Saturday, April 26, 2014

Sesenta años del evangelio de Helder Cámara, el 'obispo rojo'

Helder Cámara saluda a la madre Teresa de Calcuta en París, en 1985./ AFP

El catolicismo progresista cree que es la hora de reivindicar el papel de los ‘santos padres’ de la Iglesia latinoamericana. Sin el fantasma del marxismo, el Papa está recuperando la Teología de la Liberación.


Este mes se han cumplido sesenta años de la llegada de Helder Cámara a la diócesis brasileña de Olinda-Recife, donde el sacerdote de Fortaleza desplegaría toda una doctrina evangélica en favor de la justicia social y la defensa de los derechos humanos. Su entronización no tuvo lugar en la catedral, sino en la plaza de esta localidad del estado de Pernambuco, un signo de lo que sería su compromiso con los humillados y perseguidos, con los desheredados de la Tierra. «Cuando doy de comer a un pobre, todos me dicen santo. Pero cuando pregunto por qué un pobre no tiene comida, todos me dicen comunista», solía decir el 'obispo rojo'. ¡Y era el mismo Evangelio que ahora predica el Papa Francisco! Sus ideas y sus pensamientos siguen siendo válidos hoy, más actuales que nunca con un Pontífice que grita que «el capitalismo mata». En estos tiempos de santificaciones exprés, hay que recordar que a don Helder ya le canonizó el pueblo.
Helder Cámara tomó posesión de Recife el 12 de abril de 1964, doce días después del golpe de estado iniciado por el general Olimpio Mourao Filho, que puso en el poder al general Humberto de Alencar Castelo Branco. La asonada fue apoyada por una gran parte de los empresarios y los terratenientes, y por un sector de la jerarquía eclesial. Cuando las Fuerzas Armadas empezaron a detener, torturar y eliminar a los opositores, como en otras dictaduras del Cono Sur, Helder Cámara se puso enfrente y se convirtió en un símbolo de la resistencia. Pronto, aquella figura frágil y pequeña –medía 1,60 y pesaba 58 kilos–, se convirtió en la 'oveja negra' de los militares, que le rebautizaron como el 'obispo rojo'. Los escuadrones de la muerte le amenazaron de manera constante y su casa fue ametrallada en numerosas ocasiones. Su figura se fue engrandeciendo.
Pero su denuncia de las injusticias se amplió con su batalla indesmayable contra la pobreza y la miseria, aquella 'opción preferencial por los pobres' de la Teología de la Liberación que aventó el fantasma de una alianza de la Iglesia con el marxismo. Helder Cámara impulsó el CELAM (Conferencia Episcopal Latinoamericana) que escribió páginas valientes en Medellín y en Puebla, con la opción por los pobres como columna vertebral, si bien luego ha ido perdiendo centralidad. Con ocasión de la visita de Benedicto XVI a Brasil, el teólogo vasco Rafael Aguirre escribía que «la comunión con Roma se traduce, en la práctica y con demasiada frecuencia, en el control de las iglesias locales por la curia romana, lo que se está poniendo de manifiesto en la política de nombramientos de obispos, dirigida por centros de poder eclesiástico bien identificados, que valoran el servilismo y el clericalismo. El episcopado latinoamericano, que ha dado algunas de las grandes figuras del cristianismo contemporáneo (Óscar Romero, Hélder Cámara) y fue pionero en el Concilio, es hoy irreconocible», se lamentaba en mayo de 2007.
He vuelto a repasar estos días los artículos de Manuel de Unciti, sacerdote y periodista recientemente fallecido, que en su día habilitó una serie en la revista 'Pueblos del Tercer Mundo' con testigos y profetas que lo dieron todo en los países subdesarrollados. Helder Cámara abrió aquella sección. Unciti ha defendido siempre que la Iglesia tendría que pedir perdón por el trato discriminatorio impuesto por alguno de sus hijos. ¿Por que no se honró a Helder Cámara con la púrpura cardenalicia?, se preguntaba. ¿Por qué no hay prisa alguna en beatificar a monseñor Romero?, insistía el sacerdote vasco denunciando que se condenara al ostracismo a algunos obispos proféticos, inmovilizándoles en sedes de menor incidencia en la vida de la comunidad eclesial. También hubo presiones para que no se le concediera el Premio Nobel de la Paz, al que estuvo varias veces nominado.
En un articulo publicado en EL CORREO, Unciti trazaba hace unos años un atinado perfil de Víctor Garaigordobil, natural de Abadiño, ahora retirado en el santuario de Urkiola, y durante un tiempo obispo en la misión vasca de Los Ríos, en Ecuador. «Vio a las masas de medio mundo -y más concretamente a las de Latinoamérica- sin Evangelio o con poco Evangelio y se decidió a ser misionero en Los Ríos. Vio las tremendas dependencias que aherrojaban a los pobres y optó por comprometerse a fondo con la teología de la liberación. Vio que la unión hace la fuerza y, durante el Concilio, se juntó al grupo de obispos que demandaban una Iglesia pobre al servicio preferente de los pobres. A lo largo de sus casi cuarenta años siguió viendo la realidad de las estructuras de pecado y las formidables injusticias de todo género que contradicen al proyecto de Dios para con este mundo; y su nombre apareció frecuentemente junto a los de Proaño, Helder Cámara, Casaldáliga, Luna, Landázuri, ¿lo más granado de los obispos liberacionistas de la segunda mitad del siglo XX? Con varios de estos dio un mal día con sus huesos en la celda-prisión de una comisaría policial de Quito o de Guayaquil, vaya usted a saber. Y es que a estos obispos –y a don Víctor entre ellos– les acuciaba la pasión de denunciar el mal por su nombre: la injusticia era injusticia; el robo, robo; el abuso, abuso; el atropello, atropello. Esta pasión no se domesticaba ni siquiera cuando les parecía llegada la hora de denunciar los pecados de la mismísima Iglesia».
Helder Cámara tuvo la ocasión de visitar Euskadi en 1985 para el estreno de la 'Sinfonía de los dos mundos', obra del compositor Pierre Kaelin con textos del obispo brasileño. Vino invitado por el obispo de San Sebastián, José María Setién, y el Instituto de Estudios Teológicos de la capital donostiarra. Se estrenó en la basílica de Santa María y también en Bilbao, en el templo de San Felicísimo. Con su sotana color crema y su crucifijo de madera, Helder Cámara se paseó entre el público recitando los textos que él mismo había escrito, acompañado por la Orquesta Sinfónica de Euskadi, el Orfeón Donostiarra y la Coral del Corazón de María. Fue un alegato contra la injusticia, en defensa de los derechos humanos. En una Euskadi convulsa también fue una voz contra la espiral de la violencia.
La opción preferencial por los pobres. «Los pobres son el corazón de la Iglesia de Jesús», ha dicho estos días el Papa Francisco. Sin el fantasma del marxismo, el Pontífice está recuperando la Teología de la Liberación. Muchos sacerdotes y obispos estuvieron junto a los más desfavorecidos en las selvas y los suburbios de Latinoamérica. El cardenal brasileño Allis Lorscheider, monseñor Paulo Ebaristo Arns, Pere Casaldáliga, Óscar Romero, Helder Cámara. La Iglesia latinoamericana tiene su propia personalidad y ahora ha llegado a la mayoría de edad con Bergoglio en la silla de San Pedro. «Es la hora de reconocer a los santos padres de la Iglesia latinoamericana», clama un teólogo que convivió con el padre Ellacuría en El Salvador. Mientras tanto, nos quedamos con la figura y la actualidad del pensamiento de Helder Cámara, pequeño de estatura, pero un gran tipo.
Pedro Ontoso
El Arca de Noé
El Correo

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