Tuesday, November 03, 2015

Las «mega-iglesias» en Asia, entre negocio y religión


El escándalo que surgió en Singapur destapa un fenómeno muy difundido en Oriente. El proselitismo de las Iglesias evangélicas y pentecostales a menudo genera las reacciones de los grupos radicales de otras comunidades

PAOLO AFFATATOROMA

Fieles inocentes sufrieron un fraude de 36 millones de dólares. Seis personas, y entre ellas el pastor Kong Hee, fundador de la comunidad, condenadas por un tribunal. Es la historia reciente de la City Harvest Church (CHC) de Singapur, gran iglesia cristiana evangélica con más de 50 mil seguidores entre la isla del sureste asiático y otros países de la región como Malasia, India, Indonesia, Taiwán y Brunei.


El caso destapa el fenómeno arraigado de las «mega-iglesias» que surgen en los países asiáticos, según un modelo que conjuga la religión con los negocios, el proselitismo con la espiritualidad.


Un modelo que, en rasgos generales y sin considerar casos específicos, pertenece a las Iglesias cristianas evangélicas de derivación estadounidense: una mirada que las Iglesias católicas en Asia han denunciado en varias ocasiones, proponiendo un paradigma muy diferente, que se basa en la inculturación del Evangelio, en el testimonio de la caridad, de la cercanía a los pobres, y no en el de las vastas asambleas llenas de fervor.


La modalidad de evangelizar de las comunidades cristianas evangélicas y pentecostales se transforma a veces en un proselitismo bastante agresivo (teniendo en cuenta el número de los bautizados) que acaba generando las reacciones de comunidades religiosas tradicionales en los países de Asia (como los hinduistas en la India o los budistas en el sureste asiático). En donde el cristianismo es normalmente una religión minoritaria se da pie de esta manera a formaciones radicales y fanáticas que no esperan otra cosa que desencadenar la violencia anti-cristiana.


Esta dinámica tiene un común denominador en contextos como el de la India, Sri Lanka o Nepal, pero también en Birmania, Laos, Indonesia, Corea: a veces, tras las siempre despreciables agresiones contra los cristianos (definidas a menudo como «persecución»), están las insistentes e invadentes formas de predicación y reclutamiento que promueven las comunidades cristianas que surgen de la nada, creadas con pocos adeptos por el pastor de turno y que se asientan casi inmediatamente en un local comercial que, de la noche a la mañana, se convierte en una «iglesia» sin ninguna autorización, violando las normativas vigentes que en cada una de estas naciones regulan el nacimiento y la proliferación de los lugares de culto para todas las religiones.


Otro aspecto es el que se relaciona con el reciente escándalo de Singapur, que revela cuán maleable es en estas experiencias la frontera entre el interés privado y la salvación de las almas, haciendo que la preocupación por los negocios se convierta en el primer punto de la agenda. La experiencia de «iglesia» puede ser una cosa muy diferente de una experiencia de fe, utilizada según la codicia de poder y de dinero.


Miles de devotos dieron generosas donaciones a la City Harvest Church (CHC), que hoy se ve involucrada en uno de los más grandes escándalos de corrupción en los 50 años de la historia de Singapur. El pastor Kong Hee, según constataron los jueces, robó 18 millones de dólares de los fondos de la Iglesia para invertirlos en la carrera de cantante de música pop de su esposa, Ho Yeow Dom. El pretexto era llevar la Palabra de Dios a la música; el objetivo era el éxito en los mercados discográficos. Otros 19 millones de dólares, indicó el juez, fueron utilizados por los responsables financieros de la Iglesia para tratar de cubrir el engaño inicial.


La CHC nació en 1989 con 20 seguidores. Desde 1995, cuando el pastor Kong Hee volvió a Singapur desde los Estados Unidos después de haber hecho un doctorado en teología, comenzó a crecer exponencialmente, hasta que en 2009 logró contar con una mega-iglesia que costó 34 millones de dólares. La organización puso en marcha inversiones inmobiliarias y financieras que despertaron la perplejidad sobre un modelo de gestión que conjuga sin prejuicios los negocios con el proselitismo.


Según un estudio de Terrence Chong, investigador de la Universidad Nacional de Singapur, las iglesias cristianas pentecostales en el sureste asiático se han convertido en toda la región en espacios «cruciales para crear identidad entre las minorías étnicas chinas, incluso gracias a las redes sociales y a los contactos comerciales».


«Las mega-iglesias son una forma de articulación del cristianismo según modos y técnicas contemporáneas», explicó Chong. «Adoptan el lenguaje y los canales de la cultura pop, el consumo masivo, promueven conciertos, espectáculos, encuentros masivos y eventos que exponen experiencias de personas que recibieron un milagro, canalizan a nivel emotivo a los fieles apostando por el factor identitario». Gracias a técnicas perfeccionadas de mercadeo religioso, logran obtener de los fieles generosas donaciones. «Entre más das, más obtienes de Dios», es su lema.


Esta declinación del cristianismo se va afirmando también en la China continental. Hace pocos años abrió una mega-iglesia para 5 mil personas en Liushi, en la provincia de Wenzhou, conocida por su fuerte presencia cristiana.

Vatican Insider

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