Friday, June 28, 2013

REFLEXIÓN: FRENTE A LA CULTURA DE LA QUEJA


Es curioso cómo a menudo uno se descubre protestando por casi cualquier cosa. Siempre encuentras motivos para sacar punta a la realidad. Siempre hay fisuras, problemas, la realidad es incompleta y se pueden hallar, en los otros, aristas inconvenientes. Y ante ello, se impone protestar, porque si no, te pisan, te ningunean, o te tienes que comer los marrones de otros. Y así, se van sumando voces al coro de lamentos. Todos podemos protestar, unos de otros. Se queja el estudiante de los profesores, estos de los compañeros, todos de la dirección. Los hijos protestan por los padres, y estos se lamentan de lo ingobernables que se han vuelto sus críos. Se quejan los creyentes de la sociedad secularizada que ataca y critica. Los no creyentes de la Iglesia que se quiere imponer. Se quejan los cristianos de a pie de los obispos. Estos, del mundo. Se quejan los trabajadores de los jefes, y estos de aquellos. Se queja la ciudadanía de los políticos, y estos, unos de otros, y todos de «la coyuntura». Hay tantos motivos para protestar, que parecería hasta insolidario no hacerlo, ¿Verdad?


FRENTE A LA CULTURA DE LA QUEJA - NO QUEJARSE POR TONTERÍAS




«Como ciegos vamos palpando la pared, andamos a tientas como gente sin vista; en pleno día tropezamos como al anochecer, en pleno vigor estamos como los muertos. Gruñimos todos igual que osos y nos quejamos como palomas. Esperamos en el derecho, pero nada; en la salvación, y está lejos de nosotros.» (Is 59, 10-11)



Precisamente por esa abundancia de motivos para la queja es importante mantener la perspectiva. Porque si uno protesta por todo, y en cualquier momento, tal vez se esté quitando lo único que les queda a las verdaderas víctimas de nuestro mundo: la voz. Está claro que el cristiano habrá de ser crítico, profético, idealista y añorar un mundo mejor… pero parte de esa mirada crítica pasa por distinguir bien los verdaderos motivos para la exigencia, de esos otros motivos pueriles y a veces egoístas.

Te pido, Señor, que me enseñes a no protestar por bobadas. A alzar la voz por aquello que merece la pena. Y a ser crítico, no desde el resentimiento o la furia, sino desde la ternura y la compasión.


¿Hay en mi entorno motivos para la queja?

¿Hay veces en que protesto por tonterías?



«...¡Estar aún aquí
tan pegado a este suelo y respirando!
¿Cómo corresponder
la generosidad de los instantes?
Es posible que nunca alcance el don
de habitarlos más, quizá ligeramente,
pero apenas el borde.
No he sabido llorar cuanto debía
y así voy viendo este vaivén de horas
sin saber dar las gracias, siempre en vilo…»

Andrés Neuman



FRENTE A LA CULTURA DE LA QUEJA - MÁS PROFETISMO Y MENOS QUEJA.



«Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande.» (Dt 18,18)


Pero está claro que hay que alzar la voz, protestar, clamar y denunciar muchas cosas que no funcionan. Sólo que no deberíamos hacerlo como el crío que tiene una pataleta y grita, con un berrinche a veces excesivo. Tenemos en la historia gente que nos ha enseñado una manera diferente de protestar. Son los profetas, aquellos que eran capaces de denunciar lo que no funciona, alzar la voz con seriedad y compromiso, y al tiempo aventurar horizontes mejores. Protestas, propuestas y compromiso. Esos tres elementos lo cambian todo. Denunciar lo que está mal. Proponer hacia dónde caminar, y comprometerse uno mismo, tu tiempo, tu capacidad, a veces la vida entera, para perseguir aquello que crees justo. Es un buen reto para nuestros tiempos, tan ávidos de justicia y esperanza.


Te pido, Señor, que suscites entre nosotros profetas. Hombres y mujeres capaces de levantar su voz, en nombre de todos aquellos que necesitan respuestas.


¿Siento que también yo, de alguna manera, puedo ser profeta de esta manera?

¿Podría formular protestas, propuestas y compromisos personales para este mundo?


Anillos de ceniza

Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.

Alejandra Pizarnik


pastoralsj

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