Thursday, September 24, 2015

El Papa en el Capitolio: "Una Nación es considerada grande cuando defiende la libertad". Discurso completo y video


Francisco "en la tierra de los libres y en la patria de los valientes"


"Una pena justa nunca debe prescindir de la rehabilitación y de la esperanza"


(José M. Vidal).- Un Papa de Roma por vez primera en el Capitolio de los EEUU. Cita con la Historia de Francisco. Y el Papa nunca defrauda. Discurso largo y trabado, claro y concreto, elaborado en tornos a sus "cuatro santos americanos". Para pedir que, como ellos, USA siga defendiendo la libertad, la inclusión, la justicia y el diálogo interreligioso. Los cuatro "sueños" de los 4 americanos ilustres. También ha pedido la abolición de la pena de muerte, acabar con la venta de armas y acoger a los pobres y a los emigrantes.
Llega el Papa a la explanada del Congreso,rodeado de grandes coches de seguridad, en su pequeño Fiat con la bandera vaticana. A bordo de su coche entra en el edificio. Fuera, en la Plaza del Congreso decenas de miles de personas. Hay pancartas de amor y banderas de los diversos países de Latinoamérica y de España.
El Papa es recibido por el "Sargento de armas" a la entrada del Congreso. Sube en ascensor al primer piso, donde le espera, nervioso, en su estudio el Speaker de la Cámara de Representantes, John Boehner, católico, casado y con dos hijas. El Papa y su séquito, encabezado por el cardenal Parolin, tienen un encuentro privado con el Speaker.
Tras la reunión, Boehner conduce al Papa al hemiciclo. Se palpa la solemnidad del evento. El Speaker y el vicepresidente Joe Biden nombran a las personalidades presentes y a los senadores que forman parte del comité de acogida del Papa Francisco. El protocolo de las grandes ocasiones se sigue al pie de la letra. Y el hemiciclo se va llenando.
Se anuncia solemnemente la entrada del Papa, escoltado hasta el podio, donde es saludado por el Speaker, el vicepresidente del país, el Secretario de Estado, el jefe de la oposición y los jueces de la Corte Suprema.
"El Santo Padre", dice el Speaker del Congreso y entra el Papa, sonriente, en medio de una gran ovación. "Tengo el honor de presentarles al Papa Francisco", dice el Speaker. El Papa saca sus gafas y sus cuartillas y comienza su discurso.
Algunas frases del Papa
Queridos amigos, les agradezco la invitación a que les dirija la palabra en la tierra de los libres y en la patria de los valientes
(Todo el hemiciclo se pone en pie y aplaude)
Yo también soy un hijo de este gran continente, del que todos nosotros hemos recibido tanto y con el que tenemos una responsabilidad común
La de ustedes, como miembros del Congreso consiste en hacer que este país crezca como nación
Son el rostro de su pueblo y están llamados a velar por la dignidad de sus conciudadanos
La sociedad política perdura si se planeta como vocación favorecer las necesidades comunes de todos sus miembros, especialmente de los más vulnerables
A eso han sido llamados por las urnas
Una tarea que me recuerda a la figura de Moisés. Simboliza la necesidad de los pueblos de mantener la conciencia de unidad por medio de una legislación justa. Nos remite a Dios y a la dignidad trascendente del ser humano
Moisés nos ofrece una buena síntesis de su labor: invitados a dignificar por medio de la ley la imagen y semejanza plasmada por Dios
Quisiera dirigirme con ustedes y por ustedes a todo el pueblo de los Estados Unidos
Dialogar con la gente que lucha para llevar el pan a su casa, ahorrar y conseguir una vida mejor para sus hijos
No se resignan a pagar sus impuestos, sino que, con su servicio silencioso sostienen la convivencia
Crean lazos de solidaridad por medio de iniciativas espontáneas y por medio de organizaciones que buscan paliar el dolor de los más necesitados
Con tantos abuelos que atesoran la sabiduría forjada por los años e intentan compartir sus experiencias y conocimientos
Sé que son muchos los que se jubilan, pero no se retiran, siguen construyendo esta tierra
Con todos los jóvenes que luchan por sus sueños nobles y altos, que no se dejan atomizar por ofertas fáciles, que enfrentan situaciones difíciles
Dialogar con todos ustedes a partir de la memoria de su pueblo
Apostaron con trabajo, abnegación y con su propia sangre por forjar un futuro mejor
En su vida plasmaron valores que viven para siempre en el alma de todo el pueblo
Un pueblo con alma puede pasar por muchas encrucijadas, pero logra siempre salir adelante con dignidad
Honrar su memoria nos ayuda a recuperar en el hoy de cada día nuestras reservas culturales
Abraham Lincoln, Martin Luther King, Dorothy Day...Estamos en el 150 aniversario del asesinaro de Lincoln
Estamos preocupados por la inquietante situación social y política de nuestro tiempo
El mundo es cada vez más un lugar de conflictos violentos, de odios nocivos, de atrocidad cometidas incluso en nombre de Dios y de la religión
Ninguna religión es inmune al extremismo ideológico
Atentos a cualquier fundamentalismo religioso o del tipo que fuere
Combatir la violencia perpetrada en nombre de la religión y, al mismo tiempo proteger las religiones, las ideas y las personas
Tentación de reduccionismo simplista que divive la realidad en buenos y malos, en justos y pecadores
El mundo, con sus heridas que sangran, nos convoca a afrontar las polarizaciones que pretenden dividirlo en dos bandos
Podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior
Respuesta de esperanza y de reconciliación, de paz y de justicia
Devolver la esperanza, corregir las injusticia, mantener la fe en los compromisos, promoviendo el bienestar de las personas y de los pueblos
Ir hacia adelante juntos en un renovado espíritu de fraternidad y de solidaridad
El reto nos pide una renovación del espíritu de colaboración
Poner en común los recursos y los talentos que poseemos y empeñarnos en sostenernos mutuamente, respetando las convicciones de conciencia
Aquí, las religiones han ofrecido gran ayuda para construir la sociedad
Es importante que la voz de la fe pueda seguir siendo escuchada
Erradicar la nuevas formas mundiales de esclavitud
Política para el bien de la persona humana y su dignidad
La política no puede ser esclava de la economía y de las finanzas
Los aliento en este esfuerzo
Quiero recordar la marcha de Luther King hace 50 años
Su sueño sigue resonando en nuestros corazones
Me alegra que USA siga siendo para muchos la tierra de los sueños
Sueños que despiertan lo que de más profundo y auténtico que hay en los pueblos
Millones de personas vinieron aquí para construir sus sueños
Nosotros no nos asustamos de los extranjeros, porque muchos de nosotros hace tiempo fuimos extranjeros
(De nuevo, puestos en pie, aplauden)
Les hablo como hijo de inmigrante, sabiendo que muchos de ustedes son descendientes de emigrantes
Los derechos de los indígenas no siempre fueron respetados
Mi más alta estima y reconocimiento a estos pueblos desde el corazón de la democracia americana
Es difícl enjuiciar el pasado con criterios de presente
No podemos cometer los pecados del pasado
Vivir, ahora, en un mundo más noble y posible
Salir de la lógica del enemigo para pasar a la lógica de la subsidiariedad
Nuestro mundo afronta una crisis de refugiados sin precedentes. Grandes desafíos y decisiones difíciles de tomar
A lo que se suma aquí las miles de personas que se ven obligadas a viajar hacia el norte en busca de una vida mejor para ellos y sus seres queridos
¿Acaso no es lo que nosotros queremos para nuestros hijos?
No dejemos intimidarnos por los números. Más bien, mirar a las personas, sus rostros, escuchar sus historias
Evitemos la tentación de descartar todo lo que moleste
Recordemos la regla de oro (Aplausos de pie): Hacer con los demás lo que quieres que los demás hagan contigo
Tratemos a los demás con la misma compasión con la que queremos ser tratados
Queremos seguridad, demos seguridad. Queremos vida, demos vida. Queremos oportunidades, demos oportunidades
La medida que usemos para los demás será la que el tiempo usará con nosotros (ovación de pie)
La regla de oro nos recuerda la responsabilidad que tenemos de custodiar y defender la vida humana en todas las etapas de su desarrollo (Gran ovación)
Solicitar la abolición mundial de la pena de muerte. Este es el mejor camino, porque cada vida es sagrada
Una pena justa nunca debe prescindir de la rehabilitación y de la esperanza
No perder el espíritu de solidaridad internacional
La lucha contra la pobreza y el hambre combatida en las causas que las provocan
Creación y distribución de la riqueza
Una economía que busca ser solidaria y sostenible
Reorinetar el rumbo y la degradación medioambiental
Acciones valientes para implementar una cultura del cuidado y devolver dignidad a los excluidos y cuidar la naturaleza
La Gran Guerra, masacre inútil
Thomas Merton, fuente de inspiración y guía para muchos, pesador que desafió las certezas de su tiempo
Un hombre de diálogo y promotor de la paz entre pueblos y religiones
Es mi deber construir puentes y ayudar lo más posible a que todos los hombre y mujeres puedan hacerlo
Países en conflicto, cuando dialogan, abren nuevos horizontes para todos
Esto requiere coraje y audacia, lo cual no significa falta de responsabilidad
Un buen político opta siempre por generar procesos más que por ocupar espacios
Agente de diálogo y de paz, para acabar con los muchos confllictos armados que afligen nuestro mundo
¿Por qué las armas letales son vendidas a los que pretenden infringir un sufrimiento indecible a individuos y sociedad? La respuesta es por dinero. Un dinero manchado de sangre y, muchas veces, de sangre inocente
Frente al silencio vergonzoso y cómplice es nuestro deber acabar con el tráfico de armas
Tres hijos y una hija de esta tierra. Cuatro personas, cuatro sueños. Lincoln la libertad, King, no exlcusión, Day, la justicia social y los derechos; Merton, el diálogo y la apertura a Dios
Fundamental la familia en la construcción de este país (Ovación)
La familia está amenazada desde el interior y desde el exterior
Riqueza y belleza de vivir en familia
Los componentes de la familia más vulnerables: los jóvenes
Sus problemas son nuestros problemas (Ovación)
No podemos eludirlos, hay que afrontarlos juntos, hablar y buscar soluciones
No pueden formar una familia porque no tienen futuro
Una nación es grande cuando defiende las libertades
Cuando permite soñar con la plenitud de derechos
Cuando lucha por la justicia y la causa de los oprimidos
Cuando su fe se hace diálogo y siembra paz
Riquezas de su patrimonio cultural, del alma de su pueblo
Me gustaría que este alma crezca, para que los pueblos puedan heredar y vivir en una tierra que ha permitido a muchos soñar
Que Dios bendiga América
(Ovación prolongada de todo el hemiciclo puesto en pie)
El Papa se retira del hemiciclo y se dirige a la cercana plaza de las estatuas. Una de ellas, la de San Junípero Serra. El Papa se detiene ante ella y reza al santo español, acompañado del vicepresidente americano.
Y para terminar, el Papa se dirige al balcón, para saludar y bendecir a las decenas de miles de personas que le esperan. El Papa saluda y les habla en español.
Buenos dias a todos, agradezco su acogida y su presencia
Agradezco los personajes más importantes que hay aquí: los niños
Quiero pedirle a Dios que los bendiga
Señor, Padre de todos, bendice a este pueblo. Bendice a cada uno de ellos. Bendice a sus familias. Dales lo que más necesiten
Y les pido, por favor a ustedes, que recen por mí
Y si hay algunos que no creen o no pueden rezar, les pido por favor que me deseen cosas buenas
Muchas gracias y que Dios bendiga a América
Discurso completo del Santo Padre
Les agradezco la invitación que me han hecho a que les dirija la palabra en esta sesión conjunta del Congreso en «la tierra de los libres y en la patria de los valientes». Me gustaría pensar que lo han hecho porque también yo soy un hijo de este gran continente, del que todos nosotros hemos recibido tanto y con el que tenemos una responsabilidad común.
Cada hijo o hija de un país tiene una misión, una responsabilidad personal y social. La de ustedes como Miembros del Congreso, por medio de la actividad legislativa, consiste en hacer que este País crezca como Nación. Ustedes son el rostro de su pueblo, sus representantes. Y están llamados a defender y custodiar la dignidad de sus conciudadanos en la búsqueda constante y exigente del bien común, pues éste es el principal desvelo de la política. La sociedad política perdura si se plantea, como vocación, satisfacer las necesidades comunes favoreciendo el crecimiento de todos sus miembros, especialmente de los que están en situación de mayor vulnerabilidad o riesgo. La actividad legislativa siempre está basada en la atención al pueblo. A eso han sido invitados, llamados, convocados por las urnas.
Se trata de una tarea que me recuerda la figura de Moisés en una doble perspectiva. Por un lado, el Patriarca y legislador del Pueblo de Israel simboliza la necesidad que tienen los pueblos de mantener la conciencia de unidad por medio de una legislación justa. Por otra parte, la figura de Moisés nos remite directamente a Dios y por lo tanto a la dignidad trascendente del ser humano. Moisés nos ofrece una buena síntesis de su labor: ustedes están invitados a proteger, por medio de la ley, la imagen y semejanza plasmada por Dios en cada rostro.
En esta perspectiva quisiera hoy no sólo dirigirme a ustedes, sino con ustedes y en ustedes a todo el pueblo de los Estados Unidos. Aquí junto con sus Representantes, quisiera tener la oportunidad de dialogar con miles de hombres y mujeres que luchan cada día para trabajar honradamente, para llevar el pan a su casa, para ahorrar y -poco a poco- conseguir una vida mejor para los suyos. Que no se resignan solamente a pagar sus impuestos, sino que -con su servicio silencioso- sostienen la convivencia. Que crean lazos de solidaridad por medio de iniciativas espontáneas pero también a través de organizaciones que buscan paliar el dolor de los más necesitados.
Me gustaría dialogar con tantos abuelos que atesoran la sabiduría forjada por los años e intentan de muchas maneras, especialmente a través del voluntariado, compartir sus experiencias y conocimientos. Sé que son muchos los que se jubilan pero no se retiran; siguen activos construyendo esta tierra. Me gustaría dialogar con todos esos jóvenes que luchan por sus deseos nobles y altos, que no se dejan atomizar por las ofertas fáciles, que saben enfrentar situaciones difíciles, fruto muchas veces de la inmadurez de los adultos. Con todos ustedes quisiera dialogar y me gustaría hacerlo a partir de la memoria de su pueblo.
Mi visita tiene lugar en un momento en que los hombres y mujeres de buena voluntad conmemoran el aniversario de algunos ilustres norteamericanos. Salvando los vaivenes de la historia y las ambigüedades propias de los seres humanos, con sus muchas diferencias y límites, estos hombres y mujeres apostaron, con trabajo, abnegación y hasta con su propia sangre, por forjar un futuro mejor. Con su vida plasmaron valores fundantes que viven para siempre en el alma de todo el pueblo. Un pueblo con alma puede pasar por muchas encrucijadas, tensiones y conflictos, pero logra siempre encontrar los recursos para salir adelante y hacerlo con dignidad. Estos hombres y mujeres nos aportan una hermenéutica, una manera de ver y analizar la realidad. Honrar su memoria, en medio de los conflictos, nos ayuda a recuperar, en el hoy de cada día, nuestras reservas culturales.
Me limito a mencionar cuatro de estos ciudadanos: Abraham Lincoln, Martin Luther King, Dorothy Day y Thomas Merton.
Estamos en el ciento cincuenta aniversario del asesinato del Presidente Abraham Lincoln, el defensor de la libertad, que ha trabajado incansablemente para que «esta Nación, por la gracia de Dios, tenga una nueva aurora de libertad». Construir un futuro de libertad exige amor al bien común y colaboración con un espíritu de subsidiaridad y solidaridad.
Todos conocemos y estamos sumamente preocupados por la inquietante situación social y política de nuestro tiempo. El mundo es cada vez más un lugar de conflictos violentos, de odio nocivo, de sangrienta atrocidad, cometida incluso en el nombre de Dios y de la religión. Somos conscientes de que ninguna religión es inmune a diversas formas de aberración individual o de extremismo ideológico. Esto nos urge a estar atentos frente a cualquier tipo de fundamentalismo de índole religiosa o del tipo que fuere. Combatir la violencia perpetrada bajo el nombre de una religión, una ideología, o un sistema económico y, al mismo tiempo, proteger la libertad de las religiones, de las ideas, de las personas requiere un delicado equilibrio en el que tenemos que trabajar. Y, por otra parte, puede generarse una tentación a la que hemos de prestar especial atención: el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos; permítanme usar la expresión: en justos y pecadores. El mundo contemporáneo con sus heridas, que sangran en tantos hermanos nuestros, nos convoca a afrontar todas las polarizaciones que pretenden dividirlo en dos bandos. Sabemos que en el afán de querer liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior. Copiar el odio y la violencia del tirano y del asesino es la mejor manera de ocupar su lugar. A eso este pueblo dice: No.
Nuestra respuesta, en cambio, es de esperanza y de reconciliación, de paz y de justicia. Se nos pide tener el coraje y usar nuestra inteligencia para resolver las crisis geopolíticas y económicas que abundan hoy. También en el mundo desarrollado las consecuencias de estructuras y acciones injustas aparecen con mucha evidencia. Nuestro trabajo se centra en devolver la esperanza, corregir las injusticias, mantener la fe en los compromisos, promoviendo así la recuperación de las personas y de los pueblos. Ir hacia delante juntos, en un renovado espíritu de fraternidad y solidaridad, cooperando con entusiasmo al bien común.
El reto que tenemos que afrontar hoy nos pide una renovación del espíritu de colaboración que ha producido tanto bien a lo largo de la historia de los Estados Unidos. La complejidad, la gravedad y la urgencia de tal desafío exige poner en común los recursos y los talentos que poseemos y empeñarnos en sostenernos mutuamente, respetando las diferencias y las convicciones de conciencia.
En estas tierras, las diversas comunidades religiosas han ofrecido una gran ayuda para construir y reforzar la sociedad. Es importante, hoy como en el pasado, que la voz de la fe, que es una voz de fraternidad y de amor, que busca sacar lo mejor de cada persona y de cada sociedad, pueda seguir siendo escuchada. Tal cooperación es un potente instrumento en la lucha por erradicar las nuevas formas mundiales de esclavitud, que son fruto de grandes injusticias que pueden ser superadas sólo con nuevas políticas y consensos sociales.
Apelo aquí a la historia política de los Estados Unidos, donde la democracia está radicada en la mente del Pueblo. Toda actividad política debe servir y promover el bien de la persona humana y estar fundada en el respeto de su dignidad. «Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que han sido dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos está la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad» (Declaración de Independencia, 4 julio 1776). Si es verdad que la política debe servir a la persona humana, se sigue que no puede ser esclava de la economía y de las finanzas. La política responde a la necesidad imperiosa de convivir para construir juntos el bien común posible, el de una comunidad que resigna intereses particulares para poder compartir, con justicia y paz, sus bienes, sus intereses, su vida social. No subestimo la dificultad que esto conlleva, pero los aliento en este esfuerzo.
En esta sede quiero recordar también la marcha que, cincuenta años atrás, Martin Luther King encabezó desde Selma a Montgomery, en la campaña por realizar el «sueño» de plenos derechos civiles y políticos para los afro-americanos. Su sueño sigue resonando en nuestros corazones. Me alegro de que Estados Unidos siga siendo para muchos la tierra de los «sueños». Sueños que movilizan a la acción, a la participación, al compromiso. Sueños que despiertan lo que de más profundo y auténtico hay en los pueblos.
En los últimos siglos, millones de personas han alcanzado esta tierra persiguiendo el sueño de poder construir su propio futuro en libertad. Nosotros, pertenecientes a este continente, no nos asustamos de los extranjeros, porque muchos de nosotros hace tiempo fuimos extranjeros. Les hablo como hijo de inmigrantes, como muchos de ustedes que son descendientes de inmigrantes. Trágicamente, los derechos de cuantos vivieron aquí mucho antes que nosotros no siempre fueron respetados. A estos pueblos y a sus naciones, desde el corazón de la democracia norteamericana, deseo reafirmarles mi más alta estima y reconocimiento. Aquellos primeros contactos fueron bastantes convulsos y sangrientos, pero es difícil enjuiciar el pasado con los criterios del presente. Sin embargo, cuando el extranjero nos interpela, no podemos cometer los pecados y los errores del pasado. Debemos elegir la posibilidad de vivir ahora en el mundo más noble y justo posible, mientras formamos las nuevas generaciones, con una educación que no puede dar nunca la espalda a los «vecinos», a todo lo que nos rodea. Construir una nación nos lleva a pensarnos siempre en relación con otros, saliendo de la lógica de enemigo para pasar a la lógica de la recíproca subsidiaridad, dando lo mejor de nosotros. Confío que lo haremos.
Nuestro mundo está afrontando una crisis de refugiados sin precedentes desde los tiempos de la II Guerra Mundial. Lo que representa grandes desafíos y decisiones difíciles de tomar. A lo que se suma, en este continente, las miles de personas que se ven obligadas a viajar hacia el norte en búsqueda de una vida mejor para sí y para sus seres queridos, en un anhelo de vida con mayores oportunidades. ¿Acaso no es lo que nosotros queremos para nuestros hijos? No debemos dejarnos intimidar por los números, más bien mirar a las personas, sus rostros, escuchar sus historias mientras luchamos por asegurarles nuestra mejor respuesta a su situación. Una respuesta que siempre será humana, justa y fraterna. Cuidémonos de una tentación contemporánea: descartar todo lo que moleste. Recordemos la regla de oro: «Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes» (Mt 7,12).
Esta regla nos da un parámetro de acción bien preciso: tratemos a los demás con la misma pasión y compasión con la que queremos ser tratados. Busquemos para los demás las mismas posibilidades que deseamos para nosotros. Acompañemos el crecimiento de los otros como queremos ser acompañados. En definitiva: queremos seguridad, demos seguridad; queremos vida, demos vida; queremos oportunidades, brindemos oportunidades. El parámetro que usemos para los demás será el parámetro que el tiempo usará con nosotros. La regla de oro nos recuerda la responsabilidad que tenemos de custodiar y defender la vida humana en todas las etapas de su desarrollo.
Esta certeza es la que me ha llevado, desde el principio de mi ministerio, a trabajar en diferentes niveles para solicitar la abolición mundial de la pena de muerte. Estoy convencido que este es el mejor camino, porque cada vida es sagrada, cada persona humana está dotada de una dignidad inalienable y la sociedad sólo puede beneficiarse en la rehabilitación de aquellos que han cometido algún delito. Recientemente, mis hermanos Obispos aquí, en los Estados Unidos, han renovado el llamamiento para la abolición de la pena capital. No sólo me uno con mi apoyo, sino que animo y aliento a cuantos están convencidos de que una pena justa y necesaria nunca debe excluir la dimensión de la esperanza y el objetivo de la rehabilitación.
En estos tiempos en que las cuestiones sociales son tan importantes, no puedo dejar de nombrar a la Sierva de Dios Dorothy Day, fundadora del Movimiento del trabajador católico. Su activismo social, su pasión por la justicia y la causa de los oprimidos estaban inspirados en el Evangelio, en su fe y en el ejemplo de los santos.
¡Cuánto se ha progresado, en este sentido, en tantas partes del mundo! ¡Cuánto se viene trabajando en estos primeros años del tercer milenio para sacar a las personas de la extrema pobreza! Sé que comparten mi convicción de que todavía se debe hacer mucho más y que, en momentos de crisis y de dificultad económica, no se puede perder el espíritu de solidaridad internacional. Al mismo tiempo, quiero alentarlos a recordar cuán cercanos a nosotros son hoy los prisioneros de la trampa de la pobreza. También a estas personas debemos ofrecerles esperanza. La lucha contra la pobreza y el hambre ha de ser combatida constantemente, en sus muchos frentes, especialmente en las causas que las provocan. Sé que gran parte del pueblo norteamericano hoy, como ha sucedido en el pasado, está haciéndole frente a este problema.
No es necesario repetir que parte de este gran trabajo está constituido por la creación y distribución de la riqueza. El justo uso de los recursos naturales, la aplicación de soluciones tecnológicas y la guía del espíritu emprendedor son parte indispensable de una economía que busca ser moderna pero especialmente solidaria y sustentable. «La actividad empresarial, que es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos, puede ser una manera muy fecunda de promover la región donde instala sus emprendimientos, sobre todo si entiende que la creación de puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común» (Laudato si', 129). Y este bien común incluye también la tierra, tema central de la Encíclica que he escrito recientemente para «entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común» (ibíd., 3). «Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos» (ibíd., 14).
En Laudato si', aliento el esfuerzo valiente y responsable para «reorientar el rumbo» (N. 61) y para evitar las más grandes consecuencias que surgen del degrado ambiental provocado por la actividad humana. Estoy convencido de que podemos marcar la diferencia y no tengo alguna duda de que los Estados Unidos -y este Congreso- están llamados a tener un papel importante. Ahora es el tiempo de acciones valientes y de estrategias para implementar una «cultura del cuidado» (ibíd., 231) y una «aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza» (ibíd., 139). La libertad humana es capaz de limitar la técnica (cf. ibíd., 112); de interpelar «nuestra inteligencia para reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder» (ibíd., 78); de poner la técnica al «servicio de otro tipo de progreso más sano, más humano, más social, más integral» (ibíd., 112). Sé y confío que sus excelentes instituciones académicas y de investigación pueden hacer una contribución vital en los próximos años.
Un siglo atrás, al inicio de la Gran Guerra, «masacre inútil», en palabras del Papa Benedicto XV, nace otro gran norteamericano, el monje cisterciense Thomas Merton. Él sigue siendo fuente de inspiración espiritual y guía para muchos. En su autobiografía escribió: «Aunque libre por naturaleza y a imagen de Dios, con todo, y a imagen del mundo al cual había venido, también fui prisionero de mi propia violencia y egoísmo. El mundo era trasunto del infierno, abarrotado de hombres como yo, que le amaban y también le aborrecían. Habían nacido para amarle y, sin embargo, vivían con temor y ansias desesperadas y enfrentadas». Merton fue sobre todo un hombre de oración, un pensador que desafió las certezas de su tiempo y abrió horizontes nuevos para las almas y para la Iglesia; fue también un hombre de diálogo, un promotor de la paz entre pueblos y religiones.
En tal perspectiva de diálogo, deseo reconocer los esfuerzos que se han realizado en los últimos meses y que ayudan a superar las históricas diferencias ligadas a dolorosos episodios del pasado. Es mi deber construir puentes y ayudar lo más posible a que todos los hombres y mujeres puedan hacerlo. Cuando países que han estado en conflicto retoman el camino del diálogo, que podría haber estado interrumpido por motivos legítimos, se abren nuevos horizontes para todos. Esto ha requerido y requiere coraje, audacia, lo cual no significa falta de responsabilidad. Un buen político es aquel que, teniendo en mente los intereses de todos, toma el momento con un espíritu abierto y pragmático. Un buen político opta siempre por generar procesos más que por ocupar espacios (cf. Evangelii gaudium, 222-223).
Igualmente, ser un agente de diálogo y de paz significa estar verdaderamente determinado a atenuar y, en último término, a acabar con los muchos conflictos armados que afligen nuestro mundo. Y sobre esto hemos de ponernos un interrogante: ¿por qué las armas letales son vendidas a aquellos que pretenden infligir un sufrimiento indecible sobre los individuos y la sociedad? Tristemente, la respuesta, que todos conocemos, es simplemente por dinero; un dinero impregnado de sangre, y muchas veces de sangre inocente. Frente al silencio vergonzoso y cómplice, es nuestro deber afrontar el problema y acabar con el tráfico de armas.
Tres hijos y una hija de esta tierra, cuatro personas, cuatro sueños: Abraham Lincoln, la libertad; Martin Luther King, una libertad que se vive en la pluralidad y la no exclusión; Dorothy Day, la justicia social y los derechos de las personas; y Thomas Merton, la capacidad de diálogo y la apertura a Dios.

Pope Francis in the USA-Visit to Congress of the United States of America

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