Thursday, March 17, 2016

Retiro Urbano, en el corazón de Santiago por Pedro Pablo Achondo ss.cc

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Hace un par de días fuimos muchos y muchas los convocados por Jesús; los llamados por el Maestro para pasar un día con él; un tiempo en paz de reflexión, compartir, escucha y oración. Un tiempo sin tiempo para subir al cerro y, como lo hizo antaño, volver a escuchar –con los oídos y el espíritu- su sermón del monte (Mt 5-7) y su discurso apostólico (Mt 10).
Nadie de los que subió con Jesús aquel día el Cerro San Cristóbal quedo “intacto”, se fue de manos vacías o se quedó con el corazón igual de cómo había llegado. ¡Sin duda que no! Algo nos pasó, pues lo que allí vivimos fue un kairos, una Gracia, una Presencia; y por eso fue un retiro. Una experiencia comunitaria profundamente espiritual, de la espiritualidad que a Jesús le gusta: esa encarnada hasta el barro, esa que llora abrazada de la cruz, esa que se teje entre cristianos y agnósticos, pecadores y “bien-portados”, vendedores ambulantes y empresarios de ojos abiertos… esa espiritualidad que grita desde el silencio y que se calla ante el sufrimiento de Carlos. Esa espiritualidad que todo lo escucha y todo lo comparte. De esa fue la que bebimos subiendo el San Cristóbal.
Cada estación y cada testigo nos fueron alimentando. Cada historia nos fue hablando y amasando; transformando el barro de cada uno. ¿Acaso no es eso la Cuaresma? ¿Acaso no fue ese domingo el mejor domingo de cuaresma para cada uno y una? Yo no fui a misa. Porque la misa la viví allí. Compartiendo el pan y las frutas sentados y orando en el pasto. El pan y el vino de la vida lo recibí allí: cuando la Karoline se arrodillo ante Carlos, un hermano evangélico hijo, nieto y sobrino de DD.DD. Cada lágrima fue llenando mi copa vacía. Cada paso fue alimentando la esperanza que brota de la fe en Jesucristo.
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Sentados a los pies de la Virgen –como ella se sentó a los pies del Calvario- contemplamos la Capital: Santiago, bajo nuestras miradas cansadas y felices. Santiago, bajo la mirada de Jesús. Y Jesús que volvía a llorar por esta ciudad tan querida y tan dividida, tan golpeada y herida. Santiago ciudad de muros sociales y clasismos, injusticias y víctimas de un frenesí que deshumaniza. Santiago que invisibilizas a los pobres y marginados; desplazas de tu corazón a los predilectos del Señor… Santiago, lloramos con Jesús al mirarte desde lo alto. Tú, Santiago, que sigues silenciando a tus profetas, tú que no escuchas el clamor de tus pobres. Allí nos abrazamos y nos perdonamos, allí renovamos nuestra esperanza gracias a las lágrimas de Jesús que fueron también las nuestras. Allí nos dimos cuenta que Jesús también llora por nosotros: mediocres y acomodados, muchas veces. Tímidos y faltos de esperanza, otras. Tú, Dios de la Vida nos lloras y nos invitas a más, nos abrazas perdonándonos para que hagamos fiesta con todos los que “estaban muertos y han vuelto a la vida, estaban perdidos y han sido encontrados” (Lc 15, 32).
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Bajamos el cerro –antecedidos por la Cruz Vencida del Resucitado- en el corazón de la ciudad, para que nuestro propio corazón se renueve y se llene de otros rostros y otras historias, de otros hermanos y de otras luchas que siguen siendo las nuestras y las de todos.
Gracias Jesús; hermano universal por con-vocarnos a seguirte; de todas las comunidades, de todas las capillas, de todos los barrios, de todas las luchas y de todos los sueños empapados de Evangelio… Nuestro amor se llena y nuestra voz –como una rogativa mapuche- te alaba; ¡ya no sola! Sino con y por cada uno y cada una de los que ese domingo respondimos a tu llamada. Rezamos para sean  y seamos muchísimos más…
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Pedro Pablo Acondo ss.cc.
Reflexiones itinerantes
SS.CC. CHILE

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