Tuesday, March 08, 2016

MUJER por CARMEN ILABACA-HORMAZÁBAL

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Llegó a mi página de una red social una invitación para celebrar el Día de la Mujer el próximo martes 8, pero grande fue mi sorpresa al encontrarme con una invitación a participar a una fiesta “stripper” donde varones bailan a mujeres… yo no tengo nada en contra de eso, lo que sí me dolió fue que se hiciera para este grandioso día nuestro… es que ¿es mi sexualidad lo que realmente se celebra?
Obviamente no es así sino que celebramos la lucha femenina por nuestra participación igualitaria en el mundo del trabajo, la política y en la sociedad en general… ¡eso es!
Yo siempre me he sentido feliz de ser mujer, pero el entorno en que me desenvuelto me ha querido demostrar lo contrario…
Recuerdo que cuando por muchos años fui dirigenta sindical de una empresa transnacional… lloré mucho porque tenía que demostrarles que no era tonta, que era creíble, que mis compañeros de trabajo confiaban en mi labor… sufriendo muchas veces el escarnio varonil de los empresarios haciéndome sentir… ¡el qué hacía en ese puesto! ¡Esto es cosa de hombres!
Uf… lloré amargamente porque tenía que tratar de expresarles junto con nuestros deseos de una mejor calidad de vida como trabajadores que estaba donde me correspondía! Esto fue fuerte… doloroso al inicio… a través de los años siempre tuve el apoyo de mis compañeros de trabajo y el respeto forjado con mis lágrimas en silencio…
Recuerdo que en mi servicio pastoral como mujer de fe he tenido que demostrar que no soy una más dejada a la orilla del camino pastoral, sino que con la fortaleza en mi buen Jesús he podido avanzar en mi proceso y maduración de mi fe acompañando y ayudando a otras mujeres que pueden ser líderes en esta institución católica… en esta iglesia de hombres…
En una oportunidad, mientras participaba en un gran encuentro ecuménico en Brasil en un foro sobre la participación de la mujer en la iglesia, me dijo un sacerdote paraguayo, después de mi exposición, que yo estaba en el lugar equivocado que me cambiara de iglesia, que mi exposición no tenía validez pastoral. Cuando me tocó exponer nuevamente hice alusión a ese triste momento y recibí el aplauso de todo el auditorioum de más de 600 personas… igual cuando llegué a mi habitación… lloré en silencio.
Mis dolorosos recuerdos por el hecho de ser mujer solo me han dado a través de los años la paz de sentirme feliz y esperanzada que el mundo es mejor solo porque nosotras –las mujeres- somos un real aporte a la sociedad, primero, porque somos dadoras de vida, porque a través de nuestra leche materna los hijos ¡viven! Y, segundo, porque ante tanto tropiezo que nos hacen los poderosos a dejarnos fuera por el solo hecho de ser mujer… ¡más seguimos adelante!
Gracias a Dios estamos viviendo en otra época… donde las mujeres además de trabajar para llevar el sustento económico a nuestros hogares para proteger a nuestra familia también estamos siendo escuchadas… ha sido un camino largo y falta mucho aún para sentirnos en igualdad de derechos, pero ya alzamos la voz y nadie podrá acallarnos… nuestra fuerza de mujer está siendo notada en el mundo político, social y también eclesial.
Mis lágrimas ahora son públicas, por ejemplo, cuando veo a jóvenes mujeres haciendo suya su fuerza… cuando veo a mujeres que lavan, planchan, hacen pan amasado para sostener económicamente su destruido hogar, porque hay un hombre que ante la precariedad se rinde en el alcoholismo… Y también cuando veo a jóvenes mujeres que además de acompañar a sus hijos, sostener su hogar, estudian de noche a escondidas…
Tengo el recuerdo de una alumna que llegó con lentes obscuros a clases, siendo clases vespertinas… cuando le toqué el hombro, le pregunté: ¿Qué pasa? Y ella me respondió mirando el suelo: ¡nada! Le dije, por favor, que se quitase los lentes, y al hacerlo tenía un ojo amorotado… la abracé y llorando me dijo que su marido le había pegado porque no quería que ella estudiara, que no podía ser más que él y había roto todos sus textos y cuadernos. Hoy, Sandrita, es una bella y esforzada mujer que trabaja profesionalmente como secretaria. Terminó sus estudios, fue la mejor alumna de la promoción de hace años atrás, feliz junto a sus tres hijos. Me la encontré saliendo de la iglesia junto a ellos, le pregunté cómo estaba y me respondió: ¡Míreme! Ya nunca más he tenido que usar lentes para ocultar golpes. Al preguntarle por su marido, me dijo: Ya no está en casa, se fue… no soportó que yo ganara más dinero que él. Pero, en familia, estamos tranquilos, en paz, mis hijos estudiando y yo apoyándolos.
A las mujeres del mundo un abrazo de fuerza en este Día Internacional de la Mujer… ya los duros tiempos pasados de luchar por un mínimo reconocimiento pasaron, ahora solo hay que seguir luchando por el respeto y la dignidad.
Un abrazo a los hombres también, pues ellos nacieron en el vientre bendito de una mujer.
Carmen Ilabaca-Hormazábal
ECLESALIA

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