejercer o condicionar el poder. Y menos, en la sombra. Ha renunciado con todas las consecuencias. Podrán cohabitar en paz y armonía los dos Papas, el emérito y el reinante, el Papa "político" y el Papa "espiritual". Uno dedicado a reinar y gobernar. El otro, a rezar. Y a ofrecer su consejo de Papa anciano, sabio y centrado en lo esencial. Siempre que el nuevo Papa se lo pida. Que se lo pedirá. Sería ilógico desperdiciar su caudal de sabiduría y piedad. Además, lo tendrá fácil. El secretario y hombre de confianza de Benedicto XVI vivirá con él, pero seguirá desempeñando su cargo de prefecto de la Casa Pontificia, es decir, el eclesiástico que controla la agenda del nuevo Papa, mientras éste no dispone lo contrario. El fiel y elegante Georg Ganswein será la perfecta correa de transmisión entre los dos "Pedros". Y la Iglesia no contará con uno, sino con dos timoneles. O con un timonel y un consejero. Pedro y Pablo al mando de la barca de la Iglesia. ¡Menudo lujo!
RD

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