Wednesday, June 24, 2015

El enigma del Papa Francisco por José María Castillo


¿Por qué seduce a tanta gente y produce rechazo en la minoría "selecta" al mismo tiempo?


"Le está pasando algo que se parece mucho a lo que le pasó a Jesús"


(José María Castillo).- En vísperas del día de San Pedro, viene bien, es conveniente y hasta necesario pensar despacio lo que está ocurriendo con el pontificado del papa Francisco. Este papa es un enigma. Porque es un hombre que produce atracción y rechazo al mismo tiempo.
Atrae y seduce a la inmensa mayoría de la población mundial, sobre todo a las gentes populares. Pero, al mismo tiempo, es motivo de rechazo (a veces patente, a veces camuflado) que curiosamente se produce en aquellos grupos humanos que jamás rechazaron a un papa, hombres de Iglesia y gentes importantes de la economía y la política. Que yo sepa o yo recuerde, esto nunca se vio, tal como ahora lo estamos viendo y viviendo. ¿Qué está pasando con este papa y qué estamos viendo en él?
Lo más claro, lo más evidente, es que el papaBergoglio es un hombre popular. Habla como habla la mayoría de la gente. Y su comportamiento es sencillo y popular. Lo que resulta chocante, puesto que, como bien sabemos, no estábamos acostumbrados a ver un papa hacer y decir las cosas que hace y dice este papa. Esto es evidente y, con todos los matices y precisiones que haya que ponerle a este asunto, la cosa es así.
Pero ocurre que el papa Bergoglio, además de un hombre popular, es también un hombre inquietante. Produce, a veces, intranquilidad, malestar, incluso rechazo y, en no pocos casos, causa decepción. Pero no en todo el mundo, sino en los grupos que ya he in dicado. O sea, entre los importantes de este mundo, especialmente sin son grupos de gente integrista.
Como es lógico, el balance global es positivo. Muy positivo. Y esperanzador. Por la sencilla razón de que los sectores populares, que se sienten identificados con este papa, abarcan un volumen de población inmensamente mayor que cuanto pueden alcanzar los grupos clericales y las gentes de la burguesía integrista que se ponen nerviosos con no pocas cosas que ven y oyen en este sorprendente obispo de Roma.
No pretendo analizar el pensamiento teológico o político de Jorge Mario Bergoglio. Me parece más importante, ahora mismo, indicar brevemente el enigma humano que representa este hombre. ¿Por qué seduce a tanta gente y produce rechazo en algunos (una minoría "selecta") al mismo tiempo?
Decir que el papa es un hombre popular es tanto como afirmar que en Francisco encuentran acogida y respuesta las gentes que, sobre todo, se sienten necesitadas por motivos de salud, dinero, edad, inseguridad, soledad o abandono. En definitiva, gentes que se ven privadas de derechos que los grupos más selectos disfrutan y en los que se sienten seguros. Por el contrario, es lógico que el papa resulte inquietante para quienes, por su estilo de vida, su posición social y sus apetencias, sienten deseos de poder y seguridad en los privilegios que les pueden garantizar el futuro que anhelan mantener o conquistar. Un ideal de futuro que puede ser apetecido por puro egoísmo; o bien porque es visto como lo mejor para las generaciones venideras.
No es ninguna casualidad que, si todo esto se piensa despacio, pronto se da uno cuenta de que, en el fondo, se advierte un sorprendente parecido entre lo que ahora ocurre con Francisco y lo que, hace dos mil años, sucedió con la vida y las enseñanzas de Jesús según relatan los evangelios. Lo de ahora y lo de entonces coinciden en un curioso paralelismo: a Francisco le está pasando algo que se parece mucho a lo que le pasó a Jesús.
La acogida entusiasta de las masas populares y el rechazo de los grupos selectos del templo y el poder, en el fondo, se parecen más de lo que imaginamos. En última instancia, el Evangelio está presente ahora mismo, como en tiempo de Jesús estaba ya presente y operante la distancia y el conflicto - con todas las variantes que imponen el tiempo y la cultura - que ha existido y sigue existiendo entre las gentes del pueblo y los grupos selectos que, entonces y ahora, fueron y siguen siendo los señores de la tierra.
José María Castillo
Teología sin censura
RD

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