Thursday, October 30, 2014

El Sínodo visto por “La Civiltà Cattolica” por Andrea Tornelli


El artículo del director, Antonio Spadaro: que no se hayan alcanzado las dos terceras partes de los votos para el punto relacionado con los divorciados que se han vuelto a casar es, en cierto sentido «una decisión anómala, porque es como si 74 padres de 183 hubieran querido negar inluso que se registrara la discusión que se vivió efectivamente»

ANDREA TORNIELLICIUDAD DEL VATICANO
La falta de la mayoría de las dos terceras partes de los votos en relación con el párrafo 52 de la “Relatio Synodi” (es decir en el que se habla sobre los divorciados que se han vuelto a casar) representa una decisión «en cierto sentido anómala, porque es como si 74 de los 183 padres hubieran querido negar inluso que se registrara la discusión que se vivió efectivamente». Lo escribió el director de “La Civiltà Cattolica”, el padre Antonio Spadaro en un largo artículo que resume los trabajos del Sínodo extraordinario sobre la familia, en el cual el jesuita participó.


«Justamente para que el debate fuera verdaderamente tal, el Santo Padre –escribe Spadaro– nombró miembros para el Sínodo, algunos de los cuales, de manera opuesta y divergente, expresaron sus pareceres sobre los temas tratados». En el Sínodo surgieron «modelos diferentes de Iglesia, pero también enfoques culturales diferentes, a veces opuestos, considerando el país o el continente de proveniencia de los padres». En el aula sinodal, según “La Civiltà Cattolica”, «se respiró verdaderamente un clima “conciliar”. La serenidad, la franqueza (que quede claro) no generaron una discusión suavizada, sino permitieron vivir una dinámica real que no es, de ninguna manera, “confusión”, sino “libertad”: dos términos que nunca hay que confundir, so pena de no vivir valientemente una plena madurez adulta».


El mismo Pontífice «confirmó que el procedimiento sinodal era correcto, y que no había que esperar una convergencia total, fruto de un equilibrio estático, moderado, falso». El padre Spadaro citó al respecto el clima del llamado “Concilio de Jerusalén”, sobre el cual los Hechos de los Apóstoles no dejan de registrar una «gran discusión».


«Y este cara a cara –se lee en “La Civiltà Cattolica– era lo que el Santo Padre había pedido que no temieran los padres sinodales, consciente de que quien habría guiado la discusión de todos habría sido “el bien de la Iglesia, de las familias y la suprema «lex», la «salus animarum»”. Y todo ello, pues, “sin poner nunca en discusión las verdades fundamentales del Sacramento del Matrimonio: la indisolubilidad, la unidad, la fidelidad y la procreatividad, es decir la apertura a la vida”».


En cuanto a la falta de la mayoría de las dos terceras partes de los votos en relación con el párrafo sobre los divorciados que se han vuelto a casar, que contiene las dos posturas que surgieron en el debate para certificar que «se habló de ello en el Sínodo», después de haber definido la decisión «anómala», Spadaro recuerda que la discusión fue reconocida y certificada por el Mensaje final, aprobado por amplia mayoría (158 votos de 174), que ofrece «incluso un indicio de fundamento teológico: “El encuentro que recopila y engloba todos los hilos de la comunión con Dios y con el prójimo es la Eucaristía dominical, cuando con toda la Iglesia la familia se sienta a la mesa del Señor… Por ello, en la primera etapa de nuestro camino sinodal, reflexionamos sobre el acompañamiento pastoral y sobre el acceso a los sacramentos de los divorciados que se han vuelto a casar”».


Con la decisión de publicar todo, incluso el número de los votos obtenido por cada uno de los párrafos en la votación final, «Francisco hizo que el proceso fuera transparente, dejando a los fieles la elctura y el juicio de los hechos, incluso los de más difícil interpretación». Y «Gracias a la decisión del Pontífice, todos los puntos en disputa siguen siendo “quaestiones disputandae”, pero iluminadas por toda la confrontación sinodal. El proceso, pues, queda abierto y exige que se involucre el pueblo de Dios durante todo un año».



«Ciò che riteniamo necessario, alla fine del Sinodo Straordinario - scrive ancora il direttore di Civiltà Cattolica - è che la Chiesa, a tutti i suoi livelli, si interroghi non solamente su questa o quella questione particolare, ma grazie a esse anche sul modello ecclesiologico che incarna. Esso ci fa comprendere il compito della Chiesa stessa nel mondo e il suo rapporto con la storia».

Infine, padre Spadaro, offre come chiave di lettura e come approccio l'immagine della Chiesa come «ospedale da campo dopo una battaglia», proposta da Francesco: «Tanta gente ferita che chiede da noi vicinanza, che chiede da noi quello che chiedevano a Gesù: vicinanza, prossimità». Un'immagine che è «l’opposto della fortezza assediata. Essa non è una semplice e bella metafora poetica: da essa può derivare una comprensione della missione della Chiesa e anche del significato dei sacramenti di salvezza».

El campo de batalla ahora, según Spadaro, son algunos de los desafíos relacionados con la familia: «la disminución de los nacimientos y el envejecimiento de la población han invertido las relaciones entre los jóvenes y los ancianos; la anticoncepción permite la separación entre la secualidad y la generatividad; la procreación asistida rompe la identidad entre generar y ser padres; las familias reconstituidas ofrecen a la existencia vínculos y roles parentales con geografías relacionales muy complejas; las parejas de hecho plantean la cuestión de la institucionalización  social de sus relaciones; las personas homosexuales se preguntan por qué no pueden vivir una vida de relación afectiva estable como creyentes practicantes. Pero, en realidad, el verdadero problema –continúa el padre Spadaro–, la verdadera herida mortal de la humanidad de hoy es que las personas tienen cada vez más dificultades para salir de sí mismas y establecer pactos de fidelidad con otra persona, incluso con la persona amada. Es esta humanidad individualista que la Iglesia ve frente a sí. Y la primera preocupación de la Iglesia debe ser la de no cerrar las puertas, sino abrirlas, ofrecer la luz que la habita, salir para ir al encuentro de un ser humano que, aunque crea no necesitar un mensaje de salvación, se descubre a menudo atemorizado y herido por la vida».


Si la Iglesia es verdaderamente una madre, trata a sus hijos según sus «vísceras de misericordia». Esta pregunta fue planteada por algunos padres sinodales: ¿puede existir «una economía sacramental que prevea situaciones irrecuperables, que excluyan permanentemente la posibilidad de acceder al sacramento de la reconciliación»?

Vatican Insider

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