Friday, May 22, 2015

La universalidad de monseñor Romero



En vísperas de la beatificación de monseñor Romero, es bueno, entre otras reflexiones, hacer eco de su universalidad. Con frecuencia algunos dignatarios de la Iglesia han dicho que “monseñor Romero es nuestro”. Es cierto, pero esa frase no se opone a la universalidad de este obispo mártir. De hecho, católico significa universal. Y nadie debería quejarse porque a un católico se le asuma como propio desde muy distintas esferas. De hecho, otro mártir, esta vez laico, santo Tomás Moro, con su libro titulado Utopía, consiguió una universalidad de la que los católicos nos sentimos orgullosos. Las fuentes de la universalidad romeriana se pueden explicar de diversas formas. Pero resulta interesante hacerlo desde dos puntos de vista: el de la Iglesia católica y el de las Naciones Unidas.

Juan Pablo II decía que en un mundo caracterizado por una guerra de los poderosos contra los débiles, el obispo tenía que ser un profeta de justicia, afianzado en el radicalismo evangélico, padre de los pobres, defensor de los derechos humanos, capaz de desenmascarar falsas antropologías y voz de los que no tienen voz para defender sus derechos. Todas estas palabras están sacadas de una instrucción pontifical de 2003 titulada “Los pastores del rebaño”. Si el contexto es universal, como lo es “la guerra de los poderosos contra los débiles” en el mundo actual, rebelarse pacíficamente contra esa guerra y trabajar por la paz desde la defensa de los más pobres y sus derechos es el modo cristiano de volverse universal. Cualquier cristiano, sea sacerdote, religioso o laico, que calle de un modo cómplice ante violaciones evidentes y graves de derechos humanos está renegando de su fe. Si además fuera obispo, estaría también traicionando directamente su cargo. El hecho de dar la vida por mantener esa dimensión de profeta de justicia, voz de los sin voz, ha hecho de Romero un santo universal, porque ha construido caminos cristianos y a la vez universales de superación de la injusticia.

Las Naciones Unidas declararon el 24 de marzo como el Día Internacional del Derecho a la Verdad en Relación con Violaciones Graves de Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas. En los propósitos que la ONU establece para esa fecha, se menciona trabajar por la verdad en el caso de víctimas, recordar a quienes lucharon por ella y por los derechos humanos, y reconocer los valores de monseñor Romero. De nuestro obispo se recuerda como ejemplar su profundo humanismo y servicio a la humanidad, su defensa de los derechos humanos (incluyendo la denuncia de su violación), la protección de la vida, la defensa de la dignidad humana, los llamados al diálogo y la oposición a toda forma de violencia. La misma universalidad del amor a lo humano y su dignidad se le reconoce al pastor desde la Asamblea General de las Naciones Unidas, que por unanimidad aprobó ese día consagrado tanto a las víctimas como a la memoria de él, Romero del mundo, defensor de los débiles y hecho débil hasta la muerte por quienes abusan de los pobres.

Son dos aproximaciones, desde el ideal del obispo en tiempos de crisis, visto desde la Iglesia; y desde el ideal del defensor de las víctimas, apreciado desde la máxima instancia mundial de diálogo y acuerdos internacionales. Religiosa una, laica la otra, ambas coinciden al catalogar a Romero como una persona de hondos valores, ejemplar y con validez universal. A estas dos apreciaciones se le puede añadir la dimensión ecuménica, el amor entrañable de gente sencilla que lo siente como fuerza en sus vidas, el nombre de plazas, edificios y fiestas en torno a su recuerdo y su triunfo martirial. La universalidad es evidente. Y por eso, los católicos debemos estar alegres cuando otros se lo apropian. Como Martin Luther King, como la madre Teresa, como Anne Frank, Mahatma Gandhi o Nelson Mandela, Óscar Romero pertenece a esa estela de personajes que trascienden fronteras y convocan siempre a ser mejores personas, más generosas y más entregadas, a construir una mejor humanidad. Para nosotros, los cristianos, tener santos de ese nivel es hacer presente la fuerza del Espíritu en este mundo hambriento de liberación y salvación.

Editorial de la Universidad Centroamericana
"José Simeón Cañas

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