Wednesday, April 15, 2015

Indicios de desagrado. El embajador y el cardenal por Sandro Magister


El primero, designado por Francia, es rechazado por el Vaticano porque es homosexual. El segundo, prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, se opone a los fans del papa Francisco. Quien no siempre se hace entender 


ROMA, 15 de abril de 2015 – "La llegada a la sede de Pedro de un teólogo como Benedicto XVI es sin duda una excepción. Juan XXIII no era teólogo de profesión. El papa Francisco es también más pastoral y la Congregación para la Doctrina de la Fe tiene como una de sus misiones la de promover la estructuración teológica de un pontificado".

Estas palabras del cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en una entrevista publicada el 29 de marzo en el diario francés "La Croix", han suscitado reacciones nerviosas en el campo de los ultra-bergoglianos.

El historiador Alberto Melloni ha liquidado la intención deliberada del cardenal de "estructurar teológicamente" el pontificado de Francisco, calificándola como "un impulso cómico de paternalismo subversivo".

Por su parte, el vaticanista Andrea Tornielli la ha denunciado como un abuso de su rol, que excede las funciones de la Congregación, además de ser ofensivo respecto al actual pontificado, al que se le critica por no poseer suficiente "estructura" ni estatura teológica.

Pero está a la vista de todos que efectivamente algunas afirmaciones – y entre ellas las más célebres – hechas por el papa Francisco padecen de escasa claridad.

Dos de estas afirmaciones han vuelto recientemente a ocupar el centro de las polémicas.

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La primera es el famoso interrogante "¿quién soy yo para juzgar?", aplicado al homosexual "que busca al Señor con buena voluntad".

Francisco lanzó esta pregunta en la conferencia de prensa del 28 de julio de 2013, en el vuelo de retorno a Roma, desde Río de Janeiro.

Lo repitió en la amplia entrevista concedida pocas semanas después a "La Civiltà Cattolica", agregando que "no es posible la ingerencia espiritual en la vida personal".

Dijo esto sin aclarar jamás en qué sentido la pregunta se vincula por un lado con la frase evangélica "No juzguen y no serán juzgados", y por otro lado también con el poder dado por Jesús a Pedro de "atar y desatar".

De hecho, la ambigüedad de la frase contribuyó enormemente a la fortuna mediática del papa Francisco.

Salvo que después se le ha vuelto en contra, como está ocurriendo en estos días con motivo de la falta de acuerdo vaticano respecto al nuevo embajador en la Santa Sede designado por el gobierno francés.

Ya en el 2007 la Santa Sede había negado el acuerdo a otro embajador propuesto por París, Jean-Loup Kuhn-Delforge, porque era un homosexual declarado, y convivía con un compañero en forma jurídicamente reconocida.

En efecto, es una praxis constante de la Santa Sede el rechazo de las credenciales diplomáticas a quien se encuentra en condiciones de "irregularidad" matrimonial respecto a los cánones católicos.

Pero Laurent Stefanini (en la foto), el personaje ahora en cuestión, no entraría de por sí en esta situación irregular. Es católico practicante, confirmado en edad adulta, célibe, homosexual pero sin militancia ideológica. Entre el 2001 y el 2005 fue consejero de la embajada francesa en la Santa Sede, llegando a ser apreciado por ésta, dado que al finalizar su servicio le fue otorgada la Orden de San Gregorio. Su actual candidatura a embajador ha sido apoyada clamorosamente por el arzobispo de París, el cardenal André Vingt-Trois, si bien muy ocupado confrontando con la ideología de “género”, y fue defendida por Ludovine de la Rochère, presidente del movimiento pro-familia "Manif pour tous".

Designado por el gobierno francés el 5 de enero, un mes después Stefanini recibió del nuncio apostólico en París, el arzobispo Luigi Ventura, el pedido para que renunciara, a causa de su orientación sexual.

Pero ni Stefanini ni el gobierno de París se han doblegado. Y en los primeros días de abril el caso explotó en los medios de comunicación.

El Vaticano ha evitado hacer comentarios.

Pero este rechazo de las credenciales aparece en clamorosa contradicción no con sólo con ese "¿quién soy yo para juzgar?", que se ha convertido en la señal de identificación del pontificado de Jorge Mario Bergoglio, sino también y sobre todo con el número sin precedentes de eclesiásticos homosexuales promovidos en la curia en el último bienio a cargos de importancia y en contacto cercano con el Papa.

Respecto a estos eclesiásticos, incluido ese monseñor Battista Ricca con un pasado plagado de escándalos, director de la Casa de Santa Marta y "prelado" del IOR, jamás se ha disparado un veto. Por el contrario, ha sucedido lo opuesto.

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La segunda afirmación del papa Francisco que ha vuelto a ser objeto de discusión tiene mayor peso que la anterior. En efecto, no es parte de una entrevista improvisada, sino de la exhortación "Evangelii gaudium", el documento programático de este pontificado.

La afirmación es ésta:

"El Concilio Vaticano II expresó que, de modo análogo a las antiguas Iglesias patriarcales, las Conferencias episcopales pueden 'desarrollar una obra múltiple y fecunda, a fin de que el afecto colegial tenga una aplicación concreta'. Pero este deseo no se realizó plenamente, por cuanto todavía no se ha explicitado suficientemente un estatuto de las Conferencias episcopales que las conciba como sujetos de atribuciones concretas, incluyendo también alguna auténtica autoridad doctrinal" (n. 32).

El punto crítico de la frase está en el último renglón. Porque efectivamente, que se reconozca a las Conferencias episcopales una "autoridad doctrinal" es una afirmación que brilla por su ausencia de claridad.

La confirmación de esto está en una conferencia del cardenal Müller, pronunciada en Hungría, en Esztergom, el 13 de enero de 2015, a representantes de los episcopados de Europa, posteriormente insertada on line entre los documentos de la Congregación para la Doctrina de la Fe:

> La natura teologica delle commissioni dottrinali e il compito dei vescovi come maestri della fede

En la tercera y última parte de la conferencia, Müller dice justamente que quiere "tematizar", "profundizar", "precisar", "explicitar" el pasaje citado por el papa Francisco, a fin de que sea "comprendido correctamente".

Una tarea fijada por los estatutos de la Congregación para la Doctrina de la Fe es precisamente la de examinar antes de su publicación todos los documentos vaticanos, "en cuanto se refieren a la doctrina sobre la fe y las costumbres".

También los documentos papales pasan por su examen previo. Con Juan Pablo II, en particular, la concordancia entre él y su maestro de doctrina, el cardenal Joseph Ratzinger, era perfecta. Cada documento pontificio salía "estructurado teológicamente" en forma impecable.

Por el contrario, el papa Francisco procede en forma más solitaria. La "Evangelii gaudium" si pasó también por el examen preventivo de la Congregación presidida por Müller, que la acompañó con numerosas observaciones. Pero al final fue publicada prácticamente sin ningún retoque.

Una consecuencia de la frase oscura arriba citada ha sido la de alentar los sentimientos autonomistas y anti-romanos de algunas Conferencias episcopales, como lo ha demostrado una afirmación reciente del cardenal alemán Reinhard Marx y que tuvo mucho eco en el mundo:

"No somos una filial de Roma. Cada conferencia episcopal es responsable por la pastoral en el interior de su propia esfera. No podemos esperar hasta que un sínodo nos diga cómo debemos comportarnos aquí sobre el matrimonio y la pastoral familiar".

Otra consecuencia más general es que el cardenal Müller se ve obligado a intervenir en los documentos del papa Francisco luego de su publicación, con intervenciones públicas orientadas a poner claridad en los puntos considerados oscuros y a otorgarles a esos documentos una "estructuración teológica".

El papa Karol Wojtyla tenía su Ratzinger, en la elaboración y en el control de sus textos.

Pero el papa Bergoglio no prefiere a Müller sino a Víctor Manuel Fernández, rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina y su fiel ghostwriter, tanto para la "Evangelii gaudium" como para la inminente encíclica sobre ecología.

El nombramiento de Fernández como rector fue infructuosamente confrontada, en su momento, por el entonces secretario de la Congregación para la Educación Católica, Jean-Louis Bruguès, también a causa de la incierta producción teológica del candidato, entre cuyos títulos figura un "Sáname con tu boca. El arte de besar", editado en Buenos Aires por Lumen, en 1995.

Pero Fernández se impuso. Y al ser Papa, Bergoglio también lo ha hecho arzobispo.

Al mismo tiempo le negó el cardenalato a Bruguès, a pesar que la púrpura está asociada desde siempre a su cargo actual, el de Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana.


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Traducción en español de José Arturo Quarracino, Temperley, Buenos Aires, Argentina.


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